Imprimir|Regresar a la nota
Jueves, 4 de enero de 2007
logo espectaculos
“DEJA VU”, DEL ESTADOUNIDENSE TONY SCOTT

Un viaje en el tiempo que les gana a los peores pronósticos

Denzel Washington le pone todo su oficio a un thriller que desafía la verosimilitud.

Por Diego Brodersen
/fotos/espectaculos/20070104/notas_e/NA20FO01.JPG
Washington es un detective que investiga la misteriosa explosión de un barco en Nueva Orleáns.

Las películas de Tony Scott, director de monumentos a la estética de los años ’80 como El ansia (The Hunger, 1983) o Top Gun (1986), nunca se caracterizaron por la sutileza y la prestancia estilísticas y sus últimas obras no hacen más que confirmarlo. Sin ir más lejos, en Hombre en llamas (2004) –un pequeño éxito en la Argentina– supo cruzar ese estilo de puesta en escena y montaje tan, si la expresión se permite, “scottiano” con una ideología al menos discutible, redondeando un film de acción “con mensaje” particularmente indigesto. Y qué decir de Dominó (2005), lanzada en la Argentina directamente en el mercado hogareño, un mamarracho cinematográfico con todas las letras y colores del espectro lumínico...

Por otro lado, el nombre del productor Jerry Bruckheimer (Pearl Harbor, Armageddon, Con Air-Riesgo en el aire, entre muchas otras) no aportaba un pedigrí precisamente respetable. Pues bien, las primeras imágenes de Déjà vu convocan el peor de los miedos: mientras un importante grupo de pasajeros comienza a abordar un vapor en un muelle de la golpeada zona de Nueva Orleáns, los planos comienzan a sucederse a la velocidad del rayo, con ralentis y planos aéreos que hacen esperar la aparición, en cualquier momento, del eslogan de alguna bebida alcohólica que se sabe sofisticada.

Por fortuna, luego de que el buque estalle por los aires llevándose consigo más de quinientas vidas, y el detective de una agencia estatal interpretado por Denzel Washington (repitiendo dupla junto a Scott luego de la citada Hombre en llamas) comience su investigación sobre el atentado, las cosas parecen encaminarse hacia un terreno narrativo, si no estimulante, al menos moderadamente placentero. La trama introduce un elemento fantástico a poco de comenzada la acción que, de tener visos de realidad, podría vulnerar todas las teorías científicas en existencia sobre los déjà vu, esos extraños y fugaces momentos durante los cuales uno cree vivir nuevamente algo que ya ha ocurrido. Y es que a Denzel le ponen en frente un artilugio súper secreto que será de suma ayuda a la hora de resolver el crimen, un dispositivo que pondría a los saltos al mismísimo Stephen Hawking y que habilita la práctica de la teoría de los agujeros de gusano: hablando en criollo, doblar el tiempo y poner a disposición del usuario un puente entre distintos espacios-tiempo.

Déjà vu, la película, deja volar la imaginación, alimentando elucubraciones respecto de la interacción entre pasado y presente, y plantea, por poner un ejemplo, una persecución virtual donde el moreno héroe debe manejar un vehículo con un ojo puesto literalmente en el pasado y otro en el presente, con todos los riesgos para la integridad física que ello implica, en una de las secuencias mejor resueltas del film.

El verosímil es llevado a su punto límite cuando, en el último tramo y luego de una cadena de infructuosas acciones por detener la (en apariencia) inevitable explosión del barco, el investigador decide tomar al toro por las astas y hacerse un viajecito físico por el pasado reciente. Nada indicaba que el aparato fuera tan sofisticado como para poder además teletransportar seres humanos a través del tiempo, pero la voluntad todo lo puede, en particular si Denzel Washington se lo propone y más aún si el amor por una de las víctimas ha aflorado a lo largo de la pesquisa.

No se revelará aquí la resolución del arco dramático, que seguramente dejará a varios espectadores discutiendo fervorosamente acerca de las paradojas que todo viaje en el tiempo que se precie suele crear. Tampoco es bueno preguntarse acerca de las posibles implicancias militares y políticas de semejante invención (casi todos los personajes del film, excepción hecha del villano, son ingenuos y bonachones servidores del gobierno). Lo cierto es que las poco más de dos horas de Déjà vu –que se toma a sí misma lo suficientemente en serio como para resultar creíble en su dislate, pero no tanto como para molestar con innecesarias pretensiones filosóficas– resultan un grato ejercicio en la práctica de un cine cercano, en esencia, al film fantástico clase B del pasado.

7-DEJA VU

Estados Unidos, 2006

Dirección: Tony Scott.

Guión: Bill Marsilii y Terry Rossio.

Fotografía: Paul Cameron.

Montaje: Jason Hellmann y Chris Lebenzon.

Música: Harry Gregson-Williams.

Intérpretes: Denzel Washington, Paula Patton, Val Kilmer, James Caviezel, Adam Goldberg.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.