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Jueves, 1 de agosto de 2013
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Vino para robar, dirigida por Ariel Winograd

Una de ladrones, pero de guante blanco

Comedia sin más pretensiones que hacer pasar un buen rato al espectador, funciona porque tiene una puesta fluida y congruente, notable elenco y excelencia en los rubros técnicos. La película es coproducida por Patagonik y cuenta con distribución de Disney.

Por Horacio Bernades
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Valeria Bertuccelli y Daniel Hendler hacen una buena pareja cinematográfica.

“Para pasar el rato está bien”, comentaban unas señoras a la salida de la función. Comentario clásico, inmemorial casi, que suele tomarse como indicio de descerebre por parte de quien lo emite y sin embargo en algunos casos describe la película con la más absoluta exactitud. Si hubiera que categorizar Vino para robar, habría que hablar de comedia pasatista, insustancial incluso, sin que eso deba entenderse como desmerecedor. Hay películas que son insustanciales queriendo ser importantes, otras que son malas e insustanciales y están las que no aspiran a otra cosa que a la insustancialidad, más o menos lúdica, de una hora y media en la que es posible dejar el cerebro al costado de la butaca, pasarla moderadamente bien y retirarlo a la salida, como quien devuelve al acomodador los anteojitos 3D. Es el caso de Vino para robar, una de ladrones en la línea de Cómo robar un millón de dólares, donde Peter O’Toole y Audrey Hepburn lo hacían como quien asiste a un desfile de modas. Aquí sus lugares los toman Daniel Hendler y Valeria Bertuccelli, con dirección de Ariel Winograd, coproducción de Patagonik y distribución de Disney: aspiraciones de masividad y exportación, con las que la película debería cumplir.

“Tu nombre en clave es Bond, Juan Bond”, le dice Martín Piroyansky a Daniel Hendler. OK, entendido. Siempre y cuando a una de Bond se le extirpen archivillano, chiches tecno y trama de espías, y se le deje a... Bond. Si a algún Bond se parece aquí un hiperhierático Daniel Hendler es al de Pierce Brosnan. Y si a alguna película de Pierce Brosnan se parece Vino para robar no es tanto una de Bond como la remake de El affaire de Thomas Crowne. Que era más cool, frívola y elegante que la de Steve McQueen. Cool y elegante es Sebastián, el ladrón de guante blanco de Hendler, aquí en modo más deadpan que nunca. Deadpan es el nombre que dan los anglosajones al humor con cara de poker, y Hendler es seguramente el comediante más cara-de-poker del Río de la Plata. “Nunca estuviste tan deadpan”, podría decírsele a Hendler. Parafraseando de paso a Javier Daulte, que también practica el deadpan en sus obras.

En el papel de Natalia (¿o Mariana?), Valeria Bertuccelli está tan Bertuccelli como siempre. Con ese aire como de cierto hastío que suele envolverla. Como si actuar le diera fiaca (lo mismo que parecería sucederle a Vicentico cuando canta). Hastío sacudido por el súbito despertar del punchline, lanzado como latigazo, pero sin perder el aire ligeramente desdeñoso. Juntos por primera vez, Hendler y Bertuccelli hacen una buena pareja cómica, aunque también un poquito fría y maquinal. Como la película toda. Vino para robar es un objetito. Un artificio con las vueltas de tuerca que el género impone (el género de ladrones, queremos decir), una puesta fluida y congruente, con muchos primeros planos, muy buen elenco (excelentes secundarios: caricaturesco Piroyansky, woodyalleniano Alan Sabbagh, un Pablo Rago que aumenta en volumen y presencia, y solidísimos Juan Leyrado y Mario Alarcón), rubros técnicos impecables (sobre todo, el veterano Ricardo De Angelis en la fotografía), música por momentos más intensa que la película misma (Darío Eskenazi + Lucio Godoy) y la belleza del paisaje mendocino al fondo, gratificando el ojo del espectador pasatista y sumando aportes de la Secretaría de Turismo provincial.

¿La trama? Eh, sí: ladrón y ladrona se juntan, se asocian, se recelan, se trampean y tal vez terminen amándose (¡comedia!), de Buenos Aires a Mendoza, con una máscara de oro y una botella de malbec que perteneció a Napoleón III por McGuffins. Que es como les llamaba Hitchcock a las excusas argumentales que permiten sostener la trama. ¿Gracia, timing, interés? Nada de eso falta, nada de eso sobra. ¿Que ésta parece una de esas críticas convencionales, que enumeran rasgos y rubros? Y, sí, mucho más que eso no hay para hacer cuando la insustancialidad es el fin y el medio. Insustancialidad que funciona, se dijo y deberá repetirse. Funciona más que en Cara de queso y Mi primera boda, insustancialidades previas de Winograd, dicho sea de paso.

7-Vino para robar

(Argentina, 2013)

Director: Ariel Winograd.

Guión: Adrián Garelik.

Fotografía: Ricardo De Angelis.

Intérpretes: Daniel Hendler, Valeria Bertuccelli, Martín Piroyansky, Juan Leyrado, Mario Alarcón, Alan Sabbagh, Pablo Rago.

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