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Lunes, 2 de febrero de 2015
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Entrevista a Robert Duvall, nuevamente nominado al Oscar por El juez

“Es saludable y legítimo tener héroes”

Aun a los 84 años, el actor sigue hablando con admiración de los grandes compañeros que ha tenido en pantalla en más de 50 años: una carrera tan diversa como para abarcar Matar a un ruiseñor, El Padrino, Apocalypse Now y El precio de la felicidad.

Por Geoffrey Macnab *
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Robert Duvall en El juez, donde entrega una actuación grandilocuente.

Robert Duvall entrega una típica performance grandilocuente oponiéndose a Robert Downey Jr. en El juez: una actuación por la cual recibió su sexta nominación al Oscar. Duvall, cuyo currículum incluye películas que van de Matar a un ruiseñor a El Padrino, de Apocalypse Now a El precio de la felicidad, interpreta a un juez de pueblo chico. La absoluta certeza de ese juez en su propio juicio empieza a erosionarse cuando la memoria le empieza a fallar; está involucrado en un caso de atropello y fuga, y parece haber tomado la justicia en sus propias manos.

“Fue un trabajo difícil”, dice el actor de 84 años sobre su personaje, por el cual también recibió una nominación en los últimos Globos de Oro. “En una película independiente tenés 23 días de trabajo. En una película grande tenés 60 días, pero esos 60 días parecen 23 porque trabajás intensamente cada día.” En una escena se puede ver al juez en un estado incontinente de pánico: el dueño de una figura alguna vez magnífica apenas puede cuidar de sí mismo. Si se le pregunta a Duvall cómo se preparó para esa horrenda escena, simplemente dice que “siguió el guión”. Seguir lo que está escrito ha sido la política de Duvall desde el comienzo mismo de su carrera. A fines de los ’50, el dramaturgo Arthur Miller fue a verlo encarnar al estibador italoamericano Eddie Carbone en una producción off Broadway de Panorama desde el puente. “Vino a los ensayos una o dos veces. Algunos amigos míos de East Harlem, donde tenían crimen organizado, dijeron que Miller les recordaba a un made man, un ‘hombre hecho’. Cuando tenés éxito en el sindicato del crimen sos un made man: tenía ese acento neoyorquino y se vestía muy bien. A mis amigos les recordaba esa área, aunque era un tipo muy educado y muy intelectual.”

Es una observación interesante, y no se puede evitar pensar que sus memorias de Miller alimentaron al bien vestido pero discreto abogado Tom Hagen, el hijo adoptivo de Don Corleone que Duvall interpretó de manera memorable en El Padrino: fue su primera nominación al Oscar, en 1973. El gran golpe de Duvall en las películas llegó cuando el escritor Horton Foote (el mismo que luego escribiría el guión de El precio de la felicidad, que ganó el Oscar) lo recomendó para el rol del reclusivo Boo Radley en Matar a un ruiseñor (1962). Duvall apunta a Foote y a Francis Ford Coppola (que lo eligió en Llueve sobre mi corazón, El Padrino y Apocalypse Now) como personas “de algún modo fundamentales en ayudarme en mis primeros años como actor”. Para él es indignante que Foote, a pesar de tener dos Oscar y una gran cantidad de guiones, no sea más conocido.

A pesar de haberse entrenado en el Método, Duvall dejó por completo el teatro. “No he hecho teatro en muchos, muchos años. Cuando vino a los Estados Unidos, la gran Eleonora Duse dijo que se negaba a hacer performances ocho veces a la semana. Creo que ocho veces por semana es una carga. Si tuviera que volver al teatro ahora mismo creo que podría, pero prefiero hacer películas, porque viajás y conocés gente”. Duvall espera estar nuevamente en la lucha pronto. Planea una nueva película, The Day the Cowboys Quit (El día que renunciaron los cowboys), adaptada de un libro de Elmer Kelton. “Trata de unos cowboys que fueron a la huelga contra los dueños de unos grandes ranchos que no los dejaban tener su propia tropa de caballos y algo de ganado.” James Caan (con quien son amigos desde las épocas de El Padrino) aceptó aparecer en ella, y Peter Berg está en conversaciones para dirigirla. El asunto es encontrar un financista: los westerns no son un género exactamente popular, aun cuando Duvall los ve como la quintaesencia de la forma de narración estadounidense. “Los ingleses tienen a Shakespeare, los franceses a Molière, los rusos a Chéjov y nosotros tenemos algunas cosas... ¡y el western es una de ellas!”, declara. Si la película finalmente sale adelante, la octogenaria estrella estará en persona arriba del caballo. Y confiesa que cuando trabajó con John Wayne en Temple de acero (1969), el “Duke” acostumbraba hacer algo de trampa a la hora de las escenas a caballo. “Ponían un pedazo de tronco en la parte de atrás de una camioneta, y la silla de montar en el tronco, y él se sentaba allí para los primeros planos.”

