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Domingo, 7 de julio de 2013
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LAS 831 PANTALLAS NACIONALES NO ALCANZAN NI PARA LOS TANQUES

Sin lugar para los débiles, pero tampoco para Stallone

Aunque la industria cinematográfica pueda exhibir records de público y recaudación, los lanzamientos fuertes de Hollywood no les dejan espacio ni a films medianos del mismo origen. Ni qué hablar del cine europeo o asiático, que pena por la falta de digitalización.

Por Ezequiel Boetti
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Mientras que Monsters University, el último tanque de Pixar, estrenó con 276 copias, Barbara –Oso de Plata en Berlín– lo hizo con apenas ocho.

La industria cinematográfica infla el pecho y enseña una sonrisa plena de dientes, como si supiera que la coyuntura no puede augurarse otra cosa que nuevos records de público y recaudación. Tiene muy fresco lo ocurrido a fines de junio, cuando los estrenos simultáneos de Guerra Mundial Z y la esperadísima Monster University en un fin de semana XL configuraron un panorama ideal para que más de 1,6 millón de espectadores –cifra inédita en los últimos años– reventaran las boleterías. Sabe, también, que el primer semestre muestra todos sus rubros empresariales en verde: según cifras de la consultora Ultracine, en lo que va de 2013 hubo 22,6 millones de espectadores que pagaron 773,7 millones de pesos para ir a ver alguna de las más de 150 películas estrenadas. La comparación interanual en el mismo período es aún más auspiciosa, con un leve crecimiento de tickets (1,4 por ciento) que sin embargo reporta una recaudación total superior al 28 por ciento. Y por sobre todo, la industria sabe que en las próximas semanas, cuando el receso invernal obligue a los menores a hacer del entretenimiento una rutina, vendrá lo mejor. Hasta aquí, entonces, todo bien. O al menos eso parece. El asunto se complica cuando un desglose más detallado de las cifras muestra que no todos los integrantes del universo de la pantalla gigante comen de la misma torta.

Tanques al por majors

El último opus de Pixar y el protagonizado por Brad Pitt salieron al mercado el jueves 27 con 276 y 211 copias, respectivamente. Catorce días después fue el turno de El Llanero Solitario y Mi villano favorito 2, con 212 y 281. Si se tiene en cuenta que Rápidos y furiosos 6 (220) y El hombre de acero (268) aún están en cartel, podrá presuponerse que las 831 pantallas nacionales son insuficientes incluso para los propios tanques. Y si entre hermanos se pelean, ¿qué queda para los de afuera? Los resquicios del sistema, tal es el caso de Bárbara y César debe morir, que se lanzaron el 20/6 y el 4/7 con... ocho y siete copias. Es cierto que algún lector podría decir, no sin razón, que varias de las películas norteamericanas son buenísimas. O que comparar sus aspiraciones comerciales con las de las ganadoras del Oso de Plata y de Oro en Berlín 2012 es lo mismo que mezclar peras con manzanas, pero el problema es que la confluencia del cierre casi simultáneo de varios espacios dedicados a la exhibición de cine arte, la desaceleración de la digitalización y el apetito cada día más voraz de las majors obliga muchas veces a eso, a la competencia de Mike Wazowski y Gru con la médica teutona y los presos shakespeareanos por un mismo espacio geográfico.

La otra posibilidad es la postergación de los estrenos hasta mediados o fines de agosto, cuando merma el arribo de dos superproducciones por semana. Esto trae consecuencias directas a las distribuidoras independientes. Primero, porque les impide trazar un plan de difusión a largo plazo, ya que los estrenos se confirman recién el lunes previo a la fecha originalmente pautada, cuando los números del fin de semana ya están en las manos de los exhibidores y ellos bajan o levantan el pulgar según el rendimiento de la cartelera conformada el jueves anterior. Segundo, porque se agranda la brecha temporal con el lanzamiento en el país de origen, favoreciendo así a la masificación ilegal del producto en kioscos y mantas, además de su circulación 2.0. Dos ejemplos recientes son El ejecutor, cuyo estreno pasó de abril a junio y de allí a mediados de septiembre, y El hombre con los puños de hierro, que se estrenará recién a fines de agosto después de anunciarse durante meses para el 20 de junio.

Lo llamativo es que se trata de dos films norteamericanos medianos que a priori tienen elementos para funcionar entre un público de paladar multicine. Ambos de género narrativos clásicos, el primero es un policial protagonizado por Sylvester Stallone y dirigido por el igualmente inoxidable Walter Hill. El segundo es de artes marciales, tiene a Russell Crowe al frente del elenco y ni más ni menos que a Quentin Tarantino como padrino.

