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Sábado, 24 de septiembre de 2005
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LOS TRAMOS FINALES DEL FESTIVAL DE SAN SEBASTIAN

Las directoras son las que mandan

La cueva del perro amarillo, Me and You and Everyone You Know y Look Both Ways le pusieron algo de encanto a un festival que no se distingue por la calidad de la competencia oficial.

Por HORACIO BERNADES
Desde San Sebastian
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La cueva..., de Byambasuren Davaa, nacida en Mongolia.
Las últimas películas en competencia en esta 53ª edición del festival donostiarra no hicieron más que confirmar todo aquello que a lo largo del evento marcó la tónica de esa sección. Refrendando un aplastante predominio europeo (español, sobre todo), tanto la nórdica Bang Bang Orangután –coproducción entre Suecia y Dinamarca– como la española Sud Express ratificaron el carácter irregular, cuando no francamente poco interesante, de gran parte de los títulos que van por las Conchas. Con la nueva película del escocés Michael Winterbottom (la muy estimulante A Cock and Bull Story) y la convencional comedia francesa No estoy aquí para ser amado como favoritas de crítica y público, hoy se sabrá si el jurado oficial coincide o no con esas predilecciones.
En cuanto a las argentinas, ayer nadie podía frenar el rumor a gritos que indicaba que Iluminados por el fuego está destinada a uno de los premios “grandes” del festival. En muestras paralelas, Como pasan las horas, Géminis, Monobloc y la aún inédita La demolición aspiran a los premios de la sección “Horizontes latinos”, al tiempo que Los suicidas compite (lo mismo que El aura) por el premio Altadis/Nuevos directores, destinado a primeras o segundas películas. Para el mismo premio, y el del público, aparece con muchas posibilidades la coproducción entre Mongolia y Alemania La cueva del perro amarillo, presentada en Zabaltegui. En ella, Byambasuren Davaa (la misma de La leyenda del camello que llora, visto en el Bafici 2004 y nominada al Oscar al Mejor Film Extranjero 2005) se confirma como reina del film etnográfico de ficción.
Nacida en Mongolia y con estudios de cine en Alemania, es posible que Byambasuren innove poco con respecto a la anterior. Eso no obsta para que La cueva... sea una nueva pequeña gema. Otra vez las planicies mongolas, otra vez una familia nómade, otra vez un bicho de cuatro patas en el título y cumpliendo un importante rol dramático. Otra maravilla de observación, suaves elipsis narrativas, personajes irresistibles (incluido el perro) e historias de ficción que se bordan delicadamente, casi sin forzar la realidad. En esta ocasión, una nena de unos seis años adopta a un pichicho en contra de la voluntad de su padre, que teme que las huellas del perro atraigan a los lobos. En términos argumentales hay poco más, más allá de dos o tres referencias oblicuas al avance de la civilización, sobre una forma de vida condenada a la extinción. Con sólo eso, a lo largo de hora y media el espectador aprenderá a hacer queso de vaca, presenciará la discusión entre dos niños sobre jugar o no con la imagen de un Buda, sabrá cómo desmontar una tienda en tiempo record y se sentirá tocado por unos niños vivísimos y un perro igual de despierto. Todo, contado con los medios cinematográficos más genuinos.
También en Zabaltegui se presentaron dos pequeñas comedias urbanas a las que –en contra de mucho de lo que se vio en el festival– el mundo de los personajes les interesa mil veces más que opinar sobre el mundo. Cargada de premios (en Sundance y Cannes, sobre todo), Me and You and Everyone You Know es la opera prima de la múltiple artista estadounidense Miranda July, dedicada a performances multimedia, radio y escritura. Lo que July logra en Me and You... es echar una mirada original, rara y desconcertante sobre temas tan vapuleados por el cine actual como lo son los personajes freaks y disfuncionales, la pedofilia, la precocidad infantil y el asfixiante encierro en el que viven ciertas elites artísticas. Actuada con naturalidad desarmante, puntuada de un sentido del humor tan seco como el de Takeshi Kitano y con un uso del color que la arrima al pop y lo naïf, Me and You... refresca tanta pesadez ambiente, hecha de películas que funcionan como aseveraciones.Por un barrio parecido anda la australiana Look Both Ways, también dirigida por una realizadora debutante. Como July, Sarah Watt proviene de otro arte. En este caso, el cortometraje de animación, al que sabe incorporar dentro de la película. Como Me and You..., Look Both Ways le da una vuelta de campana a un género tan formateado como la comedia romántica, con un héroe al que acaban de informarle que tiene cáncer de testículo y una heroína que viene de enterrar a su padre. Watt huye como de la peste del coqueteo con lo fúnebre en el que tantos de sus colegas se hunden, haciendo que el choque entre estos personajes –obsesionados por catástrofes reales o posibles– resulte divertidísimo. En la que será sin duda la escena más memorable de todo el festival –y de bastante cine reciente–, durante el primer encuentro sexual él no puede dejar de pensar en las células de sus metástasis, mientras ella imagina toda clase de catástrofes corporales, que Watt pinta con hermosos cuadritos animados. Davaa, July y Watt: que vivan las chicas.

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