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Jueves, 23 de abril de 2015
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Bafici. Prometo un dia deixar essa cidade y La obra del siglo, en la competencia internacional

Dos films con miradas latinoamericanas

El film de Daniel Aragao parece una cruza de telenovela brasileña y thriller psicosexual de los años ’70 con crítica social al paso, pero el del cubano Carlos Quintela logra entrelazar pasado y presente de un modo irónico y algo tristón.

Por Diego Brodersen
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La obra del siglo se rodó muy cerca de una abandonada central atómica que nunca terminó de construirse.

Dos películas latinoamericanas se suman a la lista de dieciocho contendientes en la Competencia Internacional del 17º Bafici: la brasileña Prometo un dia deixar essa cidade y la esencialmente cubana La obra del siglo. Hoy jueves, día en que se exhibirán los films que restan para completar la selección, el jurado integrado por el crítico mexicano Jorge Ayala Blanco, el programador y actual director del Festival de Locarno Carlo Chatrian, el historiador y ex director del Bafici Fernando Martín Peña, la cineasta Alice Rohrwacher y David Schwart, curador del Museum of the Moving Image neoyorquino, deberán discutir y decidir cuáles serán los títulos ganadores, que serán anunciados en conferencia de prensa mañana, cerca del mediodía. Hay varias favoritas entre el público en general, la crítica y los cinéfilos, pero la experiencia dicta que los palmareses suelen deparar sorpresas. Será entonces el turno de las alegrías, los enojos y las discusiones.

La obra del siglo, segundo largometraje del cubano Carlos M. Quintela, fue rodada en su totalidad en la así llamada CEN (Ciudad Electro-Nuclear), en la provincia de Cienfuegos, muy cerca de una abandonada central atómica que nunca terminó de construirse. Ese muy real proyecto de largo aliento y enorme envergadura, que la caída de la URSS y del comunismo europeo a fines de los ’80 y comienzos de los ’90 dejó en eterno suspenso, hace las veces metáfora de una desilusión, que los protagonistas del film no pueden dejar de ver todos los días con sólo asomarse a la ventana. Ellos son hijo, padre y abuelo, tres generaciones de cubanos que, en su biografía conjunta, atraviesan más de cinco décadas de lucha, esperanza y ocaso de una utopía colectiva. Quintela no oculta la sensación de de- sesperanza, aunque –fiel a las tradiciones de cierto cine cubano de los años ’60 y, tal vez, a la propia idiosincrasia– inyecta en los personajes de ficción y sus fricciones cotidianas más de un apunte satírico, que no termina de suavizar pero sí hacen más tolerables el dolor y los sueños rotos.

“Fueron seis años quemándome las pestañas, pero valieron la pena”, dice uno de los personajes, el que tuvo la oportunidad de viajar a Rusia para estudiar ingeniería nuclear. Algunos minutos más tarde, él y su hijo correrán y saltarán en la decrépita vasija del reactor, como si se tratara de un gigantesco juego en una plaza imaginaria. Coproducida por la Argentina (vía Rizoma Films, la productora de Hernán Musaluppi), Suiza y Alemania, La obra del siglo alterna esa existencia en el presente, que mezcla realidad y ficción en un estricto blanco y negro, con fragmentos de documentos reales a todo color llegados de un tiempo pretérito. Un pasado en el que el proyecto tomaba impulso concreto y propagandístico, en fragmentos de VHS sobrevivientes de aquellos años de retórica triunfalista pero que también anticipan, en estricto lenguaje técnico, las fallas y desgastes del sistema. Quintela logra entrelazar ese pasado y este presente en un film irónico y algo tristón que mezcla a pececitos con astronautas, a Vicente Rojas con Guns N’ Roses, y que contrapone a los mensajes y discursos colectivos las existencias personales más definidas.

Segundo largometraje brasileño en competencia y, a su vez, segundo opus en la filmografía de su realizador, Daniel Aragao, Prometo un dia deixar essa cidade parece una cruza de telenovela brasileña y thriller psicosexual de los años ’70 con pinceladas de crítica social al paso. Lo cual no es necesariamente algo bueno. En principio, porque esos elementos no terminan de cuajar en algo realmente consistente, más allá de que la perturbadora y algo retro banda de sonido de Bernie Worrell (sí, el mismísimo tecladista de Parliament) construye un particular clima musical de principio a fin. La historia de Joli (notable presencia de la actriz Bianca Joy Porte) arranca cuando firman su alta médica en el instituto mental en el que estuvo internada un tiempo, recuperándose de sus problemas de adicción.

Muy pronto entran en juego su padre, un despiadado político en carrera para la intendencia (de Recife, donde transcurre toda la acción), y su prometido, un joven trepador que parece estar más interesado en ser hijo político que futuro marido. Con esa familia, cómo no estar cada día más loca, podrá pensarse con justa razón. Prometo un dia deixar essa cidade acierta en algunas pinceladas de estilo al describir la progresiva desintegración psicológica de la heroína (su creciente sexualidad sin represiones, la agresividad como modo de supervivencia), pero termina cayendo en un pozo freudiano y su interés decrece con cada nueva vuelta de tuerca narrativa. La falta de miedo al ridículo es de agradecer –y, en este caso, se trata definitivamente de una decisión consciente– aunque siempre se corre el riesgo de caer contundentemente en él.

* Prometo un dia deixar essa cidade se exhibe hoy, a las 15, en Village Recoleta 8, y el sábado 25, a las 22.15, en Village Caballito 4. La obra del siglo se exhibe mañana a las 21 en Village Caballito 4.

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