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Miércoles, 20 de abril de 2016
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Ficciones, documentales y ensayos en la Competencia Argentina

Gran diversidad temática y estilística

El invierno llega después del otoño está estructurada al modo del cine de Eric Rohmer. Mi último fracaso, de Cecilia Kang, se interna en la comunidad coreana local, mientras que Primavera derrocha elenco y Crimen en Las Salinas trasciende su trama policial.

Por Horacio Bernades
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En Crimen de Las Salinas, el pueblo, de una vida de por sí escasa, la ha ido perdiendo aún más desde que esas salinas se secaron.

Por una extraña coincidencia, dos de las películas que por estos días presenta el 18º Bafici en su Competencia Argentina dividen su metraje en mitades, protagonizadas cada una de ellas por sendos personajes. Codirigida por el dúo integrado por Malena Solarz y Nicolás Zukerfeld, El invierno llega después del otoño está protagonizada por los integrantes de una ex pareja, él corrector de estilo y ella alumna de Letras iniciándose como colaboradora periodística. Primera mitad para él, segunda para ella. Opera prima de la realizadora argentina Cecilia Kang, de origen coreano, el documental Mi último fracaso dirige su mirada a dos mujeres pertenecientes a esa comunidad de origen: la ex profesora de artes plásticas de la directora del film y su hermana mayor. A partir de un crimen por interés, otro documental, Crimen de Las Salinas, narra la decadencia y muerte de todo un pueblo. Por su parte, en Primavera, Santiago Giralt retoma el género comedia coral-colorinche, previamente explorado en Las hermanas L. (2008).

Integrantes de lo que podría llamarse “grupo Filippelli” (ambos dirigieron, diez años atrás, dos de los once cortos de A propósito de Buenos Aires, largometraje coordinado por ese docente y realizador), Solarz y Zukerfeld organizan El invierno llega después del otoño en forma de dos cuentos, de acuerdo al devenir de las estaciones. No sólo la referencia estacional remite a Eric Rohmer, sino el estilo, la puesta en escena. El abundante rodaje en la calle, el protagonismo urbano, desde ya. Pero lo que más importa, la transparencia de la puesta, con planossecuencia discretos, nada ostentosos, actuaciones ídem y preeminencia de planos americanos, que permiten seguir a los personajes y las acciones desde una cierta distancia, que no sólo es física sino emocional. Como en los films de Matías Piñeiro –que también se inició en A propósito de Buenos Aires– hay abundantes cruces de objetos y personajes y lo literario se hace presente, en este caso no de forma estructural, como allí, sino relacionado con gustos y oficios propios del mundo narrado.

La diferencia es esencial: mientras que en Rohmer y Piñeyro lo que se ve obedece a un orden subyacente, del cual se dan pistas, aquí daría la impresión de que debajo de lo que se ve no hay nada. Al menos en el primer cuento, el del corrector. En el segundo es más visible que la protagonista oculta deliberadamente lo que le pasa, y ese ocultamiento le da al relato un espesor del que el otro carece.

Mientras que en El invierno llega... hay una ligazón entre ambas historias, no sucede lo mismo en Mi último fracaso, donde la única relación entre los dos personajes sobre los cuales la realizadora focaliza es que tienen o tuvieron vinculación con quien los filma. Esa falta de unidad genera desorientación en relación con el tema de la película (en un momento alguien sugiere frente a cámara que Mi último fracaso trata sobre mujeres de origen coreano de segunda o tercera generación, cosa que sólo esa escena y alguna otra insinúa). El resultado son dos películas distintas, sin relación entre sí, más allá de que ambas protagonistas sean mujeres solteras (pero no es un tema que se desarrolle, así que no es ése el tema).

