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Domingo, 14 de septiembre de 2014
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ENTREVISTA A IMANOL ARIAS, PROTAGONISTA DEL TELEFILM VICENTE FERRER

“El cine español se ha arruinado”

El actor vasco señala que los recortes presupuestarios al sector cultural “mataron” al cine de su país. Arias participa de diferentes proyectos humanitarios y en Vicente Ferrer encarna al filántropo que dedicó su vida a ayudar a los pobres en la India.

Por Oscar Ranzani
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Imanol llegó a Buenos Aires para apoyar la película que se verá desde mañana en el Centro Cultural Borges.

El vínculo de Imanol Arias con la Argentina tuvo su génesis cuando viajó a Buenos Aires en 1983 para participar en Camila, el largometraje de la recordada María Luisa Bemberg, donde este talentoso actor vasco componía al sacerdote que enamoraba a una joven de la aristocracia porteña a mediados del siglo XIX, interpretada por Susú Pecoraro. Desde entonces, Arias se enamoró del universo porteño y su relación con el cine argentino se consolidó: entre otros papeles, fue, por ejemplo, el reo que le daba consejos al personaje de Fernán Mirás en Tango feroz, la leyenda de Tanguito –que se reestrenó el jueves pasado con una copia remasterizada en HD–, hasta su último papel de un profesor de filosofía en Mi primera boda, de Ariel Winograd (2011). Arias llegó a la Argentina a presentar el telefilm Vicente Ferrer junto con su mujer, Irene Meritxell, proyecto por el que viajaron a la India: en el caso de Imanol, para personificar al filántropo y humanista español fallecido en 2009, mientras que su mujer tomó fotografías del rodaje y del sitio donde estuvieron en el país asiático (ver recuadro). El film podrá verse en el Centro Cultural Borges (Viamonte y San Martín) mañana a las 15, con repeticiones el martes 16, el lunes 22 y el miércoles 24 de septiembre, siempre en el mismo horario.

El español Vicente Ferrer fue un ser solidario con los pobres y desarrolló su labor humanitaria fundamentalmente en la India, donde llegó en 1952 como misionero jesuita. Ese año se instaló en Mumbai para completar su formación espiritual. Desde entonces, dedicó su vida a las personas socialmente vulnerables de ese país. Y focalizó su labor humanitaria en Anantapur, una de las zonas más castigadas de la India, donde combinó durante más de cuarenta años la filosofía con la acción concreta, hasta que falleció en 2009. Arias comenta que hay personas como Ferrer en el mundo, pero que tal vez lo que falta es el mensaje. “Lo que va pasando en el mundo es que uno ve la India como un país inmenso lleno de miradas, de gente que quiere ser y no solamente estar en este mundo. Y vas viendo la globalización y el empobrecimiento general del mundo. El problema de la India es que son 1100 millones y hay 800 millones de pobres. Es curioso porque entre los pobres no hay violencia, no tienen ningún mecanismo de mercado, no te roban. Y al final, la mayoría opta por compartir”, comenta el actor en base a su propia experiencia de haber residido allí un tiempo durante el rodaje de la película.

–Y Vicente encajaba justo en una sociedad así, ¿no?

–Exactamente. Y además conseguía cosas. Cuando lo veían tan flaquito, decían: “¿Y este hombre tan flaquito cómo nos va a ayudar? Si tenemos que ayudarlo casi a él...”. Y todo con una premisa muy simple: “Hay que actuar, no discutamos mucho las cosas, actuemos”. No hablan de religión y, por lo tanto, nunca se han peleado religiosamente. Es un país que tiene muchas religiones. Mira: nosotros, con tres, el lío que nos montamos. Tenemos a medio mundo pegándose por tres religiones. Y ellos lo consiguen. Entonces, es muy sintomático. Yo pienso que el mundo se irá pareciendo irremediablemente a la India porque nos van a ir empobreciendo. A medida que el dinero se va yendo de la sociedad real se sube a la nube para ser sólo dinero. Cada vez hay menos dinero real.

