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Domingo, 9 de junio de 2013
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JORGE DENTI, DIRECTOR DEL FILM LA HUELLA DEL DOCTOR ERNESTO GUEVARA

“Los viajes fueron la otra universidad del Che Guevara”

En su documental, que se estrena este jueves, el cineasta indaga en aspectos poco conocidos de la vida del revolucionario y permite conocer a un destacado médico e investigador, a un amante de la poesía y a un apasionado por la arqueología.

Por Oscar Ranzani
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Denti formó parte del mítico grupo Cine de la Base. Durante la dictadura tuvo que exiliarse.

El director y productor de cine y televisión argentino Jorge Denti nació en 1943. De modo que, cuando se produjo la Revolución Cubana, era un adolescente. Sin embargo, justo por aquel enero de 1959 leyó en un diario que compraba su padre acerca de la gesta de Fidel Castro, secundado por un revolucionario argentino llamado Ernesto Guevara. Claro que Denti era chico para entender la dimensión de lo que había significado el ingreso triunfal a La Habana. Pero siempre le quedó marcada esa imagen. Unos años más tarde, Denti comenzó a militar y durante los ’70, cuando el cine podía llegar a ser una herramienta para la transformación política y social, formó parte del mítico grupo Cine de la Base, fundado por el cineasta desaparecido Raymundo Gleyzer. Denti también fue uno de los tantos argentinos que tuvo que padecer el exilio durante la dictadura; en su caso, en México, país donde se quedó a vivir definitivamente. Unos años antes, estando en París con un grupo de colegas, se enteró del asesinato del Che en Bolivia, producido el 9 de octubre de 1967. “Pero nosotros no creíamos que había sucedido hasta que después habló Fidel y la noticia se confirmó”, comenta el cineasta en diálogo con Página/12. Y cuando el Che murió también sufrió la pérdida. Denti sentía la necesidad de hacer una película sobre el Che desde hacía muchos años. El que influyó para hacerla fue nada menos que el padre de Guevara, cuando “una vez, cenando en su casa, me dijo que las películas del Che estaban bien pero que creía que seguramente a su hijo le hubiera gustado que se hiciera una sobre quién fue Ernesto Guevara y su quehacer en América latina”, relata. Después de muchos años, pudo concretarla: La huella del Doctor Ernesto Guevara se estrenará el próximo jueves en la cartelera porteña.

Denti siguió el consejo del padre del revolucionario e indagó en el aspecto menos conocido de su vida, ya que “el otro aspecto fue demasiado explorado”, admite. El documental arranca en 1953, cuando Guevara inició su segundo viaje por Latinoamérica junto a Carlos “Calica” Ferrer, luego de realizar el primero junto a Alberto Granado. El cineasta combina los testimonios de testigos, compañeros e historiadores de Guevara junto con la lectura de una voz en off que hace públicas las cartas que les enviaba el joven Ernesto a su madre y a “Tita”, una compañera de estudio de la Facultad de Medicina. Se reconstruyen fragmentos de sus recorridos por Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala y México, entre otros países donde el médico aprendió sobre las dificultades que vivía la gente en zonas desfavorecidas y socialmente vulnerables. También se escucha a sus compañeros de viaje: el recordado Alberto Granado y Calica Ferrer. Partiendo de ese segundo viaje, La huella del Doctor Ernesto Guevara indaga en las motivaciones que tenía este médico argentino y cómo entendía su profesión al servicio de los más necesitados. La particularidad del film de Denti es que aborda al hombre antes del revolucionario: es el Che antes de ser el Che. Y lo hace con una profunda investigación que permite conocer aspectos inexplorados, como los diversos trabajos que tuvo Guevara como fotógrafo y velador, entre otros, durante el segundo viaje por Latinoamérica, y de sus investigaciones médicas en alergología. Este documental cuenta no sólo su faceta humana sino también la intelectual: puede conocerse a un destacado médico e investigador, a un gran amante de la poesía y a un apasionado por la arqueología. De modo que el film de Denti presenta al Che no sólo como el hombre de acción que supo ser cuando la historia lo tomó de la mano sino como un pensador lúcido e inquieto.

La huella... es una película sobre el hombre antes que sobre el héroe. Y Denti tiene grabadas las palabras de Ernesto Guevara cuando regresó de su primer viaje: “El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina. El que las ordena y pule, yo, no soy yo. Por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América, me ha cambiado más de lo que creí”, dijo Guevara.

