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Domingo, 18 de mayo de 2014
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LISANDRO ALONSO ESTRENA JAUJA EN UN CERTAIN REGARD

“En el cine de hoy no hay mucho lugar para el silencio”

El cineasta argentino, que presentó todas sus películas en el festival de cine más importante del mundo, mostrará hoy en La Croisette su primer trabajo protagonizado por un actor, que encima es de renombre internacional: Viggo Mortensen.

Por Oscar Ranzani
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“Esta película requería interpretación, el personaje debía sentir. Era mejor que lo hiciera un actor”, explica.

El caso del director Lisandro Alonso es único en el cine argentino y es muy probable que lo sea a nivel mundial. Alonso presentó en el Festival de Cannes todas las películas que dirigió: La libertad (2001) en la sección Una Cierta Mirada; mientras que Los muertos (2004), Fantasma (2006) y Liverpool (2008) integraron la programación de la Quincena de los Realizadores en la prestigiosa muestra. Ahora, su quinto largometraje, Jauja, tendrá su première mundial nuevamente en Un Certain Regard. “Es un record. Nada más. Tengo otros records que no son tan generosos con mis películas”, dice Alonso a Página/12.

A priori, algo cambió Alonso para contar la historia de un padre danés y su hija que llegan a la Patagonia argentina en un tiempo histórico que podría vincularse con el de la Campaña del Desierto, y por un tema afectivo la chica se fuga y su padre va en su búsqueda. Con ese pequeño argumento, el cineasta construye una película que puede leerse en varias capas narrativas, algo muy característico de su cine. ¿Qué cambió, entonces, Alonso? En principio, Jauja incluye una narración en un tiempo pasado y una parte en el presente. Pero lo más notorio es que el protagonista de la película es Viggo Mortensen, una figura artística de renombre internacional, mientras que en las películas anteriores del director de La libertad siempre se trataba de personas que no eran actores. Mortensen es también uno de los productores de Jauja, decisión que sumada a la participación en Cannes le otorgará al film una proyección internacional mucho más poderosa que los largometrajes anteriores de Alonso. Y es el propio cineasta el que coincide en que Cannes “es una plataforma enorme donde se reúne un montón de gente especializada en la industria cinematográfica y eso es un trampolín enorme para cualquier película”. “Ayuda mucho a las películas latinoamericanas, que generalmente necesitan el sello europeo como para salir más a la luz.”

–¿Qué expectativas tiene?

–Son diferentes, porque esta película está hecha con actores profesionales y, encima, Viggo está en un triple rol como actor, productor y músico de la película. Es tonto pensar que va a ser como el caso de mis anteriores largometrajes: ni siquiera viajaba con los protagonistas. Creo que vamos a estar mejor preparados, vamos a tener mayor atención por parte de cierta prensa, y eso va a hacer que la película sea más visible. Las expectativas son las mejores. Cuanto más visible sea el film, más se va a poder ofrecer a diferentes territorios; y cuanto más se ofrezca a diferentes territorios, mayor será mi posibilidad de poder mostrar el trabajo que hicimos con tantos técnicos argentinos y daneses para que la película sea aprovechada por la mayor cantidad de gente posible.

–¿A Mortensen llegó a través del escritor Fabián Casas, coguionista del film y amigo del actor, o usted había pensado previamente en él?

–A Viggo lo conocí en 2006. Había hablado muy poco con él en una fiesta del Festival de Toronto, pero ése fue un encuentro fortuito. Se estableció más seria la cosa cuando le comenté el proyecto en momentos en que él estaba filmando Todos tenemos un plan, de Ana Piterbarg, en la Argentina. El último día de rodaje lo fui a visitar y le comenté un poco la historia. Y estuvimos viendo cómo podía sumarse Viggo. Trabajamos el guión con Viggo y con Fabián durante un par de años, hasta que finalmente Viggo se decidió a participar en la película, porque también era una especie de salto al vacío que entrara en este tipo de película. No es tan estructurada, con un guión. Tampoco fue algo improvisado, pero se fue viendo a medida que se filmaba. O sea que era un riesgo para él y también para mí trabajar con Viggo, porque nadie quiere perjudicar la carrera a nadie, nadie quiere hacer una mala película, ni una obra que se vaya muy lejos de lo que yo conozco o quiero hacer. Entonces, fue un trabajo en equipo de los buenos.

