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Jueves, 5 de marzo de 2015
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Sueño de invierno es un film intimista con ambición épica

Una suerte de oscura sonata

El protagonista, Aydin, es un actor retirado que se ha aislado en un asombroso hotel enclavado en las montañas de Capadocia, que recibió como herencia de su padre. El film revela a su director, Nuri Bilge Ceylan, como un consagrado dramaturgo.

Por Luciano Monteagudo
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Lo que cuenta en Sueño de invierno son, en verdad, las escenas de interiores.

Primero con Nubes de mayo (1999) y luego con Lejano (2003), por la que obtuvo el Grand Prix del Jurado del Festival de Cannes, el director turco Nuri Bilge Ceylan confirmó que podía integrar, sin dudas, el selecto club de los grandes cineastas contemporáneos. Después de esas dos cumbres, donde las cuestiones más personales (incluso autobiográficas) no sólo no impedían una lectura universal sino que por el contrario la estimulaban, Bilge Ceylan cayó sin embargo en cierto regodeo formal que lo alejaba de cuestiones de fondo, como sucedió en Climas (2006) y Tres monos (2008), también conocidas en Buenos Aires. Pero en 2011, Ceylan regresó en su mejor forma con Erase una vez en Anatolia, un impresionante policial metafísico, que lamentablemente nunca llegó a exhibirse en la Argentina. Ahora el director turco ratifica una vez más su talento con este Sueño de invierno, Palma de Oro del último Festival de Cannes, una película de cámara de casi tres horas y media de duración, cuyo título parece remitir al Cuento de invierno de Shakespeare. Pero si por momentos el film sugiere el sonido y la furia del Bardo, termina prevaleciendo, sin embargo, la más profunda, intensa melancolía chejoviana.

Las referencias teatrales no son antojadizas. El protagonista de Sueño de invierno, Aydin, es un actor retirado en un doble sentido, no sólo de los escenarios sino también del mundo circundante. Se ha aislado en un asombroso hotel –llamado Otelo– enclavado en las montañas de Capadocia, que recibió como herencia de su padre, a quien todas las crónicas hacen pensar en una suerte de impiadoso señor feudal. Recluido en su estudio, rodeado de libros y afiches de sus participaciones teatrales (en Calígula de Camus y Antonio y Cleopatra, de Shakespeare), Aydin dice estar empeñado en una tarea ciclópea, que nadie ha emprendido en su país y que él se jacta de estar en condiciones de llevar a cabo: escribir la historia del teatro turco.

Pero mientras demora una y otra vez ese emprendimiento, se comporta casi como un siniestro Ricardo III con todos aquellos que lo rodean. Puede ser con los pauperizados inquilinos de sus tierras, con quienes mantiene un enfrentamiento tan solapado como violento; puede ser con su hermana, triste, amarga y divorciada; o peor aún, con Nihal, su joven esposa, sometida bajo la sombra de ese hombre tan inteligente como intratable, a quien ella no duda en calificar, en su propia cara, con toda serenidad, de “egoísta, despreciable, cínico”.

Si en los films anteriores Bilge Ceylan había demostrado un apabullante virtuosismo visual, en Sueño de invierno se revela como un consagrado dramaturgo, con algún momento en particular –sobre todo una prolongadísima, desgarradora escena entre marido y mujer (extraordinarios Haluk Bilginer y Melisa Sözen)– que trae a la memoria al mejor Bergman. Esto no le impide a Ceylan –como en sus films previos– volver a usar magníficamente el paisaje como elemento dramático, con la nieve acumulándose sobre el hotel y las montañas como el pesado manto que va agobiando paulatinamente a sus personajes.

Pero lo que cuenta en la película son, en verdad, las escenas de interiores, iluminadas apenas por alguna lámpara mortecina o el crepitar de una estufa a leños. Se trata, en rigor, de una suerte de oscura sonata musical, hecha de dúos o tríos de personajes, cada uno aportando su propia voz a este sombrío concierto que parece tener como temas la vanidad, la culpa y la mala conciencia.

Lo singular de este Sueño de invierno es que se trata claramente de un film intimista, hecho no tanto de gritos como de susurros, pero que a la vez no oculta su ambición épica. No es cuestión solamente de sus 196 minutos de duración, de los cuales no parece sobrar ninguno, ni de la intensidad de la experiencia que le propone al espectador en cada uno de esos enfrentamientos dialécticos entre sus personajes. La dimensión del film parece darla la serenidad clásica de su puesta en escena, la manera en que es capaz de orquestar una sucesión de soberbios planos y contraplanos con el tempo, la respiración justa. Un ritmo tan severo como majestuoso que el film solamente interrumpe cuando de pronto el carácter propio del relato impone un corte, una cisura, que puede dar paso a la más espectacular de las secuencias. Como esa estampida de caballos salvajes que le sigue al súbito desmayo de un niño, una elipsis con la que el film parece expresar la irreductible rebeldía de la naturaleza.

8-SUEÑO DE INVIERNO

Kis Uykusu.Turquía/ Francia/ Alemania, 2014.

Dirección: Nuri Bilge Ceylan.

Guión: Ebru Ceylan y Nuri Bilge Ceylan.

Fotografía: Gökhan Tiryaki.

Edición: Nuri Bilge Ceylan y Bora Göksingöl.

Dirección de arte: Gamze Kus.

Duración: 196 minutos.

Intérpretes: Haluk Bilginer, Melisa Sözen y Demet Akbag.

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