Uno de los problemas cuya dimensión crece proporcionalmente a los lanzamientos globales y con multicopiado es, entonces, la imposibilidad de obtener una fecha de estreno segura para cualquier proveniente ya no de Francia o Italia, sino incluso para los films de Hollywood no distribuidos por alguna de las cinco majors (Fox, Warner, Disney, UIP y Sony) que operan en la Argentina. “No existe ninguna institución que nos cuide y proteja”, alerta uno de los empresarios nacionales que pidió el anonimato.

Un análisis del Anuario 2012 de Ultracine muestra que las cinco compañías con capitales extranjeros (Fox, Warner, Sony, UIP y Disney) concentraron el 81 por ciento de los 46,5 millones de espectadores del año pasado y estrenaron nueve de los diez títulos más vistos (la excepción fue Amanecer Parte 2, de Alfa Films). Entre esa decena se repartieron 28 millones de tickets, es decir el 60 por ciento. Si se continúa la lista hay que ir hasta el puesto 30 para encontrar al segundo film comercializado por una empresa nacional (A Roma con amor, de Diamond Films). Tanta es la diferencia que la película más exitosa del año pasado, La era del hielo 4, cortó casi la misma cantidad de entradas (4,5 millones) que el total de los 38 films de las dos distribuidoras no majors más exitosas (4,7 millones), las ya mencionadas Diamond y Alfa. En ese sentido, el panorama 2013 no ofrece síntomas de cambio: la primera película de una empresa nacional figura en el puesto 16 (Scary Movie 5 y sus sorprendentes 375 mil espectadores) y la concentración entre sus quince predecesoras es del 75 por ciento del público (16,9 millones). Página/12 intentó contactarse sin suerte con las filiales argentinas de las compañías para conocer su opinión sobre el tema.

Un paseo por el viejo mundo

Ahora bien, si ni siquiera hay lugar para una con Rocky y otra con Gladiador, ni hablar de las cinematografías europeas, marginadas desde la consolidación de la era multicine a mediados de los ’90. A estas películas sólo le quedan la explotación de un público aún dispuesto a resistir con estoicismo los embates del pochoclo. Allí están los notables guarismos de Tabú y En otro país, con 25 mil y 20 mil tickets respectivamente, para comprobarlo. Sin embargo, la porción de mercado tiende a la disminución. “Antes, si una película de arte funcionaba bien llevaba 80 mil o 90 mil espectadores. Hoy, Amour, con la Palma de Oro y el Oscar a la mejor película extranjera, entre otros galardones, fue vista por alrededor de 50 mil espectadores”, grafica Analía Sánchez, de CDI Films, compañía que tiene en carpeta lo último de Darío Argento (Drácula 3D) y Marco Bellocchio (Bella addormentata).

La alternativa para las distribuidoras chicas frente a esa merma es la afinación del lápiz a la hora de comprar material. “Una mala adquisición puede tener consecuencias muy graves para la continuidad de la empresa. No podemos darnos el lujo de invertir una cantidad importante de dinero y quedar muy por debajo de la línea de rentabilidad, y éste es un negocio que se presta mucho para eso”, explica Carlos Zumbo, de Zeta Films. Así, en medio de un contexto de cuentas al borde del límite, es necesario un balanceo de los criterios artísticos con los económicos. “En algunos casos, la diferencia del subsidio que otorgan algunos países europeos para difundir su cine puede ser lo que haga rentable el negocio. Por ejemplo este año estrenamos la rusa Elena y apenas recuperamos los costos. Obviamente que eso es mucho mejor que perder, pero con el subsidio la ganancia hubiera sido ese dinero. No es muy motivador hacer todo el trabajo de lanzamiento para apenas recuperar la inversión”, agrega Zumbo.

Florencia Schapiro, dueña de la distribuidora Lat-E, cataloga la situación actual como una en la que imperan los “recaudos”. “Antes se traía una película sólo porque la anterior de ese director había funcionado bien. Ahora es necesario considerar los subsidios, que exista un distribuidor en México o España y se pueda llegar a compartir gastos, que la crítica local sea positiva. En los festivales más importantes se ve una selección de 35 o 40 películas muy interesantes, pero siempre hay sólo dos o tres que agrupan estos factores”, explica la empresaria. Sánchez reconoce que la coyuntura los obliga a adaptarse a las temáticas más rendidoras: “Creo que hoy el público busca ir al cine para pasar un buen momento, y quizá por eso funcionan mejor las comedias livianas que los dramas. Tratamos de ir ajustándonos a nuestra experiencia y a lo que hoy creemos que se busca”.

