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Viernes, 27 de abril de 2007
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“LAS MANTENIDAS SIN SUEÑOS”, DE VERA FOGWILL Y MARTIN DESALVO

De visita en el planeta Almodóvar

Narrado desde los ojos de una niña, el tono del film puede asociarse al español, con una notable dirección de actores.

Por Horacio Bernades
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Fogwill (Florencia) y Lucía Snieg (Eugenia), una niña que sorprende en su debut en pantalla grande.

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LAS MANTENIDAS SIN SUEÑOS
Argentina, 2005.

Dirección: Vera Fogwill y Martín Desalvo.
Guión: Vera Fogwill.
Música: Babasónicos.
Intérpretes: Lucía Snieg, Vera Fogwill, Mirta Busnelli, Edda Díaz, Mia Maestro, Elsa Berenguer, Julián Krakov y Gastón Pauls.

“Nena, ¿tenés de ese acelerante en polvo que me diste para probar el otro día?”, le pide la vecina de al lado a Florencia. Igual, la chica no la escucha. Está derrumbada en el sillón, al lado de la mesita ratona donde, en medio del despelote, pueden divisarse una bolsita de nylon con un polvillo adentro, una superficie vidriada y la birome que Florencia le robó a su hija de 8 años. Birome que no usa para escribir, sino para aspirar. En las antípodas de cualquier postura moralizante o miserabilista, Las mantenidas sin sueños les da a sus personajes la posibilidad de ser aberrantes, encantadores, patéticos, divertidos, reventados, pragmáticos y desorientados, poniendo al espectador en una posición de máxima ambigüedad.

Filmada con apoyo del sistema Fonds Sud y la Fundación Hubert Bals, presentada en gran cantidad de festivales desde su debut en el de Rotterdam (en enero de 2005), la ópera prima de Vera Fogwill y Martín Desalvo se estrena en Argentina con más de dos años de retraso, por culpa de una estafa que llevó a que Fogwill, en su carácter de productora, le iniciara juicio al mismísimo Estado francés. Hija del escritor Rodolfo Fogwill, actriz de formación teatral que llegó al cine de la mano de Alejandro Agresti (en Buenos Aires Viceversa y El viento se llevó lo que), Vera Fogwill produjo, escribió y codirigió Las mantenidas sin sueños, reservándose para sí el papel de Florencia. Que no es la protagonista, sino su mamá. La historia está narrada a través de los ojos de Eugenia (la debutante Lucía Snieg), que está por cumplir 9, cada tanto va a la escuela, ayuda a mamá a mantenerse en pie y hasta le conseguirá trabajo. Si no atiende a mamá cuando ésta da a luz a un hermanito medio chino es porque en ese momento no estaba ahí.

Con música original de Babasónicos (“Suicídate esta noche”, sugiere un tema melódico), alrededor de Eugenia y Florencia circulan Sara (Mirta Busnelli), que es psicóloga, mamá de una y abuela de la otra; Olga (Edda Díaz), la vecina del acelerante, que para cobrar doble pensión finge su propia muerte; Celina (Mia Maestro), ex compañera de Florencia del Nacional Buenos Aires y caricatura viviente de la concheta de zona norte (el personaje más tipificado de la película); Santiago (Julián Krakov), dealer obeso que aparece en escena tirando una puerta abajo; Martín (Gastón Pauls), parafinado y cuasi zombificado papá distante de Eugenia, y la mamá de Martín, Lola (Elsa Berenguer, en su último papel). Aunque no quiera saber nada con la nieta, Lola terminará enseñándole a Eugenia cómo ponerse un tampón, cuando la nena tenga una primera menstruación mucho más temprana que lo habitual.

El carácter de gineceo, el tono tragicómico, ese universo en el que la vecindad costumbrista convive con lo marginal y un sentido del humor negro, chirriante y punk, hacen pensar en Las mantenidas sin sueños como leasing porteño del planeta Almodóvar. Incluyendo una muy buena dirección de actores. En particular en el caso de Busnelli, un atípico Gastón Pauls y la sorprendente Snieg, que, mostrándose despierta e inteligente, nunca se pasa de viva. Lo que distancia la película del mundo Almodóvar es, en tal caso, su puesta, que parece pensada más en términos de escenas, diálogos y personajes que de planos, cortes y encuadres. En Las mantenidas sin sueños parecería dar lo mismo un primer plano que un plano general y cualquier modo de pasar de uno a otro. Es como si la materia cinematográfica hubiera representado un escollo antes que una herramienta, un estorbo más que un instrumento.

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