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Martes, 5 de mayo de 2015
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Pablo Bardauil y Franco Verdoia presentan su película La vida después

“El amor sigue estando hasta el final”

Los realizadores del film coral Chile 672 proponen ahora una ficción que aborda la compleja pero amorosa separación de una pareja con 25 años de convivencia. “Nos gusta posicionarnos en lugares menos convencionales”, dicen Bardauil y Verdoia.

Por Oscar Ranzani
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“Hemos sido actores y manejamos esas herramientas en la dirección”, afirman Bardauil y Verdoia.

El año 2006 marcó el inicio de la dupla como directores que integran Franco Verdoia y Pablo Bardauil: hace casi diez años estrenaron Chile 672, un drama elaborado con las historias de varias personas que habitaban un mismo edificio. Después de casi una década, Bardauil y Verdoia volvieron a trabajar juntos detrás de cámara en La vida después, que tuvo su première en la Sección Panorama del 17º Bafici y que se estrenará comercialmente este jueves. La génesis del film, que cuenta con la participación de dos actores destacados como lo son María Onetto y Carlos Belloso, pertenece a Bardauil: luego de atravesar la separación con quien era su pareja, reflexionó acerca de qué sucede con dos personas cuando dejan de estar juntas. Juana (Onetto) y Juan (Belloso) llevan 25 años de convivencia como matrimonio. Si bien se siguen queriendo, deciden separarse. No hay gritos ni platos rotos en la decisión. De hecho, se siguen hablando civilizadamente. Pero la cosa se complica cuando Juan sospecha que Juana entabló una relación con un amigo suyo. Y luego todo se embarra aún más cuando ella se entera de algo vinculado con el pasado de Juan que desconocía y que la hace sucumbir. “Es una película en donde lo más importante es lo que hace uno con lo que le pasa al otro después de la separación. Y, entonces, uno de los temas centrales de la película es todo ese juego entre lo que el otro supuestamente hace o deja de hacer, si está con otro, si pudo reinventar su vida”, comenta Bardauil, en la entrevista de Página/12, en la que también participa Verdoia.

–Si bien es una historia de separación, se nota que todavía hay amor después de 25 años. ¿Quisieron también mostrar cómo se manejan los vínculos afectivos con el paso del tiempo?

Franco Verdoia: –Lo que pasa es que, más allá de lo particular de la experiencia de Pablo, también creemos y nos gusta posicionarnos en lugares menos convencionales. Está dado que muchas veces toda separación es conflictiva, las parejas se odian y todo es en malos términos. El abordaje de esa separación fue desde un lugar amoroso. Y no es frecuente verlo de esa manera en el cine.

–¿También quisieron abordar lo contradictorios que son los sentimientos más allá de que se ame a otra persona?

Pablo Bardauil: –Quisimos mostrar que es un vínculo muy complejo. Cuando hay tantos años se mezclan muchas cosas. Y, obviamente, hay cosas contradictorias. Yo creo que lo que uno ve en la película es que el amor sigue estando casi hasta el final, sólo que es tal el cúmulo de cosas que empiezan a aparecer que entran en contradicción con ese amor.

F. V.: –Juana está atravesada por una gran contradicción disparada por todas las circunstancias que suceden a partir de la separación y que ninguno de los dos las esperaba. Y eso hace que ese amor que parece llano al principio empiece a tener sus relieves.

–La historia también plantea cómo se puede ver a quien fue su pareja desde otra perspectiva, ¿no? ¿Con mayor distancia?

F. V.: –Para mí es así: cuando estás en pareja tenés un tipo de óptica, de anteojos, y de repente, cuando te separás, empezás a usar otro tipo de anteojos, con más o menos aumento. Es como que cambia la óptica con la que ves al otro. Pero eso sucede en la vida. Y uno de los interrogantes de la película es si llegamos a conocer en profundidad a la persona que se supone que es la que más conocemos.

P. B.: –Y además, empiezan a intervenir otros factores, como los comentarios de los amigos, de los familiares. Y también el hecho de que dejás de frecuentar a la otra persona. No es lo mismo estar juntos todo el tiempo que dejar de verse. Entonces, se ve cómo uno va construyendo a esa persona que estaba con uno. Y va construyendo un personaje nuevo.

–¿Ese ser que erafamiliar empieza a resultar extraño?

