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Martes, 18 de marzo de 2014
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La actualidad política griega en el Thessaloniki Documentary Festival

Merkel, miedos, culpas y esperanzas

The Godmother, sobre las prácticas mafiosas de Angela Merkel; La señal perdida de la democracia, crónica de la clausura de la televisión pública griega, y Esperanza en la línea, retrato del líder de la oposición Alexis Tsipras, ponen el dedo en la llaga.

Por Luciano Monteagudo
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The Godmother, de Stelios Kouloglou, aprovecha la indignación griega con Angela Merkel.
Desde Tesalónica

Si no fuera porque para mañana y pasado se cierne la sombra de un paro general de 48 horas de los sectores estatales (los más afectados por los recortes presupuestarios), a simple vista no se diría que la ciudad de Tesalónica –la segunda en importancia del país, ubicada al norte, en la frontera con los Balcanes y recostada sobre el mar Egeo– está atravesando, como toda Grecia, una crisis tan prolongada como sin precedentes. En el último fin de semana se adelantó la primavera y con ella salieron a la calle familias enteras a disfrutar de un paseo al sol a orillas del mar y un frappé, ese café frío que el comisario Kostas Jaritos (la popular creación del escritor griego Petros Márkaris) tanto desprecia, como símbolo de una modernidad impostada.

Tampoco se ve en Tesalónica gente durmiendo en las calles, como señala Márkaris que sucede en Atenas, según publicó en un artículo reciente en el diario El País, de Madrid. Y todavía no se ha vuelto al dracma, la vieja moneda griega anterior al euro, tal como vaticina en su novela más reciente, Pan, educación y libertad (Tusquets). Pero si uno se guía por los documentales griegos que presenta en estos días la edición número 16 del Thessaloniki Documentary Festival, poco falta. Al menos, si la Troika –el triunvirato integrado por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI)– sigue presionando al país para que pague como sea sus deudas, con una libra de carne si fuera necesario.

Deudas que, como bien señala el documental The Godmother, de Stelios Kouloglou, fueron fomentadas por los países más fuertes de la UE en general y por Alemania en particular, bajo la administración de Angela Merkel, que ya va por su tercer gobierno consecutivo, desde 2005. Figura odiada y demonizada por la población griega (que nunca le va a perdonar sus despectivas palabras en el Reichstag, cuando acusó a los países de Europa del sur de disfrutar de vacaciones y jubilaciones más generosas que las de los alemanes, algo que inmediatamente se probó que era falso), el documental de Kouloglou no hace sino montarse demagógicamente sobre esa justificada animadversión. Pero debe decirse también que lo hace con un sólido material de archivo y con una profunda investigación sobre la personalidad de Merkel, basada fundamentalmente en el libro The Godmother, escrito por Gertrud Höhler, una veterana y prominente política conservadora de su mismo partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU).

La tesis de la película es la misma que insinúa ya desde su título el libro: que Merkel forjó su carrera política y maneja los asuntos de Estado a la manera de Don Corleone, con un estilo sobrio pero mafioso, que no tiene nada que envidiarle al de su pariente cinematográfico. Siguiendo esa línea, el documental de Kouloglou se retrotrae a los tiempos de Merkel durante la ex República Democrática Alemana, donde nació y vivió durante 35 años y de donde habría aprendido a manejarse de manera tan discreta como totalitaria, mientras disfrutaba de comedias pudorosamente sexuales –como Up Pompeii (1971) y Die Legende von Paul und Paula (1973)– que el film cita de manera ingeniosa, con algún comentario de la propia Merkel incluso, tomado de sus torpes apariciones televisivas, en las que no faltan tampoco sus paternalistas mensajes navideños.

Amante del poder por el poder mismo, Merkel comenzó su fulgurante ascenso político traicionando nada menos que a su mentor, el ex canciller Helmut Kohl, quien desde entonces no ha dejado de criticarla (“Está destrozando Europa”, dijo hace poco). El nudo de la cuestión en relación con Grecia es que –como señala Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes de Mayo del ‘68, hoy eurodiputado en el Parlamento de Bruselas– “Merkel le hizo a Grecia una oferta que no puede rechazar”. Con la connivencia de sucesivos gobiernos griegos corruptos, Alemania primero le vendió submarinos y armas de guerra por cifras multimillonarias (sobre una hipótesis de conflicto con Turquía), con créditos leoninos de bancos alemanes. Y ahora le hace pagar esa deuda a costa de recesión y salvajes recortes en los servicios públicos. “Es una nueva forma de colonialismo”, señala Gertrud Höhler, quien detrás de esa apariencia de ingenua Hausfrau de Merkel no ve precisamente a una típica ama de casa alemana sino más bien a una mujer con una infinita ambición de poder.

