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Viernes, 21 de agosto de 2015
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EL INDIO SOLARI Y LOS FUNDAMENTALISTAS DEL AIRE ACONDICIONADO, LA PELICULA

Texturas desconocidas para los ricoteros

En el Luna Park, la gente le cantó, arengó y aplaudió la proyección del film, que retrata un show que el ex Redondos ofreció en La Plata en 2008. Allí se percibe un constante ida y vuelta entre lo público y lo privado, lo ajeno y lo íntimo, lo gigante y lo minúsculo.

Por Juan Ignacio Provéndola
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El show filmado fue el cierre de la presentación del segundo disco de Solari, Porco Rex.

Una toma cenital captura el estadio a la distancia, encerrando sus luces y multitudes. Luego, la imagen se concentra en el equipo y su preparación previa, que a la cuenta de cinco grita “¡A ganar!” Decenas de bengalas y candelas se encienden entre el público. La ansiedad se huele. Todo está listo para comenzar. La banda, entonces, sale a escena. Los primeros segundos de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, la película describen muy bien la doble dimensión sobre la que se mece el film durante sus 110 minutos de duración: un constante ida y vuelta entre lo público y lo privado, lo ajeno y lo íntimo, lo gigante y lo minúsculo de un show del Indio Solari. Desde el pogo más grande del mundo hasta la mueca más pequeña del músico. En La película, Solari se manifiesta en texturas desconocidas para las masas que lo siguen desde siempre. Si hasta los ojos se le llegan a ver. Una prerrogativa exclusiva de quienes superaban el cerco impuesto por el Indio, ahora desmontado, aunque más no sea por menos de dos horas.

El testimonio audiovisual da cuenta de uno de los dos shows que el Indio Solari ofreció en diciembre de 2008 en el Estadio Ciudad de La Plata (mal llamado “Unico”) como parte del cierre de la presentación del disco Porco Rex. Si la idea era ofrecer el mejor material posible sobre la performance en vivo de Solari, esta elección decanta como la ideal: después de las experimentaciones a ensayo y error del debut con El tesoro de los inocentes, el segundo álbum lo encontró mejor amoldado a la horma solista y con más repertorio propio para desandar. Aquel 2008 marcó un record hasta ahora imbatido por el Indio, que a lo largo de ese año acumuló cinco shows en vivo, cifra hoy impensada. El filmado fue el último de ellos, acaso el cierre de una era de “sobreactividad escénica”. La película, casualmente, inaugura otra etapa: la testimonial. Ya no alcanzará con superar largas distancias para llegar “a misa”. Ahora también hay que atravesar la digitalidad de una pantalla que mediatiza la procesión. En el Luna Park, la gente le cantaba, arengaba y aplaudía una proyección de bits sobre un paño blanco. Hay que ser muy suelto de prejuicio para no caer en la tentación de la crítica desangelada. Un extranjero no lo entendería. Lo mismo le ocurriría con Boca o el peronismo.

El Indio siempre deseó sonar en el Luna Park, sobre todo en esta etapa como solista. El gusto se lo da a través de este paso a la virtualidad, tal vez la única forma que tiene de convocar gente en una medida menos paquidérmica, más humana. Fueron seis funciones a sala llena entre el miércoles y el jueves, a las que se les agregará una séptima el 1º de septiembre, además de una gira que incluirá Córdoba (el martes), San Juan (el jueves) y Montevideo, más proyecciones en dos de las ciudades no argentinas predilectas del cantante: Miami y Nueva York. El otro regodeo de Solari en esta gesta tiene que ver con la edición de un trabajo en vivo, idea que venía masticando ya desde aquel 2008 y que terminará de cristalizar a fines de este año o principios del próximo, fecha a la que va orientada la salida de este material en formato CD y DVD.

Estas novedades parecen contener la angustia de quienes entienden que el Indio Solari está iniciando un camino de retiro tras el anuncio público de una “enfermedad malvada” y la posibilidad de que el año próximo realice tan sólo un show (luego de no presentarse ni una vez en 2015). En La película se lo ve transpirar, respirar con exigencia después de hacer su famoso bailecito giratorio, beber un vaso que puede ser de agua (o de cualquier otra cosa, ya que una contraluz pone a resguardo el misterio) y dedicarle “Mientras tanto el sol se muere” a Virginia, su histórica compañera, enfocada varias veces ante el asombro de la multitud que ignoraba su rostro de enigma. Imágenes que sorprenden de un tipo obsesivamente celoso de la preservación de sus fueros íntimos. Sin embargo, la ecuación se mantiene a través de la combinación entre lo íntimo y lo digital: en la película, el Indio puede ser visto de cerca sólo a cierta distancia. La necesaria para que la imagen no se diluya entre los píxeles que componen la ilusión visual.

Además de los temas de sus primeros discos, Solari incluye una ristra de canciones de Los Redondos. Naturalmente, el cierre es con “Jijiji”, único momento en el que los espectadores están autorizados a encender sus celulares. Resulta inevitable pensar en la reciente polémica por el dominio del banco de videos entre los ex líderes de Los Redondos. El Indio, afecto a los mensajes encriptados, tal vez conciba a esta película como uno de ellos: la arrolladora respuesta del público les indica a sus ex compañeros que ya no desea aquellos viejos videos, pues es capaz de generar los propios con igual éxito. Una muestra de fuerzas, dientes y músculos que el público ignora: la mayor ovación se produce al final, en los créditos, cuando se detalla la lista de canciones y sus respectivos autores. La nómina “Solari/Beilinson” se desliza sobre la pantalla como acto cúlmine.

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