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Lunes, 9 de noviembre de 2015
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Julie Delpy, más cerca de la escritura y de la dirección que de la actuación

“Yo amo los personajes hipocondríacos”

Ganó elogios trabajando para Krzysztof Kieslowski y por su Cèline en la trilogía de Richard Linklater, pero en los últimos tiempos la actriz francesa dedica más tiempo a la realización: todo comenzó cuando, harta de los estereotipos, empezó a crear sus propios roles.

Por Kaleem Aftab *
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El público suele ver a Julie Delpy como una versión femenina de Woody Allen.

Julie Delpy da un grito y corre hacia la puerta: todo un comienzo para cualquier entrevista. “La puerta no está cerrada, ¿no?”, exclama ante un perplejo publicista. Afortunadamente, no lo está. Delpy explica que, si la puerta hubiera quedado trancada al entrar en la terraza de este rascacielos de Toronto, ella podría haberse sentido tentada de saltar. “Esto es lo que tiene la gente que sufre vértigo”, dice. “Es porque quieren saltar. No es un miedo a las alturas, es miedo a saltar.” Mira acusadoramente al vidrio que rodea la terraza, que termina a la altura de la cintura. “Si no puedo saltar, no le tengo miedo a las alturas. Pero la mera idea de que realmente puedo tomar la decisión me pone histérica. No es que quiera morir, es sólo que... ¿qué pasa si pierdo la cabeza por 30 segundos? Treinta segundos es tiempo suficiente para trepar y saltar.” Cuando se intenta racionalizar y apuntar que tomar un tren o cruzar la calle ofrecen más peligro, la actriz de 45 años replica: “Sí, las vías del tren también son tentadoras. Cruzar la calle no tanto: la gente puede evitarte, no necesariamente vas a morir. Pero acá sí”. Hace una pausa cargada de significado. “Una muerte segura siempre es tentadora.”

La estrella parisina tiene un lado macabro, pero nunca pierde su tono leve, ni siquiera cuando dice algo como “quizá sea suicida y no lo sé... probablemente sea un tema mental que tengo, autodestructivo. Algo así como que, si tuviera un arma, probablemente me la pondría en la boca para ver qué se siente”. Delpy se pregunta si eso viene de su padre, el director teatral Albert Delpy, que una vez subió a la catedral de Notre Dame e intentó saltar. Sólo se lo impidió un amigo que le lanzó una providencial pedrada a la cabeza. Parece la trama de una obra teatral en la que su madre, la actriz teatral avant garde Marie Pillet, podría protagonizar.

Como la Cèline de Antes del amanecer, Después del amanecer y Antes de la medianoche, Delpy está llena de historias y caprichos. Empezó interpretando a la astuta jovencita que hacía una breve aparición en Detective, de Jean Luc Godard (1985), y a Lisa, la distante novia en Mala sangre de Leos Carax (1986). Pero sus ambiciones siempre estuvieron más allá de la llama francesa. Aun cuando ganó elogios mundiales por su participación en Tres colores: Blanco de Krzysztof Kieslowski, se fue a Nueva York a estudiar dirección de cine. Su habilidad para contar historias es lo que atrajo a Richard Linklater para incluirla en Antes del amanecer, y de hecho tuvo créditos en el guión de las dos secuelas. Como directora, tuvo una especie de punto de encuentro entre Linklater y Woody Allen con sus películas Dos días en París y Dos días en New York. Cuando hizo el drama histórico La condesa y Skylab, un drama familiar alrededor de la amenaza de un cohete de la NASA estrellándose en el oeste de Francia en 1979, tuvo menos éxito internacional.

Al público le gusta Delpy como la versión femenina de Allen, haciendo historias contemporáneas divertidas en las que usualmente es la neurótica impredecible. Su nueva película, en la que otra vez escribió el guión, la dirigió y la protagonizó, es otro ejemplo. En Lolo ella es Violette, una organizadora de eventos de moda en sus cuarenta que tras años de relaciones fallidas elige a un novio al parecer confiable y seguro –interpretado por Danny Boon–, durante unas vacaciones de amigas en el sur de Francia. El se muda a París y la relación prospera, para disgusto de Lolo, el hijo de ella. “Siempre digo que tengo un montón de neurosis, y soy un poquito hipocondríaca”, dice cuando se le señalan las similitudes con Allen. “Amo los personajes hipocondríacos. En realidad mi personaje es más hipocondríaco de lo que yo soy, porque en la vida real fumo, hago todo mal. Creo que tienden a gustarme las neurosis en las películas y los personajes neuróticos, los encuentro divertidos, entretenidos.”

