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En su redituable proyecto de edificar una réplica francoeuropea de Hollywood, el hiperproductivo Luc Besson les da prioridad a los proyectos de acción, ya se trate de ejemplos puros (la serie El transportador) o de variantes de artes marciales (El beso del dragón, Danny the Dog), thrillers (Los ríos color púrpura) o comedias de acción (la serie Taxi). No podía faltar el terror y acá está, en su variante película-de-asesino- serial. Estrenada tres años atrás, Alta tensión le permitió a su director, el jovencísimo Alexandre Aja (25 años en el momento de filmarla), dar el salto al que todo empleado de la factoría Besson aspira. Hijo del realizador Alexandre Arcady, Aja ya filmó su primera película en Hollywood. Se trata de Despertar del diablo, remake de Los ojos de la colina, estrenada aquí hace unas semanas.
Sintonizando perfectamente con la tendencia sadomaso que gana terreno en el género (con películas como El juego del miedo, la remake de La masacre de Texas y Hostel), Alta tensión es una de esas que van a los bifes. Una chica llamada Alex invita a su amiga Marie (Cecile de France, vista en Piso compartido y Las muñecas rusas) a pasar unos días en casa de sus padres, que viven en medio del campo. Por ahí merodea un camionero degollador (Philippe Nahon, la bestia de Solo contra todos). Después de que Marie ve a su amiga bañándose y se masturba, el tipo toca timbre y se carga a media familia de Alex, a pura navaja y hachazo y sin perdonarle la vida ni al perro. De ahí en más es el juego del gato y el ratón, en tres etapas: 1) dentro de la casa y de habitación en habitación; 2) en camión, por las rutas de Francia y con parada en una estación de servicio y 3) en un bosque de las inmediaciones.
En la etapa 1 es cuando el tipo más achura, con abundancia de cortes en primer plano y chorros hemoglobínicos estilo géiser. Allí todo se reduce a adivinar cuándo, cómo y quién será la próxima víctima. La 2 y la primera mitad de la 3 son algo más interesantes, ya que el acento está puesto en construir suspenso y crear algún clima, antes que en el mero juego del achure. Obviamente que en la segunda mitad de parte 3 (y final de la película), la carnicería vuelve a abrir sus puertas, incorporando ahora la inevitable sierra eléctrica y todos los truquitos del caso. Que incluyen no sólo la clásica sobrevida del monstruo, sino además una vuelta de tuerca tan pero tan tramposa, que termina por no saberse del todo si había dos asesinos, si un asesino había imaginado otro inexistente o si al director y guionista los más básicos códigos narrativos le importan tres belines. Algo indica que esta última es la respuesta correcta.
Una lástima, porque en parte 2 y mitad de 3, Aja (ninguna relación con la obra maestra homónima de Steely Dan) había demostrado que si quiere ser eficaz, puede. Después vendrían Hollywood y Despertar del diablo, confirmando lo de los tres belines.
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