¿Qué hacer, entonces, para que el cine norteamericano no siga acaparando a libre voluntad el grueso de los canales de exhibición? Dos años atrás, con Piratas del Caribe ocupando 342 salas y el promedio de copias por lanzamiento norteamericano alcanzando la media centena (en 2007 era de 38), el Incaa ensayó una respuesta implementando un arancel a los films extranjeros proporcional al número de copias, que sin embargo no surtió los efectos esperados: basta releer líneas arriba los números de Monster University y Guerra mundial Z para comprobarlo. A la luz de eso, los distribuidores coinciden en señalar a la digitalización y la construcción de nuevos espacios destinados a cine arte como principales soluciones. “Desde hace por lo menos ocho años es evidente la necesidad de más salas bien equipadas y con una buena coordinación que puedan adaptarse a los cambios. Estamos en un momento de transición en donde el sistema clásico ya no va más. El tema es cómo adaptarse. Las salas de arte que no supieron mutar, cerraron”, sentencia la mandamás de Lat-E.

Un camino posible

No hace falta demasiado para suponer quiénes tienen prioridad absoluta para el usufructo de los complejos más comerciales durante esta época del año. Las ofertas alternativas, entonces, deben buscar espacios ídem. O al menos deberían, ya que la ausencia de un circuito consolidado es uno de las principales falencias de la industria. Falencia que por si fuera poco creció en los últimos tres años, cuando los valores escandalosos de los alquileres y la obsolescencia técnica y edilicia le asestaron golpes de KO al Arteplex Caballito (octubre de 2010), Atlas Santa Fe (mayo de 2011) y Arteplex Centro (mayo de este año). “Cada pantalla sale entre 250 mil y 300 mil dólares, por lo que para un complejo de cuatro salas el costo mínimo es de un millón de dólares. Además, el tiempo de recuperación es muy largo y siempre está el riesgo de perder. Entonces el problema es que faltan inversores que tomen riesgos”, opina Sánchez. Así, justo cuando todo indicaba que la Sala Lugones del Teatro San Martín se mantendría como el único bastión de la resistencia cinéfila, llegó el Arte Multiplex (Cabildo 2829) para insuflarle nuevos bríos a la exhibición.

Administrado por la cadena Multiplex, la misma que regentea el Monumental y el Electric, los dos únicos espacios que aún sobreviven a los embates de las iglesias en la calle Lavalle, además de un complejo en Canning y otro en Belgrano, el ex cine Savoy abrió sus puertas con flamante nominación en el marco de la última edición del Bafici, y comenzó con sus funciones regulares a fines de abril. Desde entonces, el crecimiento fue exponencial. Un análisis de Otroscines.com muestra que el complejo cortó poco más de 14 mil entradas durante mayo, mientras que entre el 1º y el 21 de junio ya había superado las 17 mil. Apenas dos meses le alcanzaron para convertirse la cabecera de playa de los estrenos de cine arte, como por ejemplo Tabú, En otro país y Bárbara. Sin ir más lejos, 2700 de los 6700 espectadores que vieron Bárbara en su primera semana lo hicieron ahí.

“Hay un modelo que ya está establecido y uno sabe cómo funciona, cuál es la ganancia del pochoclo, qué tipo de público viene. Y cuando uno elige otro camino opta por no tener esa certeza. Consideramos que hay un segmento de mercado pequeño en comparación al total, pero que quiere cine de autor o europeo y que no encuentra lugares para verlo. Estamos buscando ser un complejo de cine que rompa con esa estructura habitual”, afirma Viviana Feldman, parte de la cadena Multiplex. Para ella, las claves están en ofrecer confort y calidad de proyección, pero también en hacer del cine un espacio de comunión, un “lugar de encuentro”, tal como lo define. Es en esa línea que recientemente inauguraron un Club del Espectador con cursos especializados y funciones especiales. “Cada complejo tiene características diferenciales que hay que atender para hacer una oferta de acuerdo con el segmento de mercado al cual uno se dirige. Este requiere un trabajo extra y El Club del Espectador es parte de eso. Hoy estamos muy felices porque el público está respondiendo. Es un camino muy difícil, pero interesante”, agrega la empresaria al tiempo que enseña, quizá sin saberlo, que aún existe una lucecita al final del túnel para la exhibición y distribución de cine arte. Será cuestión de cuidarla para que no se extinga.

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