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Miércoles, 16 de enero de 2013
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Entrevista a Ryan Gosling, el actor que parece estar por todas partes

“¿Estaré haciendo demasiadas cosas?”

Sus apariciones en Secretos de Estado y Drive terminaron de instalarlo en una industria que siempre está buscando sucesores a nombres ya demasiado conocidos. Y aunque su carrera no deja de crecer, Gosling no puede evitar sentirse incómodo con la celebridad.

Por Emma Jones *
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Gosling en Drive, la película de Nicolas Winding Refn que se convirtió en un éxito de culto.

Basta mencionar a Ryan Gosling a las mujeres –e incluso a cierto número de hombres– y con frecuencia escapará de ellas un sonido como de neumático que pierde aire. Se estremecen visiblemente ante el nombre, quizá pensando en esa mandíbula sucesora de George Clooney en Secretos de Estado; o en el canoso, empapado Noah Calhoun de Diario de una pasión, o incluso golpeando cabezas en ese éxito de culto llamado Drive. Es, sin dudas, el hombre del momento; ningún otro actor posee este efecto de mareo.

Parece que hay sólo una persona en el mundo que no está interesada en hablar de Ryan Gosling, y es el mismo actor, un canadiense de 32 años que parece estar por todos lados. Eso, de un modo seguramente frustrante para él, lo hace aún más atrayente. Entonces fija sus ojos azules en la entrevistadora, y empieza a hacer él mismo las preguntas: “¿Alguna vez conociste a Arnie?”, comienza. Arnold Schwarzenegger está en Los Angeles, en la gira de promoción de una nueva película. “Me encantaría conocerlo –agrega en un tono casi anhelante–. Cuando era chico, mi mamá tenía una foto de él pegada en la heladera, montando un caballo. Hablemos de él en lugar de hablar de mí.” Este parece ser un patrón. Si se le menciona a Gosling su amado perro George, responde que “George es mucho más interesante que yo; de verdad, preferiría hablar de él”. No es una pose ni un gesto defensivo; suena auténtico en sus esfuerzos. Quizá más de lo normal, teniendo en cuenta su creciente nivel de exposición.

El 2011 fue un año de cambios abruptos en la vida del actor. Apareció en tres películas exitosas y reunió un par de nominaciones a los premios Globos de Oro por dos de ellas, Drive, y el thriller político Secretos de Estado. Además, apareció en un personaje algo chupamedias en el inesperado éxito Crazy stupid love. Cosechó más de cien millones de dólares en la taquilla estadounidense, aunque la lacrimógena Diario de una pasión sigue siendo su película más exitosa hasta la fecha. Pero en Crazy stupid love, el personaje de Emma Stone es el vehículo de los pensamientos de millones, cuando mira los marcados abdominales de Gosling y pronuncia “por favor, decime que eso está photoshopeado”. Desde ese momento, su carrera quedó sellada. El y Stone tienen una química natural, aunque él describe a la pareja como “un par de amigos de fierro” y estuvo saliendo con Eva Mendes por un año y medio. Pero el director Ruben Fleischer reunió a Gosling y Stone para Gangster Squad (que se estrena mañana en Argentina, con el título de Fuerza antiganster), un brutal film noir situado en Los Angeles en 1949. En un elenco que incluye a Sean Penn y Josh Brolin, Gosling derretirá nuevos corazones aún no conquistados, como el sargento Jerry Wooters, un ex soldado que se rinde a los encantos de la prostituta que encarna Stone. Para darse una idea de cómo el dúo se roba escenas, basta recordar al joven Russell Crowe en LA Confidential, una película de la cual Gangster Squad, de alguna manera, se hace eco.

La cuenta de muertos en el film es más alta que en Drive, pero Gosling no tiene un amor particular por las películas de acción. “Soy canadiense”, sostiene. “No tengo mucha angustia que descargar. Nunca fui la clase de pibe que ama las películas de gangsters, pero cuando crecí me obsesioné con el detective Dick Tracy. Era una de mis películas favoritas, y realmente me inspiró. Me hubiera encantado ser parte de esa era dorada de Hollywood en los años ’40. Me hizo querer ser actor.” La admiración de Gosling por un luchador del crimen es conmovedora, considerado un invidente de su infancia. Cuando estaba en primer grado en Ontario, impactado por la visión de Rambo, el chico llevó unos cuchillos para carne a la escuela y se los tiró a sus compañeros de clase. Fue suspendido.

Sus años de infancia suenan solitarios: se dice que no tuvo amigos en la escuela, y durante un tiempo recibió educación hogareña de sus padres, que eran mormones. Según dijo en el pasado, el mormonismo afectó todo en su infancia. Dejó la escuela otra vez a los 17 años, para dedicarse por completo a la actuación. Es que la performance es algo en lo que se distinguió desde una edad temprana: de hecho, Gosling fue un “mouseketeer” durante dos años, junto a otros nombres hoy célebre como Britney, Justin, Christina y todo el equipo del Mickey Mouse Club en Orlando, Florida. Una vez dijo que ésa fue la época más feliz de su vida, y ahora confirma que sigue creyendo lo mismo. “Aunque estas últimas películas fueron buenas”, agrega, “porque de algún modo me sirvieron para revivir aquellos tiempos, cuando todo era como un país de maravillas. Todo era nuevo y mágico”.

