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Domingo, 18 de febrero de 2007
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“EL OTRO”, DE ARIEL ROTTER, GANADORA DE DOS OSOS

Otro que se lleva la plata

El jurado presidido por Paul Schrader le otorgó el segundo premio en importancia en Berlín. Para completar el festejo argentino, Julio Chávez fue galardonado como mejor actor.

Por Luciano Monteagudo
Desde Berlín
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“El jurado ratifica que para el Festival lo más importante sigue siendo el cine”, dijo Rotter.

Una vez más el cine argentino vuelve premiado de la Berlinale. Doblemente premiado. Ayer por la noche Julio Chávez ganó el Oso de Plata al mejor actor por su notable trabajo en El otro, de Ariel Ro-tter, que se llevó a su vez el Gran Premio del Jurado/Oso de Plata, el segundo galardón en importancia del festival. De hecho, con estos dos premios, la película de Rotter fue la gran triunfadora de la noche, repitiendo la performance de El abrazo partido, cuando en la Berlinale 2003 Burman recogió el Grosser Preis der Jury y su protagonista, Daniel Hendler, el Silberner Bär al mejor actor.

La primera sorpresa fue ver subir al inmenso escenario del Berlinale Palast a Ailí Chen, directora de arte del film, que recibió el premio a Chávez en su nombre. Sucede que Chávez –después de un paso fugaz por el festival, de poco más de 24 horas, el martes pasado– volvió a la calle Corrientes, donde no puede abandonar las funciones de Yo soy mi propia mujer, el unipersonal de Doug Wright inspirado en la vida de Charlotte von Mahlsdorf, un travesti y coleccionista de antigüedades que vivió en Berlín oriental y sobrevivió al nazismo y el comunismo, y que llena todas las funciones del Multiteatro. “Este premio se lo dedico a mi padre, que en 1921 nació a pocas cuadras de Potsdamer Platz, donde están ustedes ahora y donde yo los acompaño a la distancia”, leyó Chen, citando las palabras de Chávez (Hirsch de apellido paterno), que recordó también a Von Mahlsdorf. En ese momento, pareció extraño que no fuera Rotter quien subiera a recibir el premio en nombre de Chávez. Quizás la idea era que quedara claro –para la audiencia de la TV alemana, con transmisión en directo– que el protagonista de El otro no estaba allí y era alguien del equipo del film quien recogía el Oso en su nombre. Pero cuando la actriz palestina Hiam Abbass anunció que el Gran Premio del Jurado era para El otro, quedó claro por qué Rotter se había guardado unos minutos antes de subir al escenario. Emocionado casi hasta perder la voz, Rotter agradeció al jurado “porque al otorgar este premio entiendo que están determinados a premiar un tipo de cine que no se rige solamente por elementos económicos. Creo que con este premio, el jurado ratifica que para el festival de Berlín lo más importante sigue siendo el cine”.

La alusión de Rotter seguramente tuvo que ver con que la competencia oficial estuvo impregnada de producciones de los grandes estudios de Hollywood y también de títulos europeos de estética televisiva, que no impresionaron al jurado, presidido por el director estadounidense Paul Schrader. La prueba está también en el Oso de Oro al mejor film, que fue a una producción independiente, alejada de las presiones del mercado: la película china Las bodas de Tuya, de Wang Quanan, sobre una mujer que debe sobrellevar sola la crianza de su hijo en la lejana frontera con Mongolia, adonde llegan diversos pretendientes para ocupar el lugar de su marido enfermo, que ya no la puede ayudar.

En su defensa del cine independiente, Rotter –que en Berlín estuvo acompañado no solo por Chen (su mujer) sino también por sus productores, Verónica Cura y Enrique Piñeyro, de Aquafilms– consideró que “este premio no es sólo a mi película sino a toda una generación que piensa en el cine con honestidad, como una expresión personal”. Y no se olvidó de recodar a Chávez: “Escribí el guión de la película pensando en él: su imagen les daba vida a las escenas mientras las iba escribiendo. Su sola presencia es capaz de sostener un film y por sus ojos transcurre toda la película”.

Los elogios de Rotter no son producto de la alegría del momento: film de miradas, de prolongados silencios, de planos fijos, todo en El otro –que narra un momento crítico en el ciclo vital de un hombre, que asiste al desmoronamiento de su padre al mismo tiempo que se entera de que va a tener un hijo– pasa por la mirada de Chávez, que entiende muy bien la angustia de su personaje. Es como si el espectador pudiera ver en la pantalla sus pensamientos, todo aquello que Chávez no dice pero que expresa su presencia: la conciencia del paso del tiempo, del deterioro del cuerpo, la certeza de la muerte inminente de su padre (que lo confirma en su propia mortalidad) pero también el temor ante la responsabilidad de tener un hijo. Ya el año pasado, el nombre de Chávez sonó muy fuerte como posible ganador del premio al mejor actor por su protagónico en El custodio, de Rodrigo Moreno, pero no llegó a ser el elegido por el jurado, quizá porque no pudo decir presente en Berlín, ni siquiera un solo día. ¿La razón? Estaba rodando con Rotter El otro. Ahora el festival le dio la revancha y Chávez se volvió a llevar a casa el premio, el más reciente de una larga lista de reconocimientos de la Berlinale al nuevo cine argentino, que comenzó en el 2001 cuando La ciénaga, de Lucrecia Martel, se llevó el Alfred Bauer Preis.

Y hablando del tema... Otra película argentina que se vuelve con premio es La León, ópera prima de Santiago Otheguy, presente en la sección paralela Panorama, donde ganó una Mención Especial del jurado del Teddy Award (del cine gay/lésbico) por su contribución artística. Y como si esto fuera poco, el film británico Hallam Foe, de David Mackenzie, se llevó el premio a la mejor música, que incluye dos temas de... Juana Molina.

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