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Miércoles, 21 de septiembre de 2005
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EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIAN

El cine argentino, según los europeos

Las exhibiciones de El aura e Iluminados por el fuego marcaron diferencias en el público y la prensa... que tiene una extraña visión del país: “Tienen la suerte de vivir en la mejor zona del mundo”, dijo una periodista.

Por Horacio Bernades
Desde San Sebastian
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Los responsables de Iluminados... se retiraron de la sala de prensa en medio de un cerrado aplauso.
Iluminados por el fuego sí, El aura no. Después de las primeras proyecciones de la película de Tristán Bauer y terminada ya la recorrida de la de Fabián Bielinsky, ésa es la recepción mayoritaria que los dos créditos argentinos han tenido aquí. El paso de las horas confirma que el policial existencial de Bielinsky/Darín no fue hecho al gusto español: sin dejar de considerarla una película estimable, no hay quien no le critique una duración excesiva, falta de humor y una ambición que aquí es vista como pretensión lisa y llana. Todo lo cual deja pensando sobre las asombrosas diferencias de criterio entre críticos de uno y otro país. Contrariamente, el film de Bauer sobre Malvinas dejó al público con los ojos húmedos. Teniendo en cuenta el inusual aplauso que cerró la conferencia de prensa en la que se hicieron presentes Bauer, Gastón Pauls y Virginia Innocenti, da toda la sensación de que la corriente de emoción generada por Iluminados por el fuego alcanzó también al periodismo. Si el jurado sintoniza con los gustos de público y crítica, habrá que ir anotando al film de Bauer como candidato a unas Conchas para las cuales sólo Ricardo Darín asoma en condiciones de competir, por el lado de El aura.
Hubo aplausos también para Como pasan las horas, presentada en la sección paralela “Horizontes latinos”, y al mismo tiempo se hacía presente aquí Hernán Musaluppi, productor de No sos vos, soy yo, para anunciar el próximo proyecto que volverá a reunirlo con el director Juan Taratuto. Sucede que la comedia protagonizada por Diego Peretti, Soledad Villamil y Cecilia Dopazo es un exitazo de proporciones en España, donde permanece en cartelera desde hace casi cuatro meses, habiendo llevado ya la friolera de 450 mil espectadores a las salas. Por lo cual no es cuestión de perder tiempo, y Ojos (título de la nueva película de Taratuto) ya está en marcha. Otro dato: según comentan los asistentes, las películas argentinas son las más buscadas en la sala del video del mercado del cine que funciona en el marco del festival. Pero no es sólo el cine criollo el que se ha vuelto súbitamente chic en Europa sino, parecería, el país todo. “Ustedes tienen la suerte de vivir en la mejor zona del mundo en este momento”, comenta una periodista extranjera que suele viajar todos los años a la Argentina. Vienen a la mente piquetes, cartoneros y desocupados, y la sonrisa irónica asoma inevitablemente.
Pero basta ver buena parte del cine europeo en exhibición aquí para comprender un poco más a qué se refiere la colega, que no habla sólo de cine precisamente. Por un lado están las películas autoculpabilizadoras, como la danesa Drabet (en competencia oficial) o la holandesa La felicidad de algún otro (en Zabaltegui, la principal de las paralelas). En la primera, un comando armado antiglobalización lesiona de muerte a un policía, lo cual tiñe la película entera de duelo, responsabilidad y condena. En la segunda sucede algo parecido, pero esta vez con un señor burgués que atropella mortalmente a un niño y huye, desparramando un dolor y remordimiento terminales en parientes, deudos y vecinos. Una variante es la que representa otro film en competencia, la checa Algo así como la felicidad, título al que la palabra irónico le queda tan corta como le calzaría al Maradona 2004 la ropa del Maradona 2005. Actuada por un elenco sin duda espléndido, en el microcosmos de un monoblock (de típica arquitectura pre-caída del Muro) no hay lugar para otra cosa que no sea el alcoholismo, el deterioro, la lumpenización y, sobre todo, el estado psicótico en el que cae –con bastante gratuidad, por cierto– una madre con dos hijos pequeños, a los que no les compra ni la leche.
Parecería que, en el panorama actual del cine europeo, ante la negrura no quedara otra opción que no sea el conformismo o la falsa expiación. Esta última asoma en las francesas Holy Lola y Vers le Sud, presentadas ambas en Zabaltegui. No es que les falten firmas: la primera es la nueva de Bertrand Tavernier; la otra es la que Laurent Cantet filmó a continuación de las magistrales Recursos humanos y El empleo del tiempo. En Holy Lola, un matrimonio francés sin hijos viaja a Camboya para adoptar algún niño desvalido. En Vers le Sud son tres amigas cincuentonas las que se trasladan hasta Haití, en época de los Tontons Macoutes, en busca de sexo fácil. En ambos casos, detrás de la crítica se esconde la misma soberbia de tantos turistas: la de suponer que se puede conocer al dedillo la realidad de un país en una semanita o quince días. Frente a estas tentaciones colonizadoras, a una película tan modesta como la también francesa No estoy aquí para ser amado (que tal vez debió haber sido elegida para un Festival de Cine Convencional) le basta con unos personajes más o menos simpáticos, patéticos y queribles para convertirse en una opción menos perjudicial.

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