–¿Estos viajes significaron la transformación definitiva del médico en revolucionario?

–Sin duda. Hay muchos lugares por donde empezar esta historia. Yo creo que los viajes son la otra universidad que cursó Guevara en su vida. El estudió Medicina en Buenos Aires, con algunas interrupciones por los viajes que hizo cuando era enfermero dentro de los servicios de los barcos de la flota del Estado argentino que iban por Sudamérica. Pero él entendió que ésos no eran los viajes que quería hacer. Ernesto fue un gran explorador del ser humano, del hombre. Iba a buscar la fuente de los problemas, el origen de las enfermedades. Y después, era un hombre curioso sobre el campesinado, sobre los mineros, sobre los trabajadores. Eso lo llevó a hacer el primer viaje con Granado, que fue extraordinario, y del que ya se conoce mucho. El segundo viaje ya lo hace como médico.

–¿Se puede decir que el primer viaje despertó en Guevara su sensibilidad social y el segundo, su conciencia política?

–No lo podría afirmar tan categóricamente. El dice: “Los viajes por América latina me han hecho conocer la miseria, el hambre, la imposibilidad de curar a los niños por falta de medios; la degradación causada por la injusticia, por el sufrimiento, como sucede muchas veces en las clases golpeadas de nuestra patria americana. He visto cosas que me han parecido tan importantes como el empeño por convertirme en un investigador famoso”. Ese es el espíritu que, en cierta forma, tenía Ernesto. Y creo que eso tiene que ver con su primer viaje. También hay que recordar que Ernesto empezó a trabajar en Buenos Aires con el doctor Salvador Pissani –que dirigía el Instituto de Investigaciones Alérgicas–, antes del primer viaje. Cuando regresó, volvió a trabajar con Pissani. Hizo un trabajo de investigación importante sobre cómo cierta alimentación afecta al asmático. Es muy importante eso: cuando recorrió América en el segundo viaje, ingresó al Hospital General de México, donde continuó haciendo la investigación allí. O sea, tuvo una continuidad como médico en la especialidad de la alergología. Y eso me parece fundamental en la vocación que tuvo Guevara por su trabajo. Incluso quince días antes de conocer a los hermanos Castro, él pensaba ir a estudiar a Francia y especializarse en alergología con unos especialistas franceses. Dentro de su espíritu, su profesión de médico estaba presente todo el tiempo.

–Generalmente tiende a hablarse de “los diarios del Che”, pero su película recupera muchos escritos de Ernesto Guevara destinados a su madre y a una compañera de estudios antes de que fuera el revolucionario que fue y que los escribió en sus viajes por América latina. Era un hombre que siempre documentaba su vida. No fue algo que surgió como consecuencia del combate.

–No, para nada. Desde chico, Ernesto tenía un método. Era un asmático severo. Durante mucho tiempo no pudo cursar la escuela. Entonces, su gran formación se la dieron su madre y su padre a través de la lectura. Y después tuvo una etapa que sí pudo ir a la escuela. Pero al principio tuvo problemas. Como era un gran lector, tenía una metodología que empezó a usar desde joven: hacía apuntes de lo que leía. Más grande, cuando empezó a leer los estudios filosóficos llevaba un riguroso resumen y de cada obra anotaba lo que le importaba. Eso, en un mundo sin computadoras, era el detonador de la memoria para cualquier estudiante. Y él logró ese método. Yo no sé si ese método fue por la madre, el padre, o cómo, pero siempre tuvo un método de escritura. Y también escribía diarios o apuntes de la vida cotidiana. Está lleno de libretas y de historias que Ernesto fue escribiendo.

–¿El haber sido velador, entre otros trabajos en México durante el segundo viaje, funcionó como estímulo para leer autores fundamentales que ayudaron a construir su conciencia revolucionaria?

–Creo que sí. Leyó a Marx, Lenin, Trotski. Leyó a todo el mundo. Ernesto no velaba, sino que leía. Es como que tenía una beca para leer. Arnaldo Orfila era un editor argentino importante que le dio ese trabajo. Orfila fue uno de los fundadores de la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económica. Y Ernesto fue velador con su amigo El Patojo, un guatemalteco que lo acompañaba en aquella época.

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