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Sábado, 4 de noviembre de 2006
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“TROPICAL MALADY”, DE APICHATPONG WEERASETHAKUL

Belleza y misterio

El director tailandés propone un film de una libertad absoluta, que parte del realismo más puro para convertirse de pronto en una extraña fábula, tan sensual como inquietante, donde la naturaleza habla a través del cine.

Por Luciano Monteagudo
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Apenas dos personajes, un soldado y su amigo campesino.

Seguramente no habrá este año en Buenos Aires un film más contemporáneo, más libre, más misterioso que Tropical Malady. Su director es tailandés y ya desde su película anterior –Blissfully Yours, premiada primero en Cannes 2002 y luego en Tesalónica, Tokio y también en Bafici porteño– es el nuevo nombre a seguir del cine asiático, por difícil que sea de pronunciar: Apichatpong Weerasethakul. Proveniente del campo del cine y el video experimental, Weerasethakul (Bangkok, 1970) logra en Tropical Malady un film de una originalidad absoluta, que parte del realismo más puro y duro para convertirse de pronto en una extraña fábula, tan bella como inquietante.

Los personajes son apenas dos, un soldado y su joven amigo campesino. En la ciudad, comparten los momentos libres de la manera más casual –una partida de billar, una función de cine, una sesión de karaoke, un partido de fútbol, la visita a un templo budista–, pero cuando vuelven a la jungla el muchacho campesino desaparece, sin dejar rastros. La gente del lugar habla de un monstruo elusivo, que acecha en la espesura, y el soldado sale en su búsqueda, para encontrarse finalmente con un hombre–tigre, fantasma surgido de un bestiario, que refleja los rasgos de su compañero. Es sencillamente notable lo que consigue Weerase-

thakul con los recursos más simples del cine: la luz, el sonido, el tiempo. La naturaleza parece hablar a través de su film, que sugiere un mundo interior de una riqueza y un misterio insondables.

Como antes en Blissfully Yours (2002) y luego en su film más reciente, Syndromes and a Century, estrenado hace un par de meses simultáneamente en los festivales de Venecia y Toronto, en Tropical Malady también hay un cisura, un corte que divide sin previo aviso a la obra en dos. Esta ruptura, sin embargo, no parece alterar la radiante armonía del film, sino más bien por el contrario, la determina, como si se tratara de dos fracciones gemelas, que se miran como espejos extrañados. Por otra parte, no hay en Tropical Malady una trama propiamente dicha, sino pequeñas instancias, momentos de palabras o silencios que van formando su propia corriente narrativa. Como en los otros dos films de Apichatpong, también Tropical Malady es una obra de dualidades permanentes: ciudad-jungla, luz–oscuridad, masculino-femenino, hombre-bestia. Las repeticiones, a su vez, pueden parecer enigmáticas, pero quizá conviene leerlas como “reencarnaciones”, según sugiere el propio Apichatpong a partir de su fe budista.

Aun en los momentos aparentemente más banales (una lluvia repentina, un diálogo sobre The Clash, una escena de hospital, infaltable en Apichatpong), la mirada del director logra ver el mundo con una rara sensibilidad poética. Pero es en la segunda parte cuando esa mirada se magnifica: allí en la selva se percibe una sensualidad dionisiaca, la noche negra habla de instintos desbordados y la metamorfosis materializa las pulsiones del inconsciente. Esa es quizá la “enfermedad tropical” de la que habla el título del film: la explosión de los sentidos.

Como en toda gran obra de arte, en Tropical Malady es imposible no encontrar a su vez ecos, reverberaciones de otras obras, no porque estén citadas expresamente, sino porque el cine, la pintura, la poesía siempre son capaces de dialogar entre sí. Cada espectador podrá encontrar su propio universo de referencias, pero es difícil no remitirse al cine fantástico de Jacques Tourner en general y a La marca de la pantera en particular, o a las selvas exuberantes del aduanero Henri Rousseau, o a los versos de Borges, cuando hablaba de ese “Tigre de símbolos y sombras / Y de memorias de la enciclopedia / Y no el tigre fatal, la aciaga joya / Que, bajo el sol o la diversa luna / Va cumpliendo en Sumatra o en Bengala / Su rutina de amor, de ocio y de muerte”.

9-TROPICAL MALADY

(Tailandia, 2004)

Dirección y guión: Apichatpong Weerasethakul.

Intérpretes: Banlop Lomnoi, Sadka Pengpanitch.

Se exhibe en el Malba, viernes a las 22 y domingos a las 21.45.

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