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Jueves, 18 de octubre de 2012
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WES ANDERSON HABLA DE SU PELICULA MOONRISE KINGDOM, CON BRUCE WILLIS, EDWARD NORTON Y BILL MURRAY

“Los chicos saben lo que quieren”

El director de La vida acuática explica por qué retrocedió hasta los años ’60, por qué no lo dejaron ser un boy scout, qué papel desempeñó François Truffaut a la hora de pensar la película y cómo hizo para lograr que Bill Murray nunca lo abandone.

Por Stephanie Wright
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Anderson ya está preparando su próxima película, The Grand Budapest Hotel, también con Bill Murray.

Como lo había hecho en la previa Fantastic Mr. Fox (2009, basada en una novela de Roald Dahl y editada en DVD en Argentina con el título El fantástico Sr. Zorro), en Moonrise Kingdom Wes Anderson parece franquear su empatía de siempre con el mundo de la infancia. O el de la adolescencia. O el de la juventud. El mundo de cualquier edad previa a la serie de esclavitudes que el mundo adulto presupone, en una palabra. Como en una Melody pastoral para adultos, los protagonistas de Moonrise Kingdom son un chico y una chica que, enamorados, deciden huir del mundo de los mayores y buscar refugio en el bosque.

“Los chicos tienen más claro que los grandes qué es lo que quieren”, dice el realizador de La vida acuática, refiriéndose específicamente a esta película. Bastaría confrontar la irrefrenable proactividad del Max Fischer de Rushmore con la desorientación de los miembros adultos de la familia Tenenbaum para verificar que en su obra esta condición no es nueva. En la entrevista que sigue, Wesley Wales Anderson, hijo de un agente de relaciones públicas y una arqueóloga texanos, explica por qué retrocedió hasta los años ’60 para darle un marco a Moonrise Kingdom, qué representan para él las islas, por qué no lo dejaron ser un boy scout, qué papel desempeñó François Truffaut a la hora de pensar la película y cómo hizo para lograr que Bill Murray actuara en seis de sus siete películas. O siete de las ocho, teniendo en cuenta que tanto él como el otro actor fetiche de Anderson, Jason Schwartzman, están ya confirmados para la película que en los próximos meses el realizador de Viaje a Darjeeling rodará en Budapest.

–¿Qué lo llevó a ubicar la historia de Moonrise Kingdom en los años ’60, teniendo en cuenta que es una época que usted no vivió?

–Nací en 1969, justo cuando la década estaba terminando. Y creo que los ’60 son, en su conjunto, la época en la que algo terminó. No sé si así fue la época o así es como la imaginamos ahora, pero la sensación es que allí terminó algo que tiene que ver con la inocencia. Es como si durante esa década llegara a su fin la América de Norman Rockwell, en la que Estados Unidos se veía representada poco menos que como un paraíso en la tierra. Cuando los protagonistas de la película lleguen a los 18 van a estar inmersos en un clima radicalmente diferente a éste.

–Y el lugar en el que transcurre la película, las costas de Nueva Inglaterra, ¿es un sitio que usted haya visitado en su infancia?

–No, no en la infancia. Pero tengo amigos que viven en la zona y los visité con frecuencia, en los últimos 15 o 20 años. En esa zona hay una isla a la que sólo puede accederse en bote. No hay autos ni comercios, y hay una sola granja en toda la isla. Ir ahí es como viajar hacia atrás en el tiempo. Fue el clima el que en parte quise evocar.

–La sensación que transmite Moonrise Kingdom es la de algo infinitamente lejano, tanto en términos temporales como geográficos.

–Los propios personajes son como islas. Es como si se correspondieran íntimamente con el lugar donde viven.

–¿Y el tema del scoutismo, de dónde viene?

–Quería establecer la idea de un orden cerrado, que funciona en base a todo un sistema de reglas, rituales y jerarquías. El ejército hubiera sido demasiado, tenga en cuenta que la película transcurre en una época todavía ingenua. Eso me llevó a los boy scouts.

–La forma en que esa organización funciona está transmitida con mucho detalle. ¿Usted fue scout de niño?

–No. ¡Quise ingresar! Pero no pude, no logré reunir las condiciones. El que sí las reúne es Edward Norton, que hace el papel del instructor. Sabe conducir aviones, escalar montañas, navegar... Es bueno en todo lo que sea al aire libre. No era mi caso, cuando intenté ser boy scout.

–El conflicto entre el mundo adulto y el de los niños no es nuevo en su obra, donde es frecuente que los roles se inviertan, con adultos que se comportan como niños y niños como adultos. ¿Cuál es su visión sobre este tema?