Quizá esa es la razón por la cual a Gosling le cuesta tanto disfrutar el éxito, porque sabe cuán rápido puede perderse el éxito y los placeres que éste trae. Interrogado sobre su fama, responde rápidamente: “Eso significa que el reloj sigue marcando las horas, y que probablemente empeore. Quiero decir, ¿pensás que estás viéndome demasiado? ¿Estaré haciendo demasiadas cosas?”. Su tono no es agresivo: la mayor parte del tiempo, Gosling habla de manera suave, pero parece genuinamente curioso por saber si las demás personas piensan que está en peligro de sobreexponerse. Es muy posible que en algún momento desaparezca por algún tiempo. Gosling inicialmente apareció en televisión, y luego saltó a la gran pantalla en roles como el de 2001, cuando personificó a un judío neonazi en The Believer. Por ese papel ganó el Premio del Jurado en el Festival de Sundance y, según dice, “le puso papel de regalo a la carrera que tengo hoy”. Papeles como el de Diario de una pasión le dieron cuatro premios Teen Choice y fue nominado para un Oscar en 2006 por Half Nelson, película de Ryan Fleck protagonizada por Gosling como un maestro de escuela en una pequeña ciudad. Entonces, en 2007, fue reemplazado a último momento en Desde mi cielo, de Peter Jackson. Había engordado para el rol, y cuando lo descartaron, tal como lo resume hoy, “me encontré gordo y desempleado”. Hizo una pausa de tres años en la actuación, que dedicó a producir un disco con su banda, Dead Man’s Bones. Tres años después de aquel debut epónimo, admite que “seguimos trabajando” en un problemático segundo disco.

Volvió en 2010 con Blue Valentine: una historia de amor, película de bajo presupuesto aclamada por la crítica, con un argumento mayormente improvisado sobre la ruptura de una relación y con Michelle Williams como coprotagonista. Volvió, según dice, “con más energía de la que nunca antes había tenido. Durante Blue Valentine tuve que recordarme todo el tiempo a mí mismo que en realidad estaba haciendo una película... esa pausa me hizo bien, en el sentido de que tomarme cierto tiempo significó tener ciertas experiencias de vida. Experiencias de vida normal, quiero decir: cosas que después podés reflejar en una película”, explica. “No está bien tener una experiencia de vida a través de la filmación de películas, y que eso sea todo. Es muy difícil encarnar a una persona real cuando te pasaste tres años en jets y limusinas.”

Esa es parte de la razón por la cual hace dos años se mudó a Nueva York, “en una búsqueda de algo para hacer, ya que acababa de cumplir 30 años. Pero además porque en Los Angeles es fácil perder contacto con todo. Te sentás en tu auto todo el tiempo. En Nueva York estás forzado a lidiar con la vida, está todo el tiempo delante tuyo, todos los días”. De todos modos y aun en Nueva York, no consigue estar mucho tiempo solo. Los decibeles que celebran su aparición en programas como el de David Letterman o Jimmy Fallon llegaron el año pasado a niveles ensordecedores, aunque –otra vez– Gosling le resta importancia diciendo que “tienen que gritar porque hay gente con grandes carteles que dicen ‘aplausos’”. Una vez llevó a su perro George para “apoyo moral”, para que la atención se fijara en alguien más. Ante la mención de George (un mestizo de once años con corte mohawk), Gosling se anima realmente por primera vez en la charla. Ha descripto al animal como “el gran amor de mi vida”, lo cual dejó pensando a Mendes y a su otra pareja duradera, la actriz Rachel McAdams. “Quería que estuviera hoy aquí, haciendo las entrevistas conmigo”, dice, echando un vistazo al piso vacío. “Normalmente lo llevo a todas partes, tengo papeles especiales para que pueda viajar conmigo a todas partes... ¿no podemos hablar de George?”

Como muchos de los personajes que encarna, Gosling parece ser en esencia un buen tipo metido en una situación que no eligió. Su celebridad, con la que parece incómodo, no parece que vaya a desvanecerse en lo inmediato. Tras una década casi sin errores en sus elecciones laborales, ahora volverá a trabajar con el director de Drive, Nicolas Winding Refn, en el thriller Only God Forgives. También está comprometido con un proyecto de Terrence Malick aún sin título, y espera hacer su propio debut como director, con una historia negra también escrita por él, How to Catch a Monster. Aun así, cuando se trata de visualizar el futuro de Ryan Gosling, se termina imponiendo la imagen de él y George, caminando hacia el atardecer. Solo un hombre y su perro.

* De The Independent. Especial para Página/12.

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