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Miércoles, 27 de enero de 2016
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El director venezolano Alejandro Hidalgo presenta La casa del fin de los tiempos

“Tenemos el culebrón en nuestro ADN”

Record de público en su país, la ópera prima de Hidalgo también abrió fronteras. “Quise construir una película de terror que no sólo tuviera las convenciones del género, sino que presentara personajes humanos en medio de una historia conmovedora”, dice.

Por Ezequiel Boetti
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“Lo más cercano al terror eran telefilms con algunas leyendas locales”, señala Hidalgo.

Alejandro Hidalgo no esperaba lo que finalmente ocurrió. No lo hacía no porque no quisiera ni le faltara capacidad de imaginación, sino simplemente porque no podía: era demasiado joven –25 años–, tenía nula experiencia en la realización de largometrajes y había nacido en un país con nulos pergaminos a la hora de trabajar con los géneros clásicos, como Venezuela. Pero lo cierto es que La casa del fin de los tiempos cambió la historia del cine de aquel país. Esto dicho en el sentido más literal del término, ya que se convirtió en la primera película de terror y suspenso filmada allí, además de la producción nacional más taquillera de la historia. “No hice la película con la idea de ser un pionero en Venezuela ni nada por el estilo”, asegura ante Página/12 el realizador, de visita en la Argentina para acompañar el lanzamiento local, agendado para mañana.

Estrenada en su país en junio de 2013 y vista aquí en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre de 2014, La casa del fin de los tiempos duró en cartel más de cuatro meses y cortó 625 mil tickets, convirtiéndose en el sexto film latinoamericano más taquillero de aquel año. “Fue un gran reto, que haya sido la primera jugó mucho en contra y al mismo tiempo a favor”, recuerda este comunicador social. Y amplía: “Muchos productores no querían el proyecto y yo era muy chico cuando empecé a presentarlo. Al mismo tiempo, el venezolano es prejuicioso con su cine. Una película promedio puede llevar entre 30 mil y 50 mil espectadores, y es un buen número. Nosotros llevamos 625 mil; fue una gran sorpresa”.

–¿Antes no había films de este estilo por falta de ideas o de apoyo económico?

–Son muchos factores. Al cine venezolano se le abrieron muchas puertas después de la sanción de la Ley de Cine en 2005, que permitió que hubiera más financiamiento. Además, la mayoría de los cineastas suelen hacer películas con enfoques más sociales y recién ahora se están generando nuevas oportunidades. Lo más cercano al terror eran telefilms con algunas leyendas locales.

–Usted habla de “enfoques más sociales”. ¿El hecho de que esas cuestiones aquí no estén en primer plano ayudó a que el film se convierta en un éxito de público?

–Sí, totalmente. Mucha gente salía contenta porque decía que no era la típica película con ladrones y prostitutas. El film se maneja con convenciones de Hollywood que traté de aplicar a una historia venezolana, manejando una propuesta que permitiera que el público se identificara.

–La Argentina tiene una buena cantidad de exponentes recientes de cine de terror y suspenso, pero el público no suele responder...

–Hace unos días leía un blog en el que habían subido el trailer de La casa... y noté mucho prejuicio con el cine de género. Habría que investigar cuál es el tipo de terror y suspenso que le gusta al argentino. En mi caso, hice una película que me gustara a mí. Obviamente que tuve un presupuesto limitado y me hubiera gustado hacer algunas cosas distintas, pero estoy muy contento con el resultado final. Creo que cuando hay honestidad, personajes humanos y un buen manejo del terror, la película puede ser un éxito. Y a eso también se le suma la campaña de marketing: hay que tratar de que se convierta en un evento para que el público quiera verla. Son muchos factores e intenté tener en cuenta a todos.

–Usted ha dicho que “el cine latinoamericano, en especial el de terror, será el futuro del género”. ¿Sigue sosteniéndolo?

–Sí, totalmente. En Hollywood se está apuntando mucho al público latinoamericano. De por sí tenemos un buen número de consumidores, sobre todo en el mercado mexicano. No es casual que haya películas sobre santería o leyendas de ese país. Hay muchas cuestiones culturales que aún no se han visto y sirven no sólo para el cine de terror.

Casas embrujadas y culebrones

El film se sitúa a comienzos de los 80 en un inmenso caserón donde viven Dulce, su marido y los hijos en común. Una serie de extrañas apariciones permitiría enmarcar el relato dentro de las coordenadas del subgénero de casas embrujadas, pero los componentes melodramáticos ilustrados en el enfrentamiento entre los hermanos y la tortuosa historia de amor/odio de la pareja lo convierten en algo distinto. “Quise construir una película de terror que no sólo tuviera las convenciones del género, sino que presentara personajes humanos en medio de una historia conmovedora.” afirma Hidalgo antes de justificar la elección de una actriz de amplia trayectoria en el terreno de las telenovelas como Ruddy Rodríguez para el papel protagónico. “Sabía que ella tenía un potencial que no era explotado y también que encajaba con el perfil de Dulce, una mujer movida por el instinto maternal con una gama de emociones muy amplia. Una de las cosas que tuvimos en cuenta es su imagen de belleza muy grande. Ella fue Miss Venezuela, así que quisimos hacer algo antagónico: si siempre representa la belleza, acá la maquillamos para envejecerla.”

–El desarrollo narrativo incluye viajes en el tiempo y temporalidades entrecruzadas. ¿Nunca temió que la trama resultara demasiado ambiciosa para una ópera prima?

–Sí, es cierto que la premisa era bastante ambiciosa, pero quise asumir el riesgo porque el cine es una industria muy competitiva y uno tiene que tratar de mostrarse al máximo. Fue un reto muy fuerte. Cuando escribí la primera versión del guión pensé que tenía una joya entre manos, hasta que algunos dramaturgos la leyeron y me dijeron que estaba muy mal, pero que la idea era muy buena. Eso me llevó a estudiar muchísimo y de una manera obsesiva, hasta que después de quince versiones llegué a una definitiva.

–¿Investigación en el sentido cinematográfico?

–En todo sentido. Leí mucho sobre física cuántica, recibí clases de guión de Robert McKee y obviamente vi muchas películas para ver la cuestión de la estructura. Creo que lo que más define al género es la emoción y el tema. A pesar de que hay un giro que desplaza la película de las narraciones tradicionales, se puede decir que es un thriller sobrenatural.

–Más allá de la apuesta por el suspenso, el film tiene un núcleo narrativo familiar que remite a un culebrón. ¿Coincide?

–Sí, los venezolanos tenemos el culebrón en el ADN. Lo importante era aterrizar ese melodrama en un nivel cinematográfico y no pasarlo de la raya. Es un límite muy fino que creo que no cruzamos. Además, en cierta forma refleja nuestra cultura a través de un género muy conocido, lo que le da un sello.

–Usted suele citar a Los otros, El espinazo del diablo y El orfanato como algunos de sus referentes. ¿Siente algún interés en particular por el cine español?

–Me gusta el tipo de horror que profundiza en personajes y en los que ellos son hombres y mujeres de carne y hueso y con conflictos. También que el miedo se enfoque no tanto en el gore o en lo efectista, sino en lo desconocido y en jugar con las expectativas del público. Creo que aquí menos es más. En este caso, se sabe poco y se genera una ansiedad muy grande. Todos esos elementos juntos dan este tipo de historias.

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