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Lunes, 29 de mayo de 2006
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RETROSPECTIVA DE SEIJUN SUZUKI

La rebeldía llega desde el Oriente

A partir de hoy se exhibirán en la sala Lugones ocho films del director japonés.

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Bastardos luchadores, de 1960, abrirá hoy la muestra.

“De la misma manera en que los tradicionales grabados en madera japoneses eran producidos industrialmente como posters comerciales, y que sólo fueron reconocidos como obras de arte mucho tiempo después, los films de Suzuki son un verdadero triunfo del estilo y la forma por sobre las restrictivas condiciones en las que fueron producidos.” Estas palabras del especialista en arte oriental J. Scott Burgeson sirven como la mejor introducción a la retrospectiva “Seijun Suzuki: descubrir a un rebelde”, que comienza hoy en la en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avenida Corrientes 1530), organizada por el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina, en colaboración con el Centro Cultural e Informativo de la Embajada de Japón. Son diez films inéditos en Argentina, enviados desde Tokio por The Japan Foundation y que vienen a demostrar por qué Suzuki se convirtió en un director de culto, reconocido internacionalmente por la manera en que subvirtió desde adentro al rígido sistema de estudios del cine japonés, cuestionando los estereotipos y utilizando los géneros como campos de experimentación visual.

Entre los años 1956 y 1967 Suzuki realizó más de cuarenta películas para la Nikkatsu, período del cual podrán apreciarse ocho títulos. El ciclo se completa con dos de los largometrajes que integran la Trilogía de Taisho, realizados en los años 80 y 90, y que Suzuki (nacido en 1923 y aún en actividad) dirigió con una libertad creativa impensada en su período industrial. La retrospectiva empieza hoy con Bastardos luchadores (1960), sobre el enfrentamiento de una pandilla juvenil contra la mafia inmobiliaria japonesa. En el rabioso uso del color, Suzuki se adelanta a la cultura pop y plantea, siempre bajo la superficie del cine de acción, la colisión entre tradición y modernidad, entre Oriente y Occidente, entre el samisen y la guitarra eléctrica, el gran dilema de la cultura japonesa de posguerra. Mañana martes se exhibe Bureau de detectives 23: Váyanse al infierno, bastardos (1963), donde el carismático Jo Shishido, actor recurrente en la filmografía del realizador, interpreta a un investigador que deberá infiltrarse dentro de una banda de traficantes de armas.

Para el miércoles está programada El vagabundo de Kanto (1963), uno los films fundamentales de la carrera de Suzuki: fiel a códigos ancestrales, un yakuza intentará llevar una vida según las viejas tradiciones, algo nada sencillo en un mundo moderno donde el honor ya no parece tener lugar. El jueves 1 va El joven rebelde (1963), una extraña aproximación de Suzuki al melodrama clásico, con el trasfondo social de modernización y creciente militarismo del Japón de los años ‘20.

El ciclo continúa el viernes con El tatuaje del dragón blanco (1965), uno de los films más influyentes en la carrera de Suzuki, cuya secuencia final fue homenajeada por Quentin Tarantino en la primera parte de Kill Hill. Para el sábado 3 está programada Historia de una prostituta (1965) un relato de amor trágico, enfrentado a los códigos militares en tiempos de guerra. “Esta es la película que demuestra cabalmente que su realizador debe ser retirado de la subcategoría ‘director de culto’ para ser ubicado en una misma lista junto a Kurosawa, Okamoto y Kobayashi”, escribió David Chute.

El domingo 4 se proyecta Carmen de Kawachi (1966), variación de la ópera de Georges Bizet, rebautizada como Karumen, quien abandona su hogar luego de haber sido violada repetidas veces durante su último año en la escuela secundaria y en Osaka se transforma en una cantante de cabaret y los hombres caen rendidos a sus pies. El lunes 5 es el turno de Elegía a la violencia (1966), una crítica del machismo y las tendencias fascistas en ascenso en los años 30. “A través de un sentido del humor subversivo, el film relata la génesis y el crecimiento de un fascista modélico, en el preciso momento en el que el militarismo comenzaba a marcar el imaginario de la juventud japonesa”, describió Tony Rayns. El martes 6 el ciclo se completa con Kagero-za (1981) y el miércoles 7 con Yumeji.

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