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Jueves, 15 de septiembre de 2016
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Rudi Rosenberg y el mundo que pinta su film Le Nouveau

“No es una película pensada para un público adolescente”

El actor y realizador francés da cuenta de la clase de historias que le gustan, aunque no sean influencia directa. Y explica que “durante la escritura del guión, si notaba algo que se parecía a una cosa ya vista, lo desechaba”.

Por Diego Brodersen
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“En Francia los directores, incluso los nuevos, tenemos la suerte de trabajar con bastante libertad. Pude hacer lo que quería”.

¿Cuántas veces se puede contar la misma historia como si fuera la primera vez? El debut en el largometraje del actor y realizador Rudi Rosenberg –que viene de ganar el premio principal en la sección Nuev@s Director@s del Festival de San Sebastián y participó en la Competencia Internacional del Bafici– parece tener la respuesta a la pregunta. O una posible respuesta: muchas, infinitas veces, si ese camino recorrido con anterioridad no es dinamitado con lugares comunes y el tránsito se plantea no como paseo sino como búsqueda. La historia de Le nouveau es la de un chico que apenas ha comenzado a abrirle las puertas a la pubertad y el conflicto resulta tan universal como trágico: la mudanza de una ciudad a otra, la despedida de los amigos, el aterrizaje forzoso –muchas veces explosivo, otras tantas implosivo– en un universo desconocido. Ahí está la entrada de la nueva escuela, donde no se conoce a nadie y las reglas de juego de los vínculos y enemistades están tan afianzados que parecen eternos, casi atávicos. Benoît es el nombre del chico nuevo en cuestión y la película no pierde tiempo en su prehistoria: se habla en tiempo pasado de la vida en La Haya y su familia ya está afincada en la capital francesa, aunque las paredes de su cuarto todavía conserven el color rosa de su antigua habitante.

Algo tímido sin llegar al retraimiento –y a diferencia de su hermano menor, que no parece haber sufrido demasiado los embates de la crisis–, la llegada de cada nuevo día escolar se ha transformado en una pequeña pero dolorosa tortura. Su madre no tiene mejor idea que aconsejarlo para que pueda comenzar a hacerse de nuevos amigos: ¿por qué no llevar algunos chocolates para compartir en clase? Así encuentra Le nouveau a Benoît, insistiendo con algo de patetismo en algo que no siente muchos deseos de hacer pero que, lo sabe, debe llevar a cabo casi como una forma de supervivencia.

Nacido en 1979 en París, Rudi Rosenberg es dueño de una relativamente extensa filmografía como actor, carrera que abandonó temporalmente hace unos años para pasarse del otro lado de la cámara. No casualmente, sus dos cortometrajes previos también están protagonizados por niños y adolescentes. “Me encanta dirigir actores y los adolescentes son los mejores actores del mundo”, confirma el realizador en entrevista exclusiva con Página/12. “Son dueños de mucha espontaneidad y pueden resultan extremadamente graciosos. Filmé la película en 2014, a los treinta y cinco años, y es posible que haya sentido un poco de nostalgia por mi época de adolescente. Tal vez haya sido una manera de reconectarme con eso. Además, comencé a actuar a esa edad, a los doce años, pero dejé de hacerlo hace un tiempo, antes de cumplir los treinta, para estudiar y dedicarme a la carrera de director. Comencé a hacer algunos comerciales y no sentía deseos de trabajar como actor. Aunque ahora estoy pensando seriamente en retomarlo”.

–La teen movie (el film de adolescentes) y el drama de crecimiento son géneros muy establecidos, especialmente en el cine estadounidense. ¿Encuentra una filiación con esas historias? En su film hay incluso una referencia directa a la serie Freaks and Geeks...

–Siempre me gustaron las películas con antihéroes, protagonizadas por perdedores, gente que no puede obtener lo que quiere de la vida. El cine de directores como John Hughes o la serie Freaks and Geeks, por cierto. Pero también hay muchos realizadores franceses que han dirigido films hermosos sobre la infancia y la juventud. También en el norte de Europa: alguien que me fascina es el sueco Roy Andersson, en particular una de sus primeras películas, En kärlekshistoria (1970). O su coterráneo Lukas Moodysson, que también ha hecho películas maravillosas. Pero debo decir que para Le nouveau no he tenido una inspiración directa o literal de otras películas. Lo que me interesaba era contar una historia basada en cosas personales, en mi propia infancia. Casi todas las escenas y situaciones de la película están basadas en hechos que pasaron realmente, no solamente a mí sino a mis amigos. Todo es muy personal.