–¿El hecho de que Viggo Mortensen sea el protagonista puede convocar a más público que el habitual de sus películas anteriores?

–Siempre pensé que su presencia, su carisma y toda la notoriedad que él tiene a través de otras películas podían ayudar a otro tipo de propuesta que es más corrida de lo convencional, de lo que suele mostrarse en la televisión y en los cines. Y puede ayudar a través de su fama o notoriedad a acercar este tipo de película que, a lo mejor, no tiene tanto que ver con una película mainstream en sí misma, pero que tampoco es, según entiendo yo, una película experimental, de suma radicalidad o de cine de nicho. Esta es una película un poco más abierta y que puede acercarse a un público que no tenía con mis otras películas.

–¿Cuáles fueron las principales diferencias en la manera de trabajar con Mortensen respecto de los casos de sus films anteriores, con personas que no eran actores?

–Esta película requería interpretación, el personaje tenía que sentir, y pensé que sería mejor que lo hiciera un actor, porque iba a ser todo más verosímil con la historia. Además de haber trabajado con otros actores profesionales como Adrián Fondari y Esteban Bigliardi, también trabajé con otros que no son actores. Por ejemplo, está Misael Saavedra, el protagonista de mi primera película, La libertad, que actúa en escenas de Jauja con Viggo. Hay una mezcla de herramientas que veo dónde usar y en qué momento de la película, pero el trabajo con Viggo fue un aprendizaje para mí. Podía darle mi comentario a Viggo sobre cómo él podía encarar el personaje, pero creo que él ya lo tenía más o menos cocinado o trabajado. No sé si él estaba esperando mi indicación, pero nunca sentí que tuviera que dársela. No estoy acostumbrado a darles indicaciones a los actores o no actores, ¡y menos se la iba a dar a Viggo Mortensen!

–Usted dijo que una película era como una excusa para relacionarse con gente con la que no tiene contacto o comunicación porque son distintos. ¿Le pasó lo mismo en este caso?

–Me pasó lo mismo, pero con un mayor abanico de gente, por el hecho de relacionarme con Viggo, que es un actor que viene de otra escuela. Y que sea un actor reconocido por sus películas ya me generó un aprendizaje. También nos fuimos a lugares muy inhóspitos: filmé en Dinamarca, en Laguna Azul, Río Gallegos, Viedma. Y en todas las locaciones trabajé con gente que vive en esos lugares. También me pasó que se generó un equipo de trabajo mayor a los anteriores. Siempre trabajo con diez personas y esta vez eran veinticinco o treinta, y eso también creó una experiencia rica para mí. En eso sigo confiando. Las películas pueden estar bien, mal o más o menos, pero el tema de disfrutar y tener una buena experiencia de rodaje es prioritario.

–Sus películas no transcurren en ambientes urbanos y ésta no es la excepción. ¿Por qué le interesa trabajar en lugares naturales?

–Me siento más cómodo. Respiro mejor. Siempre busco salir de la ciudad. Me siento más tranquilo a la hora de encarar la historia de unos pocos personajes. Me desconecto de un montón de reglas y de cosas que no me interesan de lo urbano. Me siento mejor filmando a una persona y que en el fondo no haya otro ser humano.

–Jauja transcurre no sólo en un ambiente natural, sino también en espacios abiertos. ¿Pensó primero el lugar?

–Eso me pasa siempre. Primero me voy en auto a recorrer lugares solo o con un amigo y ahí empiezo a pensar qué puede llegar a pasar. Pero los lugares son como protagonistas. No son un personaje más, pero son tan influyentes sobre los personajes y del entorno en el cual se mueven que se convierten en un protagonista de la película. Y por eso me gusta irme y pensarlo de ese modo. Acá los problemas ciudadanos son otros. Y generalmente están envueltos en palabras, dinero, reglas sociales, con lo cual cuando me voy de ese entorno de semáforos y calles me puedo abocar a contar otras cosas que me interesan más.