Las consecuencias de esos recortes se exponen en carne viva en The Lost Signal of Democracy (La señal perdida de la democracia), el documental de Yorgos Avgeropoulos sobre el brutal cierre, de un día para el otro, de la radiotelevisión pública griega ERT (Ellinikí Radiofonía Tileórasi). La noche del 11 de junio del año pasado, el vocero del gobierno del primer ministro Antonis Samarás salió al aire con gesto adusto y –en tono de comunicado militar– emitió una proclama en la que señalaba que los gastos públicos debían ser reducidos de manera drástica, que no había “vacas sagradas” en esos recortes y que a partir de ese momento, por un decreto ley sin discusión parlamentaria, dejaba de existir –después de 75 años de trabajo– la radiotelevisión pública helénica.

Al día siguiente lo único que quedaba en esas frecuencias era un agujero negro, detrás del cual había 2656 trabajadores que quedaron inmediatamente cesanteados, en la calle, sin preaviso. Cinco canales de aire, uno de cable de alta definición, 29 emisoras regionales de radio y tres orquestas sinfónicas fueron eliminados de un mismo hachazo. “Cerraron el Banco Nacional de la Cultura”, señala en el documental uno de los miles de manifestantes que lucharon, hasta ahora sin suerte, por la reapertura de la emisora pública. Ni siquiera un fallo de la Corte Suprema, ordenando la reanudación de las actividades, fue acatado por el gobierno de la Nueva Democracia.

Los trabajadores permanecieron dentro de las plantas de transmisión, emitiendo programaciones de emergencia a través de Internet; pero en noviembre pasado fueron de-salojados por la fuerza, de madrugada, con tropas de asalto. Típico documental de urgencia, La señal perdida de la democracia sigue de cerca, casi en tiempo real, todo este proceso, todavía inconcluso, en la medida en que el gobierno ha creado una nueva televisión pública que, paradójicamente, casi lo único que hace es emitir viejos programas y películas de los años ’60. Mientras tanto, las cadenas de televisión privadas han aprovechado la contingencia y son ahora proveedoras de tecnología digital de alta definición, en la que la desguazada ERT había sido pionera.

Uno de los más férreos opositores al cierre de la emisora fue Alexis Tsipras, el líder de la coalición de izquierda Syriza, que fue la revelación de las últimas elecciones, con casi el 28 por ciento de los votos y segundo en las preferencias del electorado, apenas por debajo del ganador Nueva Democracia. Y a él está dedicado el documental Hope on the Line (Esperanza en la línea), de Alexandros Papanikolau y Emily Yannoukou, también presente en el Thessaloniki Documentary Festival.

Un poco a la manera de aquel clásico del direct cinema que fue Primary (1960), de Richard Leacock y Albert Maysles, donde se registraba minuciosamente el proceso que llevó a John Fitzgerald Kennedy a ganar una de sus elecciones primarias, Esperanza en la línea también sigue paso a paso la campaña de Alexis Tsipras durante todo un año, desde que en mayo de 2012 decide encabezar su coalición de izquierda hasta que, partiendo de apenas un 3 por ciento del electorado, logró casi decuplicar sus votos y convertirse en la segunda fuerza parlamentaria del país.

Nacido en Atenas hace 39 años, apenas tres días después de la caída de la tristemente célebre Junta de los Coroneles, Tsipras militó en la Juventud del Partido Comunista, pero luego se asoció a una coalición de izquierda que fue la base de lo que hoy es Syriza. Dinámico, pintón y carismático, Tsipras supo canalizar el desengaño de los históricos votantes del Pasok, la declinante dinastía socialista de los Papandreou, y sumar también a sus filas a muchos de los votantes más jóvenes. Pero, tal como lo expone el documental, su camino es particularmente delicado, como si hiciera equilibrio en una cuerda floja: habla de auditorías para investigar la corrupción interna y de rechazo a los memorandos de entendimiento con la Troika europea, pero nunca se termina de pronunciar de manera categórica sobre qué haría concretamente si llegara a ser gobierno en las próximas elecciones. Como dice alguien en el documental sobre Angela Merkel: el miedo y la culpa del pueblo griego son herramientas políticas que hasta ahora le han dado mucho resultado a la derecha. Y Tsipras sabe que esos fantasmas no se disipan de la noche a la mañana, con un frappé frente al Egeo.

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