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Martes, 28 de mayo de 2013
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Modesto López y la experiencia de filmar Todavía cantamos

“No me siento realizador, me siento un integrante del coro”

La película, que podrá verse en la sala de Sarmiento 2255 sólo mañana y el jueves, retrata el modo en que nació y creció el coro Quiero Retruco, “un espacio artístico para expresarse y solidarizarse con otros compañeros que están en actividades distintas”.

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Modesto López llegó a la idea del documental tras reencontrarse con Jorge Chanal, director del coro.

En diciembre de 2008, durante una de las reuniones que suelen realizarse cada fin de año en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, uno de los asistentes tuvo la idea de que podían formar un coro, integrado por algunos de los compañeros. Justo estaba allí Jorge Chanal, cuyo hermano fue secuestrado y desaparecido en la época más nefasta de la Argentina. Chanal es músico (es conocido su grupo Folk 4, que creó a fines de los ’70) y, además, es director de coros. De modo que cuando el proyecto tomó forma, los coreutas ya tenían asegurado quién iba a tomar la batuta. Integrado por ex presos políticos de la dictadura (de diferentes agrupaciones), hijos y otros familiares de desaparecidos, el coro Quiero Retruco es una síntesis perfecta de cómo el arte y el compromiso pueden darse la mano para crear, pero también para no olvidar. El cineasta español Modesto López –que vivió varios años en la Argentina y desde hace cuatro décadas reside en México– decidió contar la historia de Quiero Retruco en el documental Todavía cantamos, que se presentará únicamente mañana y el jueves a las 20 en el Teatro SHA (Sarmiento 2255).

La idea del documental también lo tuvo a Chanal como protagonista. López y Chanal habían sido viejos amigos, pero hacía casi cuarenta años que no se veían. Hasta que, casi azarosamente, el músico vio el documental que López había hecho sobre el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, que el documentalista estaba presentando en la Argentina. “Y me empezó a contar lo que hacía, que dirigía coros y, entre éstos, había uno formado por ex presos políticos e hijos de desaparecidos”, recuerda López a Página/12. No bien le dijo eso, el documentalista se interesó en el tema y le pidió a Chanal que lo invitara a un ensayo. “Fui al ensayo, conocí a los integrantes del coro y me entusiasmé por sus formas de ser, por sus historias, por sus vidas y por lo que estaban haciendo”, relata el hombre al que también le contaron que el canto fue una parte importante en la época en que estas personas estuvieron en prisión. “Y no solamente eso. El canto en la vida del hombre siempre juega un papel importante: así fue en la Guerra Civil Española, en la resistencia italiana y francesa... La historia está llena de canto a pesar de lo trágico”, opina López.

El asunto era cómo encarar esos dieciocho integrantes. La manera que encontró el director fue como si fuera un solo personaje. “O sea, que tuviera una continuidad. Y una de las cosas que me interesaron mucho era cómo la vida te lleva y es muy difícil entenderse en circunstancias normales porque uno tiene posiciones políticas muy sectarias, muy excluyentes, muy particulares, y cómo ellos, dentro de la cárcel, lograron superar todo eso. Eso resultó muy importante para mí porque fue una de las cosas que siempre me preocuparon: cómo puede ser que tantos hermanos que peleamos por lo mismo y que tratamos de cambiar este mundo para hacer uno mejor, a veces no nos podemos entender. Y son dificultades muy difíciles de sobrellevar.” Pero ellos “lograron integrarse en estas circunstancias extremas y mantenerlo afuera, integrando este coro”, sostiene López, sin dejar de mencionar la admiración que le provoca.

–Al ver la película puede entenderse que en un coro prima el valor de lo colectivo, algo que también sucede con la militancia. ¿Usted cómo lo observa?

–Una de las cosas que intenté mostrar del coro es cómo sin quitar lo individual (cada uno tiene una forma de enfocarlo) se integran al colectivo y cada uno de ellos aporta a ese colectivo. Eso es lo más sabio que tienen en este coro. Y para mí eso es importante.

–En el coro hay viejos militantes del ERP, Montoneros y del Partido Comunista. ¿La música sirvió como un ámbito de unidad frente a las distintas identidades políticas?

–La música fue una parte. Creo que sirvieron muchas cosas. Por ejemplo, cómo aprendió uno a mirarse en el otro. Uno de los integrantes del coro dice: “En la cárcel aprendí ser yo en el otro, cosa que antes jamás me había planteado”. Ahí el ser humano se despojó, se sacó la coraza y se entregó humanamente, superando sectarismos y concepciones muy drásticas que, a veces, tenemos las personas.

–¿Este coro es un espacio donde los ideales pueden manifestarse a través de lo artístico?

–Cada uno de ellos sigue activando y haciendo cosas en la vida social. Y el coro es una parte donde ellos encuentran un espacio artístico para expresarse y solidarizarse con otros compañeros que están en actividades distintas, como pueden ser las Madres de Plaza de Mayo y otras organizaciones de derechos humanos, donde ellos permanentemente participan. Entonces, es una parte creativa que, sin ser ellos profesionales de la canción, lo toman como un elemento más de militancia. De alguna manera, también ejercen con el canto una militancia cultural.

