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Viernes, 21 de noviembre de 2014
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LOS JUEGOS DEL HAMBRE: SINSAJO - PARTE 1

Menos de lo mismo

Por Diego Brodersen
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La primera parte del último capítulo en la saga cinematográfica Los juegos del hambre será, seguramente, un éxito de público en todo el mundo. Es también una demostración cabal de cómo cierta lógica narrativa de las series televisivas contemporáneas ha desembarcado definitivamente en el universo del mainstream de Hollywood. No tanto para bien como para mal, al menos en el caso de Sinsajo - Parte 1, donde el deseo de expandir y extender la historia contenida en el libro en el cual se basa termina aniquilando ritmos, evoluciones dramáticas y posibles placeres. Eso y, claro está, la idea de exprimir al máximo los beneficios económicos, dividiendo en dos lo que podría haberse resuelto perfectamente en un único largometraje. Porque una cosa es una historia extensa, con subtramas, derivaciones y desvíos –concepto que muchas series en las últimas décadas han elaborado y llevado a cierto grado de perfección, como si fueran descendientes de las novelas por entregas del siglo XIX–, y otra muy distinta es tomar un volumen de apenas cuatrocientas páginas e intentar crear a partir de él un relato épico que seguramente rondará las cuatro horas de metraje.

Ninguno de los dos episodios anteriores brillaba por su poder de sugestión o sutileza metafórica en la descripción de Panem (o América del Norte, según la mirada futurista de Suzanne Collins), mezcla de relatos griegos revisitados, crítica social de totalitarismos varios y un poquito bastante de Battle Royale, la novela del japonés Koushun Takami en la cual un puñado de adolescentes se despacha mutuamente de las maneras más salvajes, en una isla dispuesta para tal motivo (y que fuera notablemente trasladada al cine por su compatriota Kinji Fukasaku). Pero no es obligatorio pedirle frutillas al jacarandá, que tampoco la Metrópolis de Lang brillaba por su incisiva mirada política y social. Y si aquí no hay ninguna María, sí hay un Sinsajo (por el inglés Mockingjay, ambos neologismos para un pájaro de fantasía): Katniss Everdeen, heroína y sobreviviente de dos ediciones de los “Juegos del hambre”, transportada ahora al secreto y subterráneo Distrito 13, último reducto de la resistencia contra la tiranía del Capitolio.

Nuevamente con dirección de Francis Lawrence, Sinsajo 1 parece y es un simple trámite para el enfrentamiento final que llegará el año que viene, una sucesión de escenas de diálogos explicativos, momentos de angustia romántica y dos o tres instancias de acción física. Katniss llora mucho en esta entrega, ya sea por la destrucción total de su tierra natal o por el deseo de volver a ver a su amado Peeta, y Lawrence no puede hacer mucho más que acercar la cámara al rostro de Jennifer Lawrence y dejar que las lágrimas intenten transmitir lo que los guionistas no lograron poner en papel. No hay “juegos” esta vez –lo cual le resta al film algo del interés de las entregas anteriores– y el equilibrio de Panem parece estar siempre al borde del colapso, más allá de su supuesto poderío, generándole constantes dolores de cabeza al villano interpretado con calculada parsimonia por Donald Sutherland.

Vuelve al ruedo el recientemente fallecido Philip Seymour Hoffman (Sinsajo 2 será el último ítem en su filmografía) y aparece Julianne Moore como la blonda y lacia presidenta del Distrito 13, sociedad que más temprano que tarde evidenciará una estructura coercitiva y dictatorial. Es en ese lugar donde surge la idea de transformar a la protagonista en símbolo de lucha a partir del uso sistemático de la propaganda, otra cara de una misma moneda: si el Capitolio es una suerte de dictadura mediática donde la frivolidad convive con la clásica explotación del hombre por el hombre, resulta claro que del otro lado se ha formado la tradicional pareja del pensamiento único y el sometimiento a la figura de quien emana el poder total. Pero Katniss es una teenager y cabe preguntarse si, como tal, se dejará tentar por el poder o tomará el camino de esos eternos amores adolescentes llamados rebeldía y anarquismo. La película juega ese juego sin demasiada gracia, lejos de la sátira y más aún de la polémica, tapando con un diseño de producción grandote la falta de sangre y garra de la historia. Sinsajo 1 no es rebelde y su espíritu, lejos de la anarquía, está atado al convencional corporativismo de la franquicia.

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