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Domingo, 25 de marzo de 2007
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RODAJE DEL FILM PERUANO QUE MIRA A CANNES

Dioses que valen un Perú y viven presos de sí mismos

“Perú es un país sin diálogo, con gente que no conversa entre sí: la servidumbre y la clase alta conviven, pero en mundos paralelos”, dice el director Josué Méndez.

Por Mariano Blejman
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Una escena de Dioses: Anahí de Cárdenas (centro) con otras dos chicas de la elite limeña.

Desde Lima

Mi mamá me decía que yo tenía que aprender a jugar al tenis. Que el tenis me iba a servir en el futuro para insertarme socialmente. Que si un día estaba en una casa de campo o algo así y me invitaban a jugar, y jugaba bien, entonces me iba a insertar mejor.

La que habla es Anahí de Cárdenas, la cara peruana del momento. Fue la “mejor modelo del 2006”, según el diario El Comercio, revelación en el mundo fashion. Y todas esas cosas que le pasan a una supermodelo de 23 años. Mientras se maquilla para el rodaje de Dioses, la próxima película de Josué Méndez (director de Días de Santiago, el film peruano más premiado de la historia), se queja ante Página/12 de los diseñadores de su país que no quieren pagarle los 750 dólares que ella vale, dice, para posar frente a unas fotos. Y luego recordará esa escena erótica que tuvo que hacer junto a su hermano de ficción, y rememorará el medio litro de pisco que se mandó para hacer el trago menos difícil. “Toca, huevón, toca”, se le escuchó decir al actor que lo acompañaba en el set.

Anahí llegó al rodaje de Dioses como todos los protagonistas, con dos castings espaciados por un año. La llamaron para hacer un coprotagónico de la película que muestra el mundo blanco de Perú, ese que mira de costado la pobreza del lugar que lo puso en la elite. Ahora ella hace un poco de sí misma: rica, linda, superficial, y vamos para adelante. Es una de las protagonistas del film que cuenta con coproducción de los peruanos Chullachaki, la argentina de Lagarto Cine de Hugo Castro Fau y con la alemana Mil Colores Media, y que ganó, entre otros premios, la residencia de Cinéfondation, el semillero del Festival de Cannes.

El rodaje de Dioses se enmarca en un momento curioso del cine latino: en un ambiente acostumbrado a buscar coproductores europeos (de donde suelen venir los recursos), la pertinaz insistencia de Castro Fau ha logrado –Ibermedia mediante– aunar esfuerzos entre países vecinos, primero en coproducción con Matanza Cine de Pablo Trapero y luego por su cuenta. Después de la chilena Mi mejor enemigo de Alex Bowen, de la boliviana Di buen día a papá filmada en Vallegrande, Dioses es la primera apuesta fuerte del cine peruano para ingresar en Cannes 2008, con una pata argentina y otra alemana.

Pero volvamos al fango.

Locación 1: playa Señoritas. A 44 kilómetros al sur de Lima, en un barrio cerrado que da al mar, una treintena de personas (técnicos y actores de cine, la mayoría peruanos, algunos argentinos) recrea una escena habitual para ese consorcio. Una situación de ricos blancos atendidos por sirvientes indios (esos que viven sobre la ladera de una montaña sin agua, ni luz), de un país al que –si se juzgara por las actitudes de sus dueños– preferiría haber sido otro. Pero los ricos viven en una casa que da al mar donde un joven intenta convencer a su hermana (de quien está enamorado) de irse, de dejar todo y largarse.

Pero mientras se preparan las escenas, unos cuantos vecinos ya se han ido enterando de la trama, y empiezan a poner sus reparos; ya no miran con tan buena cara a esos muchachos que cada tanto piden silencio, y gritan “acción”. (La acción directa la tomará un vecino un día después, cuando se indigne por la presencia de un camión cisterna que está llenando la pileta de la casa que da al mar, e intentará por todos los medios –sin escuchar razón– de que saquen ese feo camión de su vista, y sobre todo que escondan la panza del gordito parado sobre el tanque, con una manguera en la mano.)

Se sabe: la burguesía tiene sus límites estéticos, aun para la ficción.

Locación 2: barrios Barracas/Miraflores. Si uno es capaz de sobrevivir a la vorágine que se presenta a la hora de subir a un taxi peruano, y puede atravesar un par de calles para arrimarse hasta el borde del mar, y si es de noche, podrá observarse que la costanera pareciera ser una isla de luminosidad ante tantas calles oscuras. La Lima de noche bien puede ser un ejemplo de lo que pasa en Dioses; un muestrario concentrado en dos cuadras, seguro y próspero y preferentemente sólo con vista al mar.

Locación 3: “Polvos azules” no es el nombre de una película, pero bien podría serlo. Es el corazón de la distribución de la industria de lo paralelo, legalizado por el uso y la costumbre. Y por el visto bueno del poder. Unas cuatro cuadras completas, con tres niveles distintos, dedicados a la venta de lo paralelo. Porque roza con lo ridículo debatir si es legal o no un espacio que vende cd y dvd copiados y fotocopiados a color, y ropas que –en su mayoría– imitan a las marcas de verdad, en cantidades industriales, incluso (algunas) en cuanto a calidad.

Locación 4: Ok. Ni “Locación 2”, ni “Locación 3” pertenecen al rodaje de Dioses, pero sirve, sí, para comprender un poco más a lo que se refiere el peruano Josué Méndez que estudió en la Universidad de Yale y luego se especializó en distintos rincones del mundo. Si uno se guiara por las publicidades callejeras, o por la televisión, o por el discurso y el accionar que se ejerce desde las clases altas (esas que se preocupan mucho por que sus hijas aprendan tenis), algún malpensado podría creer que éste es otro país. Por empezar, un país blanco. Sin indios (que representan casi el 80 por ciento de la población). Pero con tristeza.

De vuelta en la playa. En la cocina de esa ostentosa casa blanca, Josué Méndez da las últimas instrucciones para registrar una de las escenas fuertes. Un cachetazo de la abuela de otra protagonista, hija de mucamos, quien gracias a poner su delgada figura a la orden del patroncito, se ganó un buen lugar en la casa y ahora es una desclasada que reniega de su familia. Quien recibe la cachetada (¡y bien dada!) es Maricielo Essio, ex paquita peruana de Xuxa, ex reina de la belleza, modelo desde los 18 años, que vio en esta película la posibilidad de hacer un salto internacional y de ganar cierto prestigio como actriz a los 31. “Hace tres meses que me preparo seriamente para este papel”, le cuenta Maricielo a Página/12, después de haber recibido tremenda cachetada, que le hizo correr el maquillaje. Y después ensaya una extraña interpretación sobre el poder: “Aquí en Perú, las clases populares son las que mandan. Y las clases altas son marginadas. Es decir, ellas mismas se marginan”. En barrios cerrados.

“No se puede estar en contra de vivir bien”, le dice este cronista al director Josué Mendez, poco después de que la fotógrafa de la película explicara que es titular de la selección de hockey (juega contra las Leonas). Y Josué explica la motivación para con Dioses, después de haber retratado en Días de Santiago la historia de la vuelta a la vida civil de un ex combatiente de la guerrilla. “Muchas de las historias de Dioses provienen de mi propia convivencia con este sector social, del cual de alguna manera he sido parte. Y, cierto, nadie puede estar en contra de vivir bien. El problema es cómo se puede seguir así viviendo en el país en el que vivimos, y cómo se pueden establecer este tipo de relaciones serviles con las clases bajas. Perú es un país sin diálogo, con gente que no conversa entre sí. La servidumbre y la clase alta conviven, pero en mundos paralelos.”

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