No habrá esa clase de atajos para Duvall. Para su gran orgullo, fue nombrado Texas Ranger honorario en 2011. “Son como la versión estatal del FBI, pero más efectivos”, dice. La veterana estrella describe la serie televisiva Lonesome Dove, en la que interpretó a un ex Texas Ranger, como “probablemente mi personaje favorito de todos”. Y también está muy orgulloso de otro nuevo film, Wild Horses (“Caballos salvajes”), que dirigió y en el que aparece junto a James Franco y Josh Hartnett. Uno de los créditos más incongruentes en su muy larga filmografía es el drama escocés A Shot of Glory, centrado en el mundo del fútbol, que coprotagonizó junto al jugador escocés Ally McCoist. La película fue filmada en East Neuk of Fife, una localidad que no es precisamente visitada a menudo por las estrellas de Hollywood. ¿Qué llevó a Duvall a Escocia, para encarnar al austero entrenador Gordon McCloud en una película deportiva de bajo presupuesto? “El director vino con un guionista, fuimos, nos metimos en ello y lo hicimos. Sucedió que tenía que ver con el fútbol escocés, y a mí me gusta mucho el fútbol..., los escoceses son buenos, pero no son grandes”, dice. “Alguien dijo que cuando los escoceses juegan con Brasil hay un equipo que cree que son los mejores, y otro que sabe que son los mejores.” Duvall describe admirativamente a McCoist como “agudo como una tachuela”. No ha visto al ex goleador de los Rangers en varios años: “Creo que fue manager de los Rangers hasta hace poco, no sé si tuvo éxito. Pero es muy difícil ser manager o entrenador porque en cuanto te contratan, en cualquier deporte, si no lo hacés inmediatamente bien empiezan a buscar una excusa para echarte”.

El entrenador de fútbol fue uno de una larga línea de figuras de autoridad que Duvall ha retratado en la pantalla. Algunos de sus mejores papeles fueron de militares, como el teniente coronel Kilgore, que gritaba sobre el perfume del napalm en las mañanas en Apocalypse Now, o como el oficial de los Marines con una desastrosa vida familiar en The Great Santini. Duvall es hijo de un almirante de la Marina estadounidense y reconoce que su propio background militar fue muy útil en varios personajes. De todos modos, apunta que su padre fue un hombre relativamente tranquilo. “Yo estaba en el ejército y me atraía observar a los militares”, dice. “Tenía respeto por ellos, aunque no quería formar parte de las filas. Cuando me tocó interpretar a un militar, traté de hacerlo lo más precisa y correctamente posible, sin desmerecerlos ni glorificarlos.”

Si se echa un vistazo a las numerosas películas en las que Duvall ha aparecido en los últimos 50 años, es imposible no advertir la cantidad de grandes de la pantalla con los que ha trabajado: Wayne, Gregory Peck, Marlon Brando, Frank Sinatra, Steve McQueen, Clint Eastwood, Laurence Olivier y Peter Finch. El señala específicamente a Brando como el que más lo influyó: “Era como el padrino de todos los jóvenes actores”. Aun hoy, en sus ochenta, no se avergüenza de reconocer una admiración casi infantil por semejantes compañeros. “Siempre es bueno tener héroes. Si no tenés héroes, en algún punto de tu vida no crecés. Nadie tiene todas las respuestas: es saludable y legítimo tener héroes.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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