–Otra de las características de Jauja es la casi ausencia de civilización. ¿Esto ayudaba a darle solidez a la soledad del personaje?

–Sí. Cuando filmo a la gente sola en un entorno hostil, puedo adivinar o acercarme a ver qué es lo que necesita, de qué carece, qué pretende, qué busca, qué le hace falta. En la ciudad veo tanta gente en la calle que me resulta difícil concentrarme en un cuerpo y en una cabeza. En cambio, cuando los saco a la naturaleza y los dejo solos, me parece que también leo mejor qué es lo que le hace falta al personaje en la película.

–Justamente una de las características de sus películas es que muestran personajes solitarios. ¿Cree que desde el punto de vista cinematográfico la soledad es atractiva como planteo narrativo?

–Sí. Pero aparte, cuando hay tres personas influye mucho la comunicación verbal. Y como no creo mucho en ella, trato de que en mis películas los protagonistas sean los hechos y no la palabra, a diferencia de las películas más ciudadanas: en ellas uno confía más en lo que pasa verbalmente. Lo que dicen los personajes es supuestamente lo que sienten, y uno cree y se deja llevar por eso. En ese sentido, prefiero no dejar que los personajes guíen la película a través de lo que dicen.

–Si bien buena parte transcurre en el pasado, no es una película estrictamente de época. ¿Cómo fue el planteo estético en cuanto a lo histórico?

–Esta película es todo un artificio en relación con las otras, que son más hiperrealistas. Y en este caso consistía en elegir un vestuario para los personajes, que no fuera en broma sino que estuviera bien delineado. Es como teatro filmado. ¿Vio cuando va al teatro, los tipos se visten como en el 1700 y uno se cree que está en el 1700? Era un poco eso: el artificio y luz que hizo Timo Salminen (el director de fotografía de muchos films de Aki Kaurismäki) es súper dura. Es un fotógrafo que mete luces muy fuertes y muy contrastadas. Así que no se trató de hacer algo naturalista con luz de vela o luz de fuego, sino que la idea era crear un mundo propio tanto en lo que tenía que ver con la luz, con el vestuario, con el maquillaje, con los actores, con los lugares y que ese mundo funcionara para la película y no para otras cosas que son ajenas a la misma. Si funciona y hace activar los engranajes propios que tiene que tener la película en sí misma y eso mantiene vivo al espectador, ya para mí alcanza.

–La incomunicación es tema que le interesa particularmente...

–Como a todas las personas, me cuesta la comunicación, aprender a demostrar qué sentimos o qué no sentimos. No quiero empezar a generalizar, pero rápidamente se ven tantas diferencias y es una comunicación tan rara la que manejan las personas entre sí, que eso me hace dudar y no alejarme de ese tema. ¿Cómo podemos hacer para estar todos mejor? ¿O la mejor forma de estar mejor es estar solos? De eso tratan siempre las primeras preguntas que inician una película.

–Jauja encuentra su clima más en los silencios que en los diálogos, a pesar de que ésta tiene más diálogos que sus otras películas. ¿Cree que el silencio es una forma de expresión en desuso en el cine contemporáneo?

–Sí, no hay mucho lugar para el silencio que, quizá, genera como un compromiso o tiende a que el espectador esté un poco más incómodo o más activo. Hoy la gente que va al cine no lo hace para sentirse incómoda, sino como un pasatiempo. Y el pasatiempo es mejor si no genera esos compromisos. Si te aturde, que sea un poquito, y no vas a pensar, sino a relajarte; “Acá me senté, pagué, no me hagas trabajar a mí, contame algo que no me cueste trabajo digerir”. Y me parece bárbaro que también sea así. Igual creo que no es sólo ése el cine que me gusta ver, por más que a veces lo disfruto. Pero tampoco veo mucho cine hoy en día. Veo poco. Me cuesta encontrar las películas que me gustan. Lo que disfruto es hacerlas.

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