–Haciendo un poco de historia, ¿cómo fue en su caso el pasaje del estudio de la electrónica al del arte?

–Me gusta ser sincero: yo era tan mal estudiante de electrónica...(risas). Era muy poco habilidoso con las manos. La electrónica tiene una parte que es conocimiento y otra que es manualidad. Cuando abríamos un televisor teníamos que saber qué era lo que pasaba, pero luego había que meterles mano a los cables. Yo, cuando les metía mano a los cables, era el gran desastre (risas) porque sudaba, no era nada prolijo, tengo muy poca habilidad manual. Hasta que un profesor dijo: “Aquí hay algo extraño: este muchacho no es un mal tipo, es un buen líder en la clase, es alguien que estudia. Quizá nos estemos equivocando y estemos formando un mal ingeniero y, a lo mejor, es bueno darle una oportunidad para otro lado”. Y, entonces, me dieron una beca para ir a un sitio que tenía un grupo de teatro. Y ese año tuvimos mucha suerte y ganamos el Premio Nacional y ahí empezó mi carrera profesional, con lo cual no estudié más que eso. Ni siquiera llegué a terminar el bachiller.

–¿Laberinto de pasiones fue una bisagra en su carrera?

–No, fue estar en un momento del cine de los ’80 muy particular. Mi relación con Almodóvar no es de amistad. Yo no pertenezco a su círculo de amigos. He trabajado dos veces con él y quizá por eso me ha tratado mejor porque él es más exigente con sus amigos. Y para él he sido un icono masculino, fundamentalmente en La flor de mi secreto. ¿Qué pasó entonces? Yo era más importante para mucha gente y para la industria que él. Entonces, a él le convenía que yo hiciera la película para poder financiarla. Con el paso del tiempo, gracias a Dios, Almodóvar es quien tiene que ser. En aquel momento fue importante que yo hiciera la película. Y fue una experiencia enloquecedora. Es verdad que yo no entendía la mitad de las cosas, pero las fui aprendiendo.

–Camila fue el comienzo de su relación con el cine argentino. ¿Qué significó trabajar en esta película que es tan recordada?

–Fue el momento más importante de mis comienzos. Me regaló la posibilidad de conocer este país. Llegué a la Argentina en los primeros días de diciembre de 1983, empecé a rodar el 9 de diciembre, un día antes de que asumiera Raúl Alfonsín, quien nos recibió a los pocos días. Y me dio la posibilidad de conocer un país del que me enamoré y que me eligió, porque a mí me eligieron aquí. Es difícil que uno haga un planteo del tipo: “Voy a situarme en Argentina”. No, no me saldría nunca. Me abrió el continente de América latina y ha quedado en la memoria colectiva. Fíjate que mirando para atrás, Camila tiene unos valores que no son sólo cinematográficos: fue la primera película en libertad. Y Susú tuvo la posibilidad de asumir un papel que le daba una posición a la mujer argentina. También es curioso ver el caso de una actriz que hizo esta película y ganó catorce premios internacionales. Lo de Susú en Camila estaba por encima de todo lo demás.

–Después de 21 años se reestrenó Tango feroz, la leyenda de Tanguito, donde usted participó. La película se estrenó en pleno gobierno de Carlos Menem, época en que desde el poder se transmitía todo lo contrario de lo que pensaba el personaje de Fernán Mirás en la ficción. ¿Cómo recuerda aquel rodaje en una época de fuerte crisis de ideales políticos?

