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Lunes, 29 de julio de 2013
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Searching for Sugar Man, un documental que sólo puede verse en Internet

En busca del guitarrista fantasma

A primera vista, la obra del sueco Malik Bendjelloul podría parecer un “mockumentary”, el relato de un artista ficticio. Pero Sixto Rodríguez existió y existe, y cumplió un recorrido tan apasionante que exige buscar esta película inédita en Argentina.

Por Horacio Bernades
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A pesar de haber ganado un Oscar al documental, la película no se estrenó en cine ni saldrá en DVD.

La historia parece salida de un guión. De hecho, la última de los hermanos Coen (Inside Llewyn Davis, ganadora del Premio del Jurado en la última edición de Cannes) parece inspirada en ella. A comienzos de los ’70, un cantautor de Detroit llamado Sixto Rodríguez publica un par de álbumes, en un sello casi desconocido. No los compra nadie y un tercer álbum queda a medio terminar. Pero no en todas partes sucede lo mismo. Para nada. En Oceanía y los países “blancos” del sur de Africa (Rodesia, Sudáfrica), el tipo llega a ser más famoso que The Rolling Stones. Literalmente. En esas regiones, el de Rodríguez llega a ser un nombre mítico. Más todavía cuando empiezan a circular noticias de que este hijo de inmigrantes mexicanos, harto del ninguneo de sus compatriotas, se habría suicidado en escena. Sin embargo, a fines de los ’90 un par de fans empiezan a investigar y... El resto lo cuenta el documental Searching for Sugar Man, dirigido por el realizador sueco Malik Bendjelloul.

Ganador de su categoría en la última entrega de los Oscar, en Argentina Searching for Sugar Man no tiene estreno previsto en cines argentinos ni salida programada en DVD. Eso no impide que una adecuada búsqueda en Internet permita dar con él, con los subtítulos bien puestos. “Sugar Man, apurate/ Que estoy cansado de esta escena”, empieza diciendo el tema más famoso de Rodríguez –en Sudáfrica, al menos– incluido en su álbum debut, Cold Fact. “Por una moneda azul/ ¿No vas a devolverme/ Todos los colores de mis sueños?/ Plateados barcos mágicos/ Que vos traés/ Jumpers, coca, dulce Mary Jane.” Producto de una reciente remasterización, la voz suena clara y transparente. Dueño de una suerte de calma desesperada, el tema tiene todas las condiciones para ser un hit. Oído hoy, no suena fechado. Así como físicamente Rodríguez era igualito a José Feliciano, el tono lastimero, el timbre de tenor nasal y la longitud y voluntad narrativa de la lírica en temas como “Cause”, “Crucify Your Mind” o “The Establishment Blues”, inmediatamente traen a la mente a Bob Dylan.

Casi inevitable, ser un songwriter y parecerse a Dylan, a fines de los ’60 y comienzos de los ’70. “Nos pasaron el dato de que este tipo se presentaba en un barrio de Detroit en el que había algunos boliches, junto al río”, recuerda el ex guitarrista Dennis Coffey, tal vez menos conocido que algunos músicos a los que produjo a lo largo de su carrera. Marvin Gaye, Stevie Wonder o The Temptations, por ejemplo. Coffey se corrió una noche hasta el boliche donde tocaba este tal Rodríguez, que había grabado un simple bajo el nombre de Rod Riguez. Lo hizo junto a un amigo con quien buscaban músicos nuevos para un pequeño sello nuevo, Sussex Records. El bar tenía el elocuente nombre de The Sewer: la alcantarilla. “Esa zona de Detroit es muy brumosa, y cuando entramos nos envolvió la bruma del local. Se oía una guitarra acústica. En medio de la bruma, al fondo, un tipo tocaba de espaldas, encorvado sobre la guitarra, como haciéndolo para sí mismo. Era Rodríguez. En cuanto lo oímos, supimos que había que llevarlo al estudio.”