–¿Estuvo entonces enamorado de una chica sueca, como el protagonista de su película?

–No (risas). Estuve enamorado, sí, pero no era de ese origen. Esa idea vino de una gran película, Les doigts dans la tête (1974), la ópera prima de Jacques Doillon, donde hay una chica sueca que es fantástica. Yo también quería tener una chica sueca en mi película.

–Le nouveau es la clase de relato que fácilmente puede caer en toda clase de clichés, pero su película trabaja en contra de eso.

–Hay muchas películas sobre adolescentes y es bien cierto que uno se ha acostumbrado a ver escenas similares. Durante la escritura del guión, si notaba algo que se parecía demasiado a otra cosa ya vista, lo desechaba de inmediato. Creo que eso es lo que todos los directores intentan hacer: crear algo nuevo. Excepto, claro, ciertos productores que quieren hacer películas que ya han sido hechas porque saben que fueron exitosas, y por eso insisten en incluir escenas similares e incluso idénticas. En Francia los directores, incluso los nuevos, tenemos la suerte de trabajar con bastante libertad y, en este caso, pude hacer exactamente lo que quería. Todo fue muy personal y creo que esa es la clave para que se transforme en algo universal: hablar de algo muy particular, especial.

Benoît comienza lentamente a formar un grupo de amigos y amigas, cada uno con sus señas particulares, que el film explota con comicidad y humanidad. Eventualmente, el film regala una bellísima escena–bisagra que funciona como punto de cohesión y punto de partida de otra clase de conflictos. La fiesta organizada por el chico nuevo es un fracaso rotundo en términos sociales pero un enorme éxito para la pequeña e incipiente comunidad de almas (no tan) gemelas. La ayuda para llevar a cabo el evento es aportada por un adulto que se comporta casi como uno de ellos: el tío del protagonista, un ex DJ amateur con ganas de pasar música una vez más. “Tengo sobrinos y sobrinas y creo que la relación es interesante cuando un tío actúa como un chico o un adolescente. El actor que interpreta ese personaje es Max Boublil, mi mejor amigo de la infancia, que se ha convertido en un famoso comediante de stand up aquí en Francia”, detalla Rosenberg. Si la escena en cuestión, con su bailes y juegos improvisados, permanece en la memoria luego del fin de la proyección es, en parte, por el perfecto uso del clásico de 1981 de la banda británica The Human League, “Don’t You Want Me”. “Queríamos una canción que no fuera demasiado cool en este momento, que no pasara de moda rápido. Que la película pueda ser vista dentro de diez años y nadie dijera ‘ah, ese tema espantoso, tan 2016’. Queríamos algo que perdurara y ese tema es un clásico y va a seguir siéndolo”.

–¿Fue difícil la elección de los actores y actrices? Hay una frescura notable en todos ellos.

–Ninguno tenía experiencia previa y eso fue algo que teníamos muy en claro desde el principio: queríamos que fueran no profesionales. Hicimos un casting muy extenso, que duró todo un año y durante el cual entrevistamos a unos cinco mil chicos. Hay un libro de Judd Apatow en el cual habla del casting de Freaks and Geeks y dice que vieron más de 7000 chicos. Nosotros hicimos lo mismo y creo que esa es la clave.

–¿Hubo lugar para la improvisación en las escenas?

–Hubo un poquito de improvisación y eso permitió que los chicos se sintieran libres. Pero eran muy jóvenes cuando filmamos, unos doce o trece años, y cuando los dejaba hacer lo que querían, tendían a ir un poco demasiado lejos. En la escena de la fiesta los dejé con bastante libertad, pero en los momentos de diálogos, por ejemplo, todo estuvo bastante escrito de antemano. Trabajamos casi siempre con dos cámaras y eso fue muy importante para ciertas escenas: para que los chicos siguieran en un modo fresco no queríamos repetir demasiadas veces las tomas. De esa forma teníamos cobertura desde varios ángulos.

–Alguna reseña crítica de su film hizo hincapié en el hecho de que temas como el bullying o el racismo no tienen lugar en su film. Parece algo injusto, teniendo en cuenta que esa exclusión es muy deliberada.

–No es una película sobre esas cuestiones, es una comedia acerca de la amistad. Todas aquellas personas a las cuales les ha gustado la película y se han acercado para hablarme me han dicho que el film los hizo regresar a su infancia. Y eso es algo muy bueno, porque desde un primer momento tuve en mente un espectador adulto. Aunque la puedan disfrutar, no es una película pensada específicamente para un público adolescente.

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