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Jueves, 9 de abril de 2015
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Naomi Watts, a los 46 años, en un gran momento de su carrera

La mediana edad le sienta de maravilla

Coprotagoniza con Ben Stiller While we’re young, donde interpreta a una mujer casada que ha elegido no tener hijos, pero, tras alcanzar una edad en la que ya no es opción, cambia de opinión. “Sé que es ridículo, pero aún creo que tengo 28 años”, se ríe la actriz.

Por Gill Pringle*
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Watts viene de disfrutar del reconocimiento por Birdman y St. Vincent y del éxito de taquilla de Insurgente.

¿Mediana edad? ¿Naomi Watts? Absolutamente no. “Sé que es ridículo, pero aún creo que tengo 28”, se ríe la actriz, confesando las varias oportunidades en que siente el total alcance de sus 46 años. “Como esta misma mañana, cuando estaba tratando de leer mi teléfono”, dice, alcanzando su iPhone verde fosforescente y sosteniéndolo a distancia para demostrar su estrabismo. Si la edad no es algo que uno normalmente discuta en una conversación educada con una actriz de más de 30 años, hoy es algo perfectamente aceptable: es que Watts coprotagoniza con Ben Stiller While we’re young (Mientras somos jóvenes), de Noah Baumbach, una película con algo de Woody Allen que cuenta una historia de una pareja neoyorquina de mediana edad que echa a volar sus plumas actorales cuando traba amistad con una pareja que tiene la mitad de sus años.

A la hora de la entrevista es un hermoso día en Los Angeles, y Watts es toda una visión primaveral con su vestido azul floreado y sus sandalias blancas. Cuando se le dice que está lejos de lucir como alguien de “mediana edad”, sonríe: “Muy amable de su parte. Creo que los hijos pequeños nos mantienen a Liev y a mí muy jóvenes; la necesidad de hacer tonterías opera mucho en ese sentido, porque tus hijos necesitan que te tires por el piso y hagas pavadas con ellos”, dice la actriz, que tiene dos hijos, Alex (7 años) y Sammy (6) con su pareja desde hace diez años, el actor Liev Schreiber. “No estoy segura de por qué pienso en mí como si tuviera 28. Quizás ése es el punto en que empezás a crecer y entonces te sentís igual para siempre. Por supuesto, hay horribles recordatorios, como cuando te levantás de la cama por la mañana y exclamás ‘¡Ay, mi espalda!’ o, Dios nos ayude, cuando te mirás al espejo y decís ‘Ah, bueno, soy eso. Soy una mujer completamente madura’.”

En While we’re young, Watts interpreta a una mujer casada que ha elegido no tener hijos, pero, tras alcanzar una edad en la que ya no es opción, cambia de opinión. Es un tema candente, y ella no lo esquiva. “No sé por qué una mujer podría no pensar nunca en ello, en algún punto; aun eligiendo la opción de no hacerlo, llegar al lugar de estar en paz con la elección de no ser madre, tiene que haber alguna lucha en el medio. Tengo un total respeto por cualquiera que elija no tener hijos. Ser madre es un trabajo muy duro, así que tenés que quererlo”, dice, y relata su reciente experiencia tras volver de filmar el thriller Shut In en Montreal. “Estuve fuera diez días, el tiempo más largo que he estado lejos de mis hijos, y volví luego de estar filmando escenas nocturnas con temperaturas bajo cero. Llegué bastante destrozada; con poco sueño, filmando durante toda la noche... y llegué a casa y los chicos estaban a toda marcha. ¡Algo muy físico, muy extremo! Y me di cuenta de que no estoy hecha para eso... aunque mis hijos me mantienen joven, también tienen el efecto contrario, y no tengo la energía necesaria.” Como su personaje de While we’re young, Watts desea haber comenzado su familia más temprano, y al día de hoy desea una hija. “Desearía haber empezado a tener hijos antes, y poder tener un par más”, dice con un deseo genuino en la voz.