–¿La idea del documental fue también contar a partir de este coro parte de la historia de la militancia y la resistencia frente a la dictadura argentina?

–Algunos aspectos. Dentro del documental son como pantallazos, como reflejos recordatorios. Y no sólo de la última dictadura. Por ejemplo, cuando recupero la canción de Daniel Viglietti que canta el coro, la idea es recordar la matanza de los indios onas, la matanza de la Semana Trágica, la Masacre de Trelew. Esto no empezó ni terminó con la dictadura de Videla. Tiene una historia que viene de mucho atrás y que no debemos olvidar. Entonces, son pantallazos, como chispazos de la memoria y que algo acontece porque aconteció antes y tiene una continuidad. No les podemos echar toda la culpa únicamente a los militares porque también hubo civiles que participaron. Y esto es una larga historia de represión, resistencia y combatividad del pueblo que ha dado muchas vidas, mucha sangre a lo largo de tantos años.

–El hecho de que el coro no esté solamente formado por ex presos políticos sino también por hijos de desaparecidos y otros familiares de las víctimas de la represión, ¿tiene que ver con la transmisión de una cultura solidaria de generación en generación?

–Creo que fueron circunstancias que se fueron dando en la integración del coro, porque cuando el grupo se inició, unos fueron convocando a otros y, en consecuencia, fue apareciendo la gente que estaba interesada en el canto. Yo creo que se fue dando más que nada por la amistad y las relaciones que fueron teniendo los integrantes que, a su vez, convocaron a otros, cuyo círculo de amistades estaba integrado justamente por los familiares, hijos de desaparecidos, gente que combatió y militó en los derechos humanos durante la época de la dictadura. La amistad lo sostiene. Esa gran amistad que se siente, que se respira en los ensayos, en la vida cotidiana de ellos, está, además, fuera del coro. Eso fue lo que traté de encontrar. No solamente detenerme en el coro, sino en las cosas de la vida cotidiana de cada uno de ellos fuera del mismo.

–Tanto la música como otras artes pueden ser una forma de resistencia. Estas personas, cuando fueron presos políticos, ¿también cantaban, cuando estaban detenidas, porque lo vivían como una experiencia liberadora?

–Así es. Y muchas veces cantaban, como ellos mismos lo dicen, porque estaba prohibido el canto. Cantaban en voz baja y cuando se acercaba el guardiacárcel se callaban. Nunca lograron cantar en un coro dentro de la cárcel. Sin embargo, se aprendían los textos, se pasaban las voces. Es una cosa interesante cómo el hombre en circunstancias extremas aprende a comunicarse. Así como utilizaban el lenguaje de manos, el código Morse y tantas otras formas de comunicación, el canto también era una manera de expresarse, de decir: “Aquí todavía estamos vivos”, “todavía cantamos”. Siempre recuerdo una frase que escribió Julius Fucik, el checoslovaco que siendo muy joven mataron los nazis. Cuando fue a la horca, dejó escrito: “He nacido por la alegría, por la alegría he ido al combate y por la alegría muero. Que nunca mi nombre se confunda con la tristeza”. Eso fue algo que también me llevó a este documental. Leí su libro hace mucho y me conmovió. Y noté en ellos eso: a pesar de todo, tenían la alegría de vivir. Cuando estuvieron en la cárcel tenían la capacidad de saber que podían ir a la muerte también, pero estaban convencidos de que lo que hacían era lo correcto, que estaban contribuyendo a mejorar este mundo. Y lo importante es que ellos no se traicionaron: siguen siendo lo que algún día fueron. Y los hijos de quienes desaparecieron y los familiares siguen y continúan respetando la memoria, pero no porque sea una cosa tradicional, sino por convicción: siguen apostando todavía a lo que los padres y los familiares desaparecidos creyeron.

–Parece una revancha del destino que aquellos que estaban bajo estrictas “normas” de aislamiento e incomunicación hayan creado una experiencia de expresión tan gratificante mucho tiempo después. ¿Cree que esto tiene que ver con que su lucha en defensa de la libertad se mantuvo firme a lo largo de los años?

–Yo creo que sí. Algunos de ellos lo dicen. El espíritu que logró sostenerlos fue, primero, estar convencidos de que lo que hacían era coherente; segundo, ser respetuosos de los compañeros que dieron sus vidas; es decir, ser honestos y coherentes y no traicionar esos principios de los compañeros que dieron la vida. Yo siempre digo que en estos personajes del coro yo encuentro esa gente que es necesario que exista para seguir creyendo en el hombre. Y ellos son eso. Son esos seres que si no existieran habría que inventarlos para que uno tuviera más capacidad y ganas de vivir. Por suerte existen estos integrantes del coro. Y eso para mí es fundamental. Mientras yo hacía este documental observaba a cada uno de ellos en la vida cotidiana, en las reuniones que fui teniendo con ellos e integrándome. Y decía: “Esta es mi gente, sin que importe de qué partido es. Es la gente con la que yo tengo que caminar, con la que siempre quise hacerlo”. Por eso, no me siento como un realizador que dirigió este documental, sino como una persona que se integró al coro tratando de mostrar algunos aspectos de la vida del coro y de mostrarlo al público de la mejor manera posible.

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