–Creo que efectivamente en este caso los chicos tienen más claro que los grandes qué es lo que quieren. Tal vez no en relación con el futuro, pero sí con respecto a las decisiones más inmediatas.

–¿Se inspiró en experiencias de su infancia para recrear el mundo de los protagonistas?

–Más que mi propia infancia, la mayor fuente de inspiración fue la película La piel dura, de François Truffaut (L’argent de poche, 1976) en el sentido de que es una película “para grandes” contada desde el punto de los niños. Toda la puesta en escena está pensada a partir de ese punto de partida: la cámara está a la altura de sus ojos y el enfoque de todo lo que sucede es el de ellos. Si alguna intención me animaba al encarar el proyecto era la de expresar el sentimiento y el pensamiento de los niños. Allí es donde interviene mi experiencia personal, ya que lo que traté de hacer fue recordarme a mí mismo a esa edad, imaginando estar enamorado.

–Usted antes comparó el lugar en el que transcurre la historia con la intimidad de los personajes, y me parece que esa fusión entre personajes y decorado es muy propia de sus películas. ¿Cómo se plantea estas cuestiones?

–Lo que busco es crear un lugar en el que el espectador no haya estado antes. De tal manera que haya que hacer un viaje hacia ese mundo, un viaje de descubrimiento que incluye a los personajes. Esto es algo a lo que apunto desde las primeras instancias, desde el guión mismo. Pero no lo veo como un trabajo de “diseño”, como suele decirse, sino como la creación de un mundo orgánico, en el que todo se relaciona. Un mundo al que hay que darle vida, carnadura, a partir de lo que uno imagina. Los detalles de comportamiento de los personajes son los que permiten eso, tanto como cada detalle de la dirección de arte.

–¿Qué lo llevó a elegir la música de Benjamin Britten?

–En primer lugar, el hecho de que mi hermano mayor y yo participamos de la puesta de una ópera de Britten, Noye’s Fludde.

–Que es la que usa aquí, cuando Sam y Suzy se conocen.

–Así es. Después se me ocurrió usar The Young Person’s Guide to the Orchestra, que Leonard Bernstein grabó en los años ’60, justamente con un niño como narrador. Me venía perfecto: era una grabación de la época, tenía la voz de un niño y era de Britten, un compositor que admiro enormemente.

–Tanto Bill Murray como Jason Schwartzman son actores profundamente identificados con su cine. Hablemos de Murray.

–Hasta ahora estuvo en todas mis películas, con excepción de la primera, Bottle Rocket. La primera vez que lo dirigí, en Tres es multitud (Rushmore, 1998), pudo haber resultado muy intimidatorio para mí, por lo que él representaba. Pero él lo hizo fácil. Desde un primer momento hubo una clara sintonía entre lo que ambos pensábamos con respecto a las escenas o los personajes. Me daba la sensación de que no sólo entendía lo que la escena requería, sino que además disfrutaba de ello y le agregaba cosas de él.

–¿Y Schwartzman?

–Desde Rushmore en adelante, tenemos la suerte de poder ser amigos y trabajar productivamente, dos cosas que no siempre van juntas.

–¿Es verdad que vivieron todos en una casa de la zona, durante el rodaje?

–Sí, pero no fue algo buscado, se fue dando así. La idea original era armar allí una isla de edición y por comodidad el director de fotografía, el editor y yo nos instalamos allí. Un día, antes del rodaje, cayó Edward Norton para hacer unas pruebas de vestuario. Como la casa era grande y tenía un cuarto de huéspedes, Edward me sugirió que en lugar de ir a un hotel podía quedarse ahí. Cuando empezó el rodaje siguió viviendo allí. Una noche Bill vino a cenar y también terminó quedándose. Y finalmente Jason encontró una habitación que le gustaba, y se sumó.

–¿Es la primera vez que hace algo así?

–No, en Viaje a Darjeeling habíamos estado todos alojados en un antiguo palacio, en las afueras de Jaspur. Incluso ya en Bottle Rocket ocurrió algo parecido, porque parte de la película transcurría en un motel caminero, y entonces aprovechamos y nos instalamos ahí. Está bueno compartir el alojamiento durante el rodaje, ayuda.

–Teniendo en cuenta que su próxima película se llama The Grand Budapest Hotel podemos suponer...

–Sí, no diga nada. Creo que ya tenemos alojamiento asegurado.

–¿Quiénes? ¿Usted, Murray y Schwartzman?

–Creo que volveremos a estar juntos, sí.

Traducción, selección e introducción: Horacio Bernades

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