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Jueves, 9 de enero de 2014
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70 AÑOS DESPUES, SE VERA SU DOCUMENTAL SOBRE LOS CAMPOS DE CONCENTRACION

Imágenes que horrorizaron a Hitchcock

En su momento, Memory of the camps fue demasiado para el director, y la cambiante situación política hizo que se archivara. Este año finalmente se podrá ver la versión completa en festivales y en 2015 en la TV británica, acompañado por un nuevo documental.

Por Geoffrey Macnab *
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El cineasta quedó muy afectado por el material.

Los cámaras de la British Army Film Unit que en 1945 filmaron la liberación del campo de concentración de Bergen-Belsen solían hacer bromas sobre la reacción de Alfred Hitchcock ante el horroroso material que habían registrado. Cuando vio las imágenes por primera vez, el legendario director británico quedó tan traumatizado que se mantuvo alejado de los estudios Pinewood durante una semana: Hitchock pudo haber sido el rey de las películas de terror, pero se sintió completamente abrumado por “la cosa real”. En 1945, el realizador había sido enrolado por su amigo y mecenas Sidney Bernstein para ayudarlo en un documental sobre las atrocidades cometidas por los alemanes en tiempos de guerra, basándose en filmaciones de los campos realizadas por unidades británicas y soviéticas. Finalmente, el documental nunca fue estrenado.

“Fue suprimido por la cambiante situación política, especialmente para los británicos”, sugiere el Dr. Toby Haggith, curador jefe del departamento de investigaciones del Museo Imperial de la Guerra. “Una vez que descubrieron los campos, los estadounidenses y los británicos se sentían inclinados a lanzar el film lo más rápido posible, para mostrar los campos y hacer que los alemanes aceptaran su responsabilidad en las atrocidades que allí sucedieron.” Pero la película tomó más tiempo en ser terminada de lo que originalmente se suponía. A fines de 1945, la necesidad de hacerlo empezó a desvanecerse. El gobierno militarizado de los aliados decidió que restregarles a los alemanes en las narices su culpa no ayudaría a la reconstrucción de posguerra. Cinco de los seis rollos de película fueron eventualmente depositados en el museo y el proyecto fue discretamente archivado.

En los años ’80, ese material fue descubierto en una lata oxidada en el museo por un investigador estadounidense. En el Festival de Berlín de 1984 se exhibió una copia incompleta, y en 1985 fue emitido por la cadena pública PBS de Estados Unidos bajo el título Memory of the camps (“Memoria de los campos”), pero con una calidad pobre y sin ese sexto rollo perdido. La narración original, que se piensa que fue escrita por el futuro ministro de gabinete laborista Richard Crossman –en colaboración con el periodista australiano Colin Wills– fue leída por el actor Trevor Howard.

Ahora, finalmente, el film finalmente podrá ser visto en la versión que planeaban Hitchcock, Bernstein y los demás colaboradores. El Imperial War Museum hizo una cuidadosa restauración, utilizando tecnología digital y agregándole el material extra de aquel sexto rollo. También se relizará un nuevo documental, Night Will Fall (“La noche caerá”), a cargo de André Singer y con el cineasta Stephen Frears como asesor de dirección. Ambos, la película original y el documental, serán exhibidos en la televisión británica a comienzos de 2015 para señalar el 70º aniversario de la “liberación” de Europa. Antes que eso, este año se los podrá ver juntos en festivales y en cines.

La decisión de revivir la película está destinada a provocar un intenso debate. Incluye imágenes ciertamente shockeantes de los campos, y de Belsen-Bergen en particular. El propio relato, que fue regrabado con un nuevo actor, tiene una frase sobre “turistas” en una “cámara de horrores”. Billy Wilder, director de Death Mills (1945), una película estadounidense sobre las atrocidades nazis, era terminante sobre por qué no quería que ese material se viera en los años siguientes. Wilder cuestionaba si había funcionado para “reeducar” a la población civil alemana sobre lo que sus líderes habían hecho en su nombre. “Los alemanes no podían lidiar con ello. Wilder me contó que la gente se iba de las proyecciones o cerraba los ojos. No querían verlo”, recordó Volker Schlöndorff, amigo de Wilder, en una entrevista de 2011. “Descubrieron que era casi insoportable ver esos documentos, incluso indecente hacia las víctimas o los familiares de las víctimas.”

