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Domingo, 10 de diciembre de 2006
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ENTREVISTA CON INES EFRON

Una actriz joven dispuesta a romper con los prejuicios

La protagonista de Glue y Cara de queso acaba de terminar el rodaje de XXY, de Lucía Puenzo, donde interpreta a Alex, un personaje complejo, que tiene ovarios y útero pero también órganos sexuales masculinos.

Por Julián Gorodischer
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“Con Darín sentí que teníamos códigos muy diferentes de actuación”, dice Efron.

Cada tanto algún fan o un colega actor le remarca su parentesco estético con Heather Matarazzo, esa adorable criatura del film Mi vida es mi vida, de Todd Solondz: en Glue (de Alexis Dos Santos), en Cara de queso (de Ariel Winograd) y en XXY, que acaba de terminar de rodar dirigida por Lucía Puenzo le calzaron perfectamente bien los patitos feos que anticipan el cisne que vendrá o los integrantes disfuncionales de familias, countries, pueblos como ese paraje perdido entre Punta del Este y Piriápolis, en Uruguay, en el que su personaje Alex trata de llevar adelante una vida como hermafrodita congénito sin ser reducido a freak circense, sin normalizarse por la vía quirúrgica, escapando a la agresión y el miedo ante lo distinto. La extraña Inés Efron luce siempre levemente extraviada, como en un mundito aparte hecho de velos y de contradicciones: su ingenuidad acompaña un desborde sensual que incluyó el trío más inquietante del cine de adolescentes reciente, que emparentó a Glue con un título como Kids de Larry Clark. Efron fue, también, una continuadora light de las prostitutas de la Zwi Migdal como la polaquita que reclama besos a cambio de billetes en la canchita de paddle de Cara de queso.

Así están las cosas para Inés Efron: acaba de darse cuenta de que la distancia una brecha generacional de otros actores como Ricardo Darín, con quien acaba de compartir cartel y que interpreta a su padre. Cada vez que actúa lo hace desde el no saber actuar, como un hacer intuitivo, casi pulsional que aprendió a desarrollar en los primeros talleres que tomó con Nora Moseinco, entrenadora de jóvenes aspirantes a estrella. “Toda la vida habrá generaciones nuevas (ella tiene 22) que van a venir con nuevas propuestas”, dice. “Es muy difícil identificarse con otro tipo de actores: con Ricardo sentí que teníamos códigos muy diferentes de actuación; él propone desde otro lugar. No quiero llegar a ser una actriz del San Martín, o algo así. Ni tampoco sé si querré actuar para toda la vida. Es muy raro actuar, y yo estoy aprendiendo.” Para un balance del año de su despegue, elegirá destacar sensaciones: la del tedio y la asfixia de verano en el pueblo patagónico en el que transcurre Glue, vinculada al mismo aburrimiento sentido en la infancia en San Martín, provincia de Buenos Aires y, en esa misma película, el descubrimiento de que se podía filmar improvisando, con total libertad para que se confundieran los ánimos y los sentimientos entre los tres amigos que se inician en las reglas de los celos y en la atracción.

Después llegó la vida recluida en el country como una de las “amiguitas” de Cara de queso, y ahora el éxodo a la costa con su familia (Darín y Valeria Bertuccelli, como su madre), y –en todos los casos– quedará fundada una breve filmografía por fuera de las ciudades. “XXY sucede en una playa, entre Punta del Este y Piriápolis. La familia vive aislada, por fuera de todo lo que conocían. En la ciudad les sería un poco más fácil la vida porque hay más diversidad. Pero en el pueblo se corre el riesgo de caer en el freak de circo.” El adelanto de la trama de la primera historia de hermafroditas en el cine nacional indica que al caso de Alex se lo conoce como seudohermafroditismo congénito, que tiene ovarios y útero, y también genitales masculinos. La decisión de criarla como mujer respondería al nivel de su hermafroditismo. El personaje de Darín, su padre, interviene para dejar que la naturaleza siga su rumbo, sin mutilaciones ni enderezamiento sexuales. Luego se agregará la tensión con su madre (que preferiría un panorama de normalización hacia el sexo femenino) y la convivencia con barras de varones que se debaten entre la agresión y el deseo, participando incluso de una escena de violación que para Efron fue de lo más intenso y agobiante que tuvo que filmar.

–Era una escena fuerte, difícil, una violación que hay contra Alex –recuerda Inés Efron–. Era redensa. A Alex la miran y, de pronto, todo se empieza a transformar en una violación. En el primer encuentro con el personaje de Martín va y le habla de hacerse la paja. Tiene un nombre masculino pero la tratan como mujer.

–¿Cómo preparó la composición de un hermafrodita?

–Mi médico me contactó con un endocrinólogo y éste me contó sobre varios casos: había un chico que vivió como varón toda su vida, trabajaba en el campo, hasta que le empiezan a agarrar dolores muy fuertes de panza, orinaba con sangre y descubrieron que tenía un útero interno. En otros casos, tienen un clítoris que sale al exterior. Pero no fue un personaje que tuve que construir; con sólo ser mujer y tener una ropa tan masculina como ésa me colocaba.

–¿Cómo haría un retrato de Alex?

–Me masculinicé mucho: siempre en pantalón, para mí fue clave fue ver Octopus Alarm, un documental que me enseñó sobre la vida de un hermafrodita. A Alex no la operan: algunos nacen con clítoris grande y otros con pene. Alex tiene un pene, y tiene un grado alto de hermafroditismo. Ella nació así. No sabe cómo cambiarse en el campamento de la escuela; cómo bañarse con una amiga....

Su posición desde la ficción es que sus marginales merecen una sexualidad plena y la ejercen, hasta desbordan sensualidad donde antes se reducía a las minorías sexuales. Lo que llega junto con su mirada clara, su habla quebradiza y su volumen bajo, combinado con su extroversión sexual, es otra manera de contar las mismas cosas. “Se muestra la intriga que Alex les produce a unos varones del pueblo, y cómo les va causando, al mismo tiempo, excitación. Es un tono denso, sobre todo cuando se trata del punto de vista de los padres. Aprendí de Ricardo Darín que a veces conviene trabajar desde un lugar en el que uno no quede agotado; él cuida su energía, la administra. Se involucra hasta el punto necesario. Yo, después de cada escena, quedaba bizca.” De todas sus chicas de ficción y de su iniciación como actriz podría extraerse la misma premisa, que atañe a una generación entera: son los adultos los que siempre tratan de definir y poner rótulos. “Por ser jóvenes –concluye Inés Efron– estamos destinados a romper con lo que hay.”

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