Mejor conocida por sus trabajos en películas independientes de bajo presupuesto, coprotagonista de las grandes mimadas de los premios de este año Birdman y St. Vincent, en estos momentos la actriz está bajo el brillo de la inesperada gloria taquillera de Insurgente, segundo título de la popular franquicia Divergente. Aunque los australianos usualmente reclaman a Watts como propia, ella tiene un idéntico afecto por su Inglaterra natal, donde experimentó sus años formativos antes de mudarse a Australia, a los 14 años. “Es la pregunta del millón, que simplemente no puedo contestar”, dice apologéticamente. “Y si alguna vez intento contestarla, voy a enojar a alguien. La verdad es que he pasado más tiempo en Estados Unidos: pasé los primeros 14 años en Inglaterra, algo menos de diez en Australia, y el resto en Estados Unidos. Aún tengo un solo pasaporte y es británico, y mi mamá vive entre Inglaterra y Australia. Me siento parte de ambos países. Filmé Shut in en Canadá, el director es inglés y el chico que hace de mi hijo es también de allí y... aparecieron todas esas expresiones que creía olvidadas y que me calentaron el corazón, me hicieron sentir bien.”

Hija de la diseñadora de vestuario galesa Myfanwy Roberts y el ex road manager de Pink Floyd Peter Watts, Naomi nació en Shoreham, Kent. “Nos mudábamos a menudo y vivimos un tiempo en Londres. Fui a la escuela en Suffolk y viví un tiempo en Gales, de donde era mi abuelo”, recuerda. Tenía siete años cuando murió su padre, aparentemente por una sobredosis de heroína; su madre emigró a Australia con ella y su hermano mayor Ben, y pasaron cierto tiempo con sus abuelos en Sydney. “Dejé Gran Bretaña pateando y llorando. Tenía un novio muy serio, y por supuesto tu primer amor es muy importante. Solo tenía 14 años, pero estábamos locamente enamorados.” Al día de hoy, la prematura muerte de su padre la hace muy cauta. “Crecí con un padre menos, con lo que no tengo ningún interés en saltar de aviones o cosas por el estilo. Me estremezco de solo pensarlo. Hice cosas como ésas a los veinte, pero desde que soy madre el lado aventurero se disipó por completo”, dice, mientras toma una taza de té verde.

Hay una escena en While we’re young en la que su personaje toma parte de una ceremonia de ayahuasca junto a un chamán; los participantes se embeben de una mezcla psicodélica que supuestamente ayuda a la gente a llegar a la iluminación. Quizá es una memoria del propio estilo de vida de su padre, pero ella tiembla cuando se le sugiere la idea. “No, esa clase de cosa no me interesa en absoluto. La idea de sentarme en una habitación llena de gente y verla vomitar... preferiría clavarme agujas en los ojos”, dice. Es una firme defensora de la meditación trascendental y el budismo. “Descubrí la meditación hace mucho tiempo, y eso realmente me aclaró la cabeza. No soy una persona religiosa, para nada.” Estimulada por su mejor amiga desde hace años, Nicole Kidman, Watts se mudó a Los Angeles a mediados de los años noventa, peleando con papeles menores hasta que David Lynch la sacó de la oscuridad, dándole en 2000 un rol en el aclamado thriller Mulholland Drive. Le siguieron rápidamente varios personajes; alcanzó el éxito de taquilla con la película de horror The Ring (2002) y un año después se enamoró de su coprotagonista Heath Ledger en Ned Kelly. Salieron cerca de dos años.

Su mayor éxito en boleterías hasta hoy es King Kong, y recibió nominaciones al Oscar por sus trabajos en 21 gramos y Lo imposible. Los críticos fueron duros con su retrato de Lady Di en el biopic de 2012 Diana, y hoy es más cuidadosa con sus elecciones, agradecida de que el éxito de Divergente le haya abierto nuevos horizontes. “Eso ciertamente ayuda, sobre todo si me dan ganas de hacer algo que es un poco raro, algo un poco fuera de lo común, en lo que los financistas quizá no se interesarían de inmediato”, señala. Aunque la película de Baumbach sigue redefiniendo lo que significa pertenecer a la mediana edad, Watts parece hacer un eco de la voz de la generación baby boomer. “Es interesante, porque no pienso en mí como alguien de la mediana edad, especialmente porque tenemos niños pequeños. Pateamos la pelota con ellos, nos fuercen o no. Quizá si no los tuviéramos nos estaríamos moviendo más lentamente. No estoy segura.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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