–Sí, se instaló el dios de la paridad en el medio y, como dicen acá, nos cagó a todos un poco. Piñeyro era un hombre que venía de la distribución internacional. Tenía un compromiso de hacer una obra auténtica, pero que la gente quisiera ver. Nadie esperó un éxito tan rotundo. Y lo que había por parte del poder era abandono. Sé que hubo muchas dificultades para financiar la película. El gobierno no tenía ninguna gana de que se hablara de eso. La casa que yo alquilaba me costaba 6 mil pesos que eran ¡6 mil dólares al mes! Y el coche que yo alquilaba, en vez de costarme 20 pesos, me costaba 200, que eran 200 dólares. Todo era carísimo. Entonces, era una especie de encarecer la sociedad y cambiar mucho la distancia entre los que no tenían nada y los que tenían algo. Yo creo que la distancia se hizo tan enorme que Argentina no se ha recuperado del todo de ese momento.

–¿Y cómo ve la España actual?

–Estamos arruinados. Creo que nos hemos equivocado. La crisis bancaria norteamericana nos pilló de lleno. Es un país que tiene un billón de euros de deuda externa con la Unión Europea y casi un billón de deuda interna. Entonces, se ha ido arruinando el Estado. Hubo mucha corrupción. Tenemos aeropuertos donde no hay aviones, líneas de trenes de alta velocidad que llegan a sitios donde nadie quiere ir. Tenemos 25 por ciento de paro (desempleo) y todos los gobiernos han ido contribuyendo a eso. Y hemos entrado en la dinámica europea: el sur tiene deudas y se está convirtiendo en la factoría del trabajo mal pago. En España los sueldos son peores que los de Alemania, trabajamos más que Alemania y la deuda es con Alemania.

–¿El movimiento de indignados surgido hace unos años tiene la suficiente fortaleza para accionar contra los abusos de poder?

–No tiene capacidad de gobierno porque España es bipartidista, pero cierra una trilogía que me parece interesante: la trilogía de las “i”. Primero estamos indignados, eso nos lleva a una indiferencia hacia los políticos y un desprecio enorme. Si no hubiera la tercera “i”, que son las iniciativas populares, el escenario que te plantean las dos “i” primeras sería dantesco.

–¿Cómo afectan en el ámbito del cine los recortes presupuestarios al sector cultural?

–Nos mató. El cine no puede levantar cabeza porque el 21 por ciento de IVA es el más alto de Europa. Además, no tiene lógica económica porque han quitado subvenciones. El ministro de Hacienda dice: “El cine español es malo y no creemos que necesite ayuda”. Lo dice tranquilamente. Entonces, estamos muy mal, ha bajado mucho la producción. Y además ha coincidido con una generación de directores que, dentro del gran cine, como Amenábar, Almodóvar, Bayona, tienen proyectos de millones y no pueden rodar en España; no pueden dejar ese dinero ni ese talento en España porque no hay una excepción fiscal igual que en Francia, Alemania o Inglaterra. Nosotros tenemos la menor excepción fiscal. Con lo cual, una de las cinematografías europeas más importantes, como era la española, se ha arruinado.

–¿La gente sigue yendo al cine o se perdió la convocatoria en las salas?

–Se perdió. Tampoco nos permite flexibilizar precios porque se perdió la convocatoria. Además, no sé por qué España tiene el índice de piratería más grande del mundo por habitante. Ningún país con 40 millones de habitantes tiene tanta piratería como España. Netflix y grandes empresas del rubro no van a nuestro país, no les interesa.

–Usted ha participado en numerosos proyectos solidarios de ONG y otras organizaciones. ¿Qué lo motiva a tener este tipo de iniciativas?

–La parte más sincera es que nací en una villa miseria, en una clase muy muy humilde. Mi madre era del servicio doméstico cuando se casó. Yo nací dos años después, en 1956, y siempre he pensado que mi familia, a través mío, ha crecido socialmente y ya no pertenece a esa clase. Nadie en mi familia es sirviente ni está en la calle. Mis sobrinos estudian lo que no estudiamos nosotros. ¿Qué menos que devolver un poco? A mí me ha ido muy bien. Luego, yo lo lleno de más cosas. Pero, de verdad, lo más sincero es: ¿cómo no voy a devolver un poco?

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