En Memory of the camps hay imágenes de pilas de cadáveres desnudos apilados en fosas masivas. El material es tan surrealista como el que puede verse en una pintura de El Bosco, pero entonces uno recuerda que esos cuerpos no fueron conjurados por la retorcida imaginación de un artista. Son víctimas reales, cuyos familiares aún viven. En el documental se ve a los alemanes mismos confrontados con la enormidad de los crímenes cometidos en su nombre, y forzados a ayudar a enterrar a los muertos. Como reconoce Toby Haggith, la película es “mucho más sincera” que muchos de los otros documentales realizados sobre los campos. Haggith también lo describe como “brillante” y “sofisticado”. Trabajando bajo los consejos de Hitchcock, los editores Stewart McAllister (famoso por su trabajo con Humphrey Jennings) y Peter Tanner le dieron forma a una película tremendamente poderosa y conmovedora, producto de horas y horas de sombrío material a su disposición. Pero el documental no es sólo sobre la muerte: también se ven imágenes de reconstrucción y reconciliación. Hay escenas de internados de los campos tomando su primera ducha y lavando sus ropas. Los realizadores muestran el minucioso trabajo realizado para erradicar el tifus de los campos.

Haggith habla de la “brillantez” del trabajo de los cameramen en los lugares de filmación, que trabajaban sin órdenes de dirección pero poseían un instinto innato para conseguir las imágenes más conmovedoras y expresivas. “Es una película alienante por el tema que toca, pero a la vez es también un film que tiene una profunda humanidad, que genera empatía”, asegura el curador. “Más que terminar de verla con un sentimiento de profunda depresión, hay elementos de esperanza que impiden quedar totalmente abrumado.” Extrañamente, la voz en off de Trevor Howard trae reminiscencias de la del director Carol Reed cuando lee la introducción de El tercer hombre, que Howard coprotagonizó. Tiene el mismo subrayado sardónico mientras describe la devastación desatada por la guerra. En la nueva versión, las palabras permanecen intactas aunque sean pronunciadas por un actor contemporáneo.

Memory of the camps es el título que se le dio al documental años después de ser realizado, pero ahora se le pondrá un nuevo nombre, que Haggith todavía no da a conocer. Para los fans de Hitchcock, la película del Holocausto es una causa para tomar con excitación y cautela a la vez. Por un lado, es obvio que su trabajo en el documental tiene que haber producido una profunda influencia en él. Puede haber sido un “consejero” del proyecto más que su verdadero director, pero su exposición a un material tan extremo como éste tiene que haber matizado su aproximación a la exhibición del horror y la violencia en pantalla. La cautela viene de la sensación de que es a la vez de mal gusto y absurdamente reductivo ver un documental sobre las atrocidades nazis como “una película de Hitchock”. Nunca se podrá saber cuánto contribuyó realmente a la película, aun cuando parece cierto que sus ideas de cómo debía ser estructurado fueron tomadas en cuenta. “En realidad, nuestra experiencia ha sido similar a la de los smaeramen, en el sentido de que el trabajo técnico nos ha protegido, hasta cierto punto, del significado del film”, dice Haggith sobre la experiencia de pasar muchos meses observando imágenes tan horrendas y perturbadoras. El curador agrega que “el hecho de que en los últimos 70 años nos hayamos habituado a estas imágenes” significó que los restauradores pudieron ser capaces de tratar la película como “un material de fuentes históricas”.

La restauración ya está casi completa. El interrogante es cómo reaccionará el público actual a una película que, cuando fue completada por primera vez, traumatizó al mismísimo Alfred Hitchcock y perturbó tanto a sus editores originales, que no estaban al tanto de lo que había pasado en los campos. “A juzgar por las dos proyecciones de prueba que realizamos con colegas, expertos del cine e historiadores, lo que me impactó es que la encontraron extremadamente perturbadora”, dice Haggith. “Cuando estás sentado en una sala a oscuras y con el foco totalmente puesto en una pantalla, tu atención está bien concentrada, no es lo mismo que verla en la televisión... la restauración digital ha hecho que este material se vea muy fresco. Uno de los comentarios más repetidos fue que la película es terrible y brillante al mismo tiempo.” Ese, según Haggith, es el testamento de la artesanía de quienes realizaron la película, que tomaron “algunas de las más atroces y perturbadoras imágenes que se hayan registrado en el cine en ese momento” y consiguieron convertirlas en una película que es lúcida, conmovedora e instructiva, al mismo tiempo que aterradora. Para aquellos que la exhiben, el trabajo ahora es proveerla de un contexto y una explicación. Como explica Haggith: “No podemos evitar que el film sea increíblemente irritante e incómodo, pero podemos ayudar a la gente a entender por qué se lo presenta de esta manera”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12

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