Para Sussex Records Rodríguez grabó Cold Fact (1970) y enseguida, Coming from Reality (1971). Recientemente relanzados en CD, suenan verdaderamente bien, más allá de algún arreglo orquestal tal vez algo passé. No se trata de un invento (por momentos y para quien no haya oído hablar de él, Searching for Sugar Man puede parecer un mockumentary, un falso documental sobre un músico inventado): el tal Rodríguez era bueno en serio. ¿Pero qué pasó con él, entonces? “¿Que cuánto vendió?”, repregunta, con semisonrisa entre amarga e irónica, Clarence Avant, dueño de la desaparecida Sussex Records. Conocido como “el padrino de la música negra”, Avant se contesta: “Qué sé yo cuánto vendió. Seis discos habrá vendido. Los compraron la mamá, el papá, la novia... No se enteró nadie.” Repreguntado si es verdad que no le rindió un solo royalty al pobre Rodríguez, por esa época una especie de Tanguito de Detroit (“Andaba todo el día por la calle, comía a los saltos, dormía donde podía”, dice otro testimoniante), Avant se pone nervioso, se enoja, saca carpiendo al entrevistador.

El entrevistador es un periodista sudafricano de rock, fan absoluto de Rodríguez, que a fines de los ’90 viajó hasta Detroit, cuna de la industria automovilística (que acaba de declararse en bancarrota, dicho sea de paso) para investigar qué pasó con el elusivo autor de Sugar Man. “No grabó más, se retiró. Se pasó el resto de su vida trabajando de albañil –cuenta su hija mayor–. Hacía los trabajos que nadie quería hacer. Los más pesados. Jamás se quejó, le gustaba hacerlo. Se especializa en demoliciones.” Frente a cámara (se lamenta el spoiler, pero es inevitable: Searching for Sugar Man trata de la búsqueda y hallazgo de don Sixto), Rodríguez luce, a los sesenta y pico, como todo un personaje. El anti rock-star por antonomasia, es la clase de tipo que si le dicen que el disco que sacó hace más de cuarenta años es bueno, no sabe qué responder, desvía la vista. Habla suave y bajito, se queda pensando, cuenta que está bien así como está, que no necesita volver a los escenarios. Sin embargo...

A esta altura es obvio cómo y dónde sigue la película, teniendo en cuenta que hasta el momento el hombre ni siquiera sabía del culto que desde mediados de los ’70 le rinden en Sudáfrica. “Me pregunto/ Cuántas veces tuviste sexo”, dice la letra de “I Wonder”, que allá en los pagos del apartheid llegó a convertirse en himno de lucha en contra de ese sistema. “En esa época Sudáfrica era prácticamente un estado policial”, dice el dueño de una casa de vinilos, cuyo apellido (Segerman) llevó a sus compañeros de secundario a llamarlo, obviamente, Sugar Man. “La represión era tal que ni hablábamos de coger –sigue Segerman–. ‘I Wonder’ o ‘The Establishment Blues’ representaron para nosotros la libertad a la que aspirábamos. No había un solo estudiante de clase media que en su discoteca no tuviera Cold Fact. El disco se vendió tanto que se agotó. En Estados Unidos no lo conseguías, así que terminó editándolo una grabadora sudafricana.”

El premio al mejor documental que Searching for Sugar Man obtuvo en el Festival de Sundance a comienzos de 2012 y el Oscar de febrero de este año permitieron que Rodríguez comenzara a hacerse algo más conocido en su país. Presentaciones en los shows de David Letterman y Jay Leno, en 60 minutes, una larga entrevista en CNN, un show en vivo en el programa de Jools Holland y, ya este año, conciertos en el Beacon Theatre de New Cork, Glastonbury en junio, la apertura del Festival de Jazz de Montreux a comienzos de este mes. Además, claro, de la edición de la banda de sonido de la película, en cuya contratapa puede leerse: “Rodríguez recibe royalties por la venta de este álbum”. Cuestión de diferenciarse de la experiencia previa. Mientras tanto, y hasta donde se sabe, pasados los ’70 el hombre sigue trabajando en demoliciones, viviendo en su vieja casa de Detroit. Recientemente aseguró a la Rolling Stone que tenía treinta canciones nuevas. Tanto como para un triple.

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