P. B.: –Hay un proceso de extrañamiento de eso que era familiar, como dicen los formalistas rusos.

F. V.: –Me obsesiona un poco pensar qué tan cristalina es mi mirada sobre la persona que hoy es mi pareja. ¿Qué de eso que veo en el otro es real? ¿O cuánto le sumo yo a partir de mi deseo, de lo que quiero que el otro sea? Hablo de la construcción que hago a partir de los comentarios que recibo del otro. Eso me obsesiona porque me parece que la mirada de uno está permanentemente atomizada por otros estímulos, miedos, deseos.

P. B.: –Y además hay algo que pasa con esos matrimonios que estuvieron veinte años juntos y se empiezan a pelear por los hijos y ella dice: “Este hijo de puta...”. Pero uno le diría: “Vos elegiste estar con esa persona, estuviste veinte años con ella y ¿ahora se transforma en un monstruo?”. Eso es algo que suele suceder. No lo he visto en mi pareja ni en la de Franco, pero sí en la de mucha gente. Y uno dice: “¿Cómo es que, de pronto, el otro es un monstruo? Si fue el padre de tus hijos...”. Entonces, ése es un poco el juego.

–¿La película es también una reflexión sobre la crisis de la mediana edad?

P. B.: –Sí, yo creo que está mezclado. Sobre todo se ve en el personaje de Belloso, que es el dejado. De pronto, entra en una crisis que no sabe qué hacer.

F. V.: –También habla de una crisis de índole sexual. En estos matrimonios de tantos años también hay cuestionamientos que tienen que ver con la intimidad, con el vínculo de la intimidad del otro. Habla de qué es la intimidad, de qué manera se está dando en la relación.

–Es que la historia muestra que por más que haya varios años de convivencia hay cosas que siempre se desconocen de la pareja. Y eso también está vinculado con el tema de la intimidad que mencionan.

P. B.: –Ese es el planteo de la película: ¿hasta qué punto conocemos a las personas que más cerca nuestro estuvieron? La idea es que siempre hay una zona que uno no conoce del otro. Y, a veces, también están los malos entendidos: uno cree que el otro está en algo y, de pronto, el otro no está en eso. Se juega un poco con las dos cosas y con lo siguiente: hay un juego, sobre todo en el caso de ella, de qué es lo que se ve y lo que no se quiere ver.

F. V.: –Hay algo del orden de la suposición. Aparece mucho la suposición como factor desencadenante de situaciones angustiantes que, por ahí, no lo ameritaban porque no era tal. Era una suposición.

–¿Cómo trabajaron con María Onetto y Carlos Belloso las personalidades de los personajes?

P. B.: –Hicimos un trabajo intenso con los actores. Tanto Franco como yo estudiamos actuación varios años. Antes del rodaje, ensayamos durante más de un mes. Empezamos con las escenas más fáciles, fuimos llegando a las complicadas, y cuando llegamos al rodaje, las escenas importantes estaban trabajadas. De modo que me parece que eso a ellos les dio una seguridad: incluso si en el rodaje había que cambiar o improvisar algo, la idea era que ellos tuvieran ese piso sobre el cual moverse con libertad.

F. V.: –Desde la perspectiva de directores que, en algún momento, hemos sido actores, hacemos películas en las que nos gusta que el actor tenga el valor más trascendental de aquello que vamos a contar, darle espacio y esas herramientas para que cada uno tenga que escribir lo que tiene que escribir como actor. En ese sentido, María hizo un aporte enorme a lo que se estaba narrando y fue ella la que eligió a su compañero Carlos. Fue una sugerencia de María. Por lo tanto, ahí venía como algo muy de la mano de un vínculo que ya se conocía. Y eso facilitó el trabajo. Y Carlos hizo también una composición extraordinaria.

–No es la primera vez que trabajan juntos. ¿Cómo se complementan para dirigir conjuntamente una película?

F. V.: –Ya desde nuestra primera película, Chile 672, sabíamos que los dos, siendo actores y viniendo de ese universo, teníamos todas nuestras herramientas ahí, pero también era necesario repartirnos, al ser dos. Pablo se enfocaba más en estar con los actores y en la dirección de las escenas con ellos y yo más en la puesta visual. Sin embargo, tenemos un rol mixto de cruzarnos, de interactuar y de opinar sobre el territorio del otro.

P. B.: –Incluso ya desde la escritura del guión. Si bien lo escribí yo, Franco debe haber leído diez versiones y las corregíamos. Y yo tomaba muchísimo lo que decía Franco o por ahí trabajábamos a partir de proponer una cosa nueva.

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