De las dos historias, más interesante parecería la segunda, la de la hermana mayor de la protagonista, sobreviviente de un tumor cerebral. Pero, otra vez, ese tema no se desarrolla, aparece recién al final. La película con más vuelo es en verdad una tercera, que asoma en una única escena protagonizada por jóvenes coreanas argentinas, que a todos los efectos se comportan más como lo último que como lo primero. Esa película pudo haber sido sobre la relación intergeneracional al interior de la comunidad, incluyendo prejuicios, prohibiciones, vetos. En suma, el clásico enfrentamiento entre tradición y modernidad. Pero quedó entre los pliegues de Mi último fracaso (título que agrega oscuridad, ya que no tiene nada que ver con la película). Una lástima, porque Kang filma bien, respeta a sus personajes, sabe dejar respirar su material. Sólo necesita definir un poco mejor de qué quiere hablar.

El que sí tiene claro de qué quiere hablar, y cómo, es Lucas Distéfano, realizador de Crimen de Las Salinas. En el año 2005, en el pequeño pueblito cordobés de San José de Las Salinas, un hombre de 80 años fue asesinado por su esposa de 36, con la complicidad del hermano de ésta. El pueblo es tan pequeño que ése fue, créase o no, el único crimen cometido en él en toda su historia. El caso tiene suficiente interés como para dedicarle una investigación, pero Distéfano lo hace sólo colateralmente, recogiendo testimonios de la familia directa de la víctima o de una amiga de la victimaria. El realizador ha advertido otra cosa: el pueblo, de una vida de por sí escasa (el censo del año 2010 reportó 662 habitantes) la ha ido perdiendo aún más desde que las salinas que le dan nombre se secaron.

El único bien del anciano asesinado era su jubilación: la mujer lo habría matado para cobrarla. A lo largo del documental aparece algún otro matrimonio al que se le adivina tanta infelicidad como al del muerto y su asesina. Un vecino dice que esa clase de parejas es común, que él conoce a un viejito que camina “casi en cuatro patas” con el que se amancebó una mujer muy atractiva. En otras palabras, lo que descubre Distéfano, de modo callado y casi secreto, es que ese crimen único, aparentemente irrepetible, es el espejo en el que Las Salinas se refleja.

Primavera transcurre en buena medida en fiestas (un cumpleaños, una de disfraces, un casamiento) o sobre tablas, incluyendo además un parto a bordo de una ambulancia. Con un elenco que incluye a Moria Casán, Luisa Kuliok, el Chino Darín, Mike Amigorena y hasta Vicky Xipolitakis en una especie de cameo, la quinta película a solas de Santiago Giralt (que presenta la sexta, Jesse & James, en este mismo festival) es una comedia chillona, pero no gritada, alrededor de un amplio núcleo familiar que incluye abuela (Casán), hija (Catarina Spinetta), ex esposo gay de hija (Nahuel Mutti), actual pareja de hija (Amigorena), ex cuñado (Darín), actual pareja de ex esposo gay (Esteban Meloni) y nieto (Angelo Mutti Spinetta, hijo de Catarina y Nahuel), entre otros. Como ex esposo gay es director de teatro y está ensayando una obra con típica diva caprichosa (Kuliok), eso da lugar al ingreso del mundo de la escena, en el que Giralt ya había incursionado en Antes del estreno (2010). Allí quedaba claro que Giralt es uno de los mejores directores de actores del cine argentino y aquí se confirma, con lucimiento general y en particular de Catarina Spinetta, que como hace de embarazada hormonal va de un paroxismo a otro. En otras palabras: peligro absoluto de rechinante desastre actoral, y sin embargo la hija del gran Luis está notable. De Antes del estreno vienen también los largos paseos de la cámara en amplios planos-secuencia, lujoso ejercicio permitido por una película que es de la misma sustancia que la espuma.

* El invierno llega después del otoño se verá hoy a las 17.45 y el viernes 22 a las 13, en ambos casos en el Village Recoleta 5.

* Mi último fracaso, el viernes a las 14.15 en Village Recoleta 2.

* Crimen de Las Salinas, hoy a las 18.20 en Village Recoleta 2 y el domingo 24 a las 13.15, en Atlas Belgrano 3.

* Primavera, mañana a las 20.10 en Village Caballito 7.

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