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Jueves, 8 de febrero de 2007
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“LA VERDADERA HISTORIA...”

Las apariencias de Caperucita Roja

Con presupuesto artesanal, pero a la vez con auténtico interés por desarrollar historia y personajes, el film de Cory Edwards es una sorpresa.

Por Diego Brodersen
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Un extraño caso de comedia alocada en formato animado, que descree de las típicas lecciones de vida.

Sorpresas que da la vida: La verdadera historia de Caperucita Roja es una de esas modestas pero genuinas alegrías fílmicas que permiten volver a creer en el futuro del cine de animación, anclado en los tiempos que corren en la repetición de conceptos e historias y marcado a fuego por la exacerbación de las megacampañas de marketing. Los animadores, por otro lado, abandonan cada vez más la creación de mundos de fantasía paralelos –ésa es la gracia primigenia del cine animado– para aferrarse a una manipulación de colores y texturas hiperrealista, intentando emular, sin demasiado éxito, el mundo que nos rodea. Quizá por ello los primeros movimientos de los personajes de Caperucita Roja parezcan pobres, algo artificiales. Pero a no confundirse: las elecciones estéticas y aun las limitaciones técnicas del film –de presupuesto artesanal si se lo compara con otras producciones recientes– están puestas al servicio de un estilo propio, ciertamente caricaturesco y que en ningún momento intenta pasar por “real”. El espíritu de Tex Avery, uno de los grandes creadores de cartoons de la historia, parece sobrevolar esta relectura del clásico cuento infantil, llena de falsas apariencias y engaños de todo tipo, aportando una bienvenida dosis de anarquía y disparate.

El título original Hoodwinked! (expresión informal para “engañado” que contiene, además, la palabra hood, en español “gorro” o “caperuza”) pone sobre aviso: nada es como solía conocerse en nuestra infancia. Y no es casual que la referencia cinematográfica más evidente sea precisamente la de Rashomon. Como en el clásico film de Kurosawa, aquí también se asiste a varias versiones de un mismo hecho o, mejor dicho, a las circunstancias que terminan derivando en una situación clásica: el lobo disfrazado de abuela, Caperucita Roja preguntando por el tamaño de las manos, las orejas y los dientes de la anciana, el leñador con su hacha en alto y la pobre abuelita maniatada y encerrada en el ropero. La policía encargada de poner orden en el bosque –poblado por animales y seres humanos en amigable cohabitación– comenzará a interrogar a los cuatro testigos del caso para descubrir las verdades ocultas y, de paso, atrapar al ladrón que anda haciéndose de recetarios ajenos (parece que la especialidad en esta floresta es la fabricación de galletitas y delikatessen varios).

Marca de los tiempos posmodernos, los cuatro relatos comienzan a entrelazarse y a descubrirle al espectador que las apariencias, una vez más, lo estaban engañando. El lobo no era tan feroz, aunque resulta ser un eximio periodista de investigación, acompañado en todo momento por una ardilla fotógrafa adicta a la cafeína; la abuelita practica toda clase de deportes extremos a espaldas de su nietita; el leñador es en realidad un vendedor de salchichas alemanas y actor frustrado; y Caperucita... bueno, Caperucita es la única que no parece tener una doble vida. Al fin y al cabo, es apenas una niña.

De paso veloz y constante tempo cómico, Caperucita Roja está atravesada por una serie ininterrumpida de gags (la mayoría muy efectivos) diseñados para el disfrute del público infantil y el adulto acompañante, en la tradición iniciada por Shrek hace algunos años. Aunque a diferencia de aquella película, los guionistas optaron por dejar de lado las gracias escatológicas y las referencias a otros films recientes, centrándose en la creación de personajes con carácter y alma. Es allí donde las supuestas deficiencias mencionadas anteriormente dejan de ser un problema para transformarse en virtud, posible demostración de que la perfección técnica no es la única, ni la más importante, de las varas con la cual pueden medirse los resultados artísticos. Sólo algunos momentos musicales parecen lastrar innecesariamente el ritmo de la narración.

Que un animalito aparentemente inofensivo se revele como el villano de turno es otra de las vueltas de tuerca de un film que, en el último tramo, abandona la estructura desarrollada hasta ese momento para entregarse a una parodia del cine de acción que, es cierto, no está a la altura del resto del relato. De todas formas, La verdadera historia de Caperucita Roja merece celebrarse por lo que es: un extraño caso de comedia alocada en formato animado que descree de esas lecciones de vida para infantes tan en boga.

7-LA VERDADERA HISTORIA DE CAPERUCITA ROJA

(Hoodwinked!, Estados Unidos, 2005)

Dirección: Cory Edwards

Guión: Cory Edwards, Todd Edwards y Tony Leech.

Montaje: Tony Leech.

Música: John Mark Painter y Kristin Wilkinson.

Voces: Anne Hathaway, Glenn Close, James Belushi, Patrick Warburton, Anthony Anderson (versión subtitulada).

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