Ella también subvierte los estereotipos. En la secuencia de apertura, Violette es una cazadora, una jocosa mujer a la caza de hombres. “Quería describir esos personajes como dos mujeres que han alcanzado un lugar en su vida donde hay algo un poquito cínico. Usan palabras sucias y les importa un carajo el juicio ajeno. Conozco a estas mujeres en los cuarenta que tratan a los hombres como artículos de uso. De algún modo los hombres se ofenderán al ver a estas mujeres tan directas.” Uno de sus libros favoritos en la historia erótica es Historia del ojo de Georges Bataille. “Los franceses hablan de sexo mucho más fácilmente que en cualquier otro país. Es un país en el que incluso la burguesía lo hace. Todo está expuesto. Por ejemplo, un presidente estadounidense que tiene un affaire se expone al fin de su carrera. Para un presidente francés, es el comienzo de una carrera, a menos que viole a alguien en Estados Unidos; entonces se mete en problemas. Tenemos al Marqués de Sade, todos esos escritores... es parte de la cultura”.

Violette es hábil en su trabajo de alto perfil (Karl Lagerfeld hace un cameo interpretándose a sí mismo en una escena), pero en su casa es un completo desastre. “Es algo que usualmente veo: cuando la gente es asombrosa en su trabajo, su vida personal suele ser un desastre”, dice. “El otro día pensaba si no es asombroso que una persona como yo, que en su vida real es un tipo de persona nerviosa e insegura, el opuesto a un sociópata que llega a lo más alto, tenga éxito. Es ciertamente sorprendente que alguien como yo triunfe en la vida.”

Delpy tiene un hijo joven, Leo, con su ex novio Marc Streitenfeld, compositor alemán de música para cine. Nació en enero de 2009 y mimarlo desde que nació le dio la idea de hacer una película sobre una relación madre-hijo. “Apenas dos días después, el doctor me estaba diciendo ‘usted sabe que un día tendrá que dejarlo ir’, y eso me volvió loca. Aun cuando entiendo que mis padres me dejaron ir cuando yo tenía 16 y cuando me fui a Estados Unidos a los 19.” Tuvo que empezar a crear sus propios personajes, dice, por el estereotipo de género con el que tuvo que lidiar en toda su carrera. “Por muchos años he lidiado con eso, mujeres que son histéricas, mujeres que tienen violento cambios de humor, mujeres que son incapaces de dirigir películas. Ayer nomás un fotógrafo nos estaba sacando fotos a Danny Boon y a mí y dijo ‘quiero tomar una fotografía del director y la actriz’, dando por sentado que yo quedaba afuera de la ecuación. Como que era imposible que yo fuera la directora.”

Escribir y crear han dejado con poco margen a su carrera como actriz y música. Lanzó un disco bajo su nombre en 2003 y compuso la banda de sonido de La condesa. Pero más allá de un breve cameo en Los vengadores: Era de Ultron, no ha actuado en un personaje que no haya escrito ella misma desde 2007. Aún aceptar esa aparición en Avengers pareció el remate de una elaborada broma. “Lo que pasó es que estaba teniendo una charla con mi agente y diciéndole que ahora que había llegado a los 44 años, estoy en la edad en la que puedo interpretar a un villano en una película de superhéroes. Porque cuando una mujer pasa los 35, usualmente se convierte en villana. Al día siguiente me llamó y me dijo ‘¡adiviná qué, me acaban de llamar de Marvel! Tenés que hacerlo’. Con lo que tuve este rol absolutamente sin significado en Avengers. Ni siquiera sé si estoy en los créditos.”

Lo próximo será tomar parte en la nueva película de Todd Solondz, Wiener-Dog. Dice que será un cambio refrescante: “Es muy divertido trabajar con él. Tiene su propia manera de ver las cosas, completamente paranoica. Es muy obsesivo con los detalles, lo que no siempre es bueno para los actores. Es muy bueno trabajar con él y ser solo una actriz, no tener que escribir nada”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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