
No serÃa raro que alguien imaginara que detrás de una pelÃcula cuyo protagonista es un crÃtico de cine, al que el mundo de golpe se le vuelve un lugar extraño porque empieza a parecerse a las pelÃculas que detesta, hay un director envenenado tratando de arreglar cuentas con algún crÃtico en particular. O con la crÃtica en general, como institución. No serÃa la primera vez que se usa el cine como arma de un crimen pasional de ese tenor. Anton Ego, el crÃtico gastronómico de Ratatouille, parecÃa algo asÃ, y basta recordar cómo llamaban los rockeros de Casi famosos al niño-crÃtico que los acompañaba cubriendo su gira para la Rolling Stone: El Enemigo. Pero los que busquen un móvil cuasi policial detrás de El crÃtico, deberán guardarse el morbo para otra ocasión. En primer lugar porque se trata de una ópera prima y, en consecuencia, de un director sin un pasado al cual vengar. Pero además porque Hernán Guerschuny, ese director, es uno de los responsables de Haciendo Cine, revista sobre la industria cinematográfica local que también incluye un apartado dedicado a la crÃtica. Con lo cual pareciera no haber animosidad de su parte hacia una especie que conoce muy bien. Prueba de ello son los cameos que realizan varios pesos pesados del género, incluyendo a dos directores del Bafici.
En segundo lugar, porque el espacio de la crÃtica representa para El crÃtico lo mismo que el ambiente de los picapleitos de hospital o el universo carcelario para las pelÃculas de Pablo Trapero: un mundo cargado de fantasÃas para quienes lo observan desde afuera y desde el cual intentar atraer la curiosidad del espectador. Una excusa narrativa. No es éste ni el momento ni el lugar para discutir qué incidencia tiene la crÃtica de cine en la decisión de los espectadores que la consumen (ni de los espectadores en general), pero es cierto que el juego de despreciar la validez del trabajo del crÃtico de cine es uno de los pasatiempos favoritos de los argentinos. Un poco más atrás que el de los técnicos de fútbol, los psicoanalistas y los presidentes de la Nación, se trata de un oficio del cual todos tienen opinión formada e inevitablemente algo que decir. Si hasta entre crÃticos se practica con regularidad el ejercicio del canibalismo endogámico. Haber notado que ahà habÃa un universo atractivo para contar una historia de cine es uno de los méritos de Guerschuny, quien a veces juega con gracia con los lugares comunes (muchas veces reales) que suelen atribuÃrsele al crÃtico de cine.
El crÃtico tiene otros aciertos que permiten apostar por ella, como la elección de la pareja protagónica. Rafael Spregelburd realiza un gran trabajo, haciendo que la potencia de su personaje se sostenga hasta en los pasajes en los que la pelÃcula no lo acompaña, reafirmando que desde su aparición cinematográfica en El hombre de al lado, de la dupla Cohn-Duprat, es una de las figuras que podrÃa ayudar a que el cine nacional se volviera un poco menos DarÃn-dependiente. En cuanto a Dolores Fonzi, a quien hace rato nadie deberÃa considerar nada más que una cara bonita, resulta imposible, sin embargo, dejar de notar que parece haber sido diseñada para el cine, como si tuviera implantado un sensor que obliga a las cámaras a hacer foco sobre ella. Eso a pesar de que su personaje tiene detalles que le juegan en contra, como esa forma de hablar que parece un capricho del guión. Y no es lo único que podrÃa considerarse arbitrario en El crÃtico. Pero a pesar de esos caprichos, o mejor, a partir de ellos, es posible afirmar que Guerschuny asume los riesgos de intentar hacer buen cine con el propósito de llegar a un público masivo dentro de sus objetivos, algo que no siempre es bien visto, pero que es una de las cuentas pendientes del cine argentino. Una deuda que El crÃtico no salda, aunque sà representa un paso adelante.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.