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Jueves, 17 de mayo de 2007
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“ZODIACO”, LA NUEVA PELICULA DEL ESTADOUNIDENSE DAVID FINCHER

Cómo deconstruir a un asesino en serie

Esta vez, el director de Seven-Pecados capitales abandona el refinamiento estético y retrata los pormenores del procedimiento policial para atrapar a un elusivo criminal de los años sesenta, cuya estatura va vulgarizándose con el correr del metraje.

Por Horacio Bernades
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Robert Downey Jr. y Jake Gyllenhaal, un periodista y un caricaturista embarcados en la investigación.

@Tratándose del director de Seven, qué otra cosa podía esperarse de la nueva película-con-asesino-serial de David Fincher, sino una olímpica rendición al autoplagio. Sin embargo, no hay en Zodíaco ni rastros del goulash macabro-fashion-portentoso que convirtió en exitazo a aquélla, como no los hay de la manipulación cool de su siguiente película, Al filo de la muerte (The Game). O de la brutalidad místico-cínica de El club de la pelea, o la reducción a la mera eficacia narrativa con la que este cineasta, sin duda dotado, se conformó en La habitación del pánico. Basada en las andanzas de un famoso asesino serial de fines de los ’60, Zodíaco es tan sobria y funcional, tan refractaria a todo virtuosismo, tan atada a su hilo narrativo como lo eran los policiales de aquella época.

Más específicamente, el modelo que Zodíaco apunta a reconstruir, con detallismo arqueológico, es la variante que se conoce como police procedural. Muy desarrollado en aquellos años y representado por películas como Madigan, Contacto en Francia y Harry el Sucio, el police procedural no sigue tanto los exuberantes pasos del asesino cuanto la rutina policial puesta en juego para su captura. Pero como Fincher tampoco practica el seguidismo canónico, se permite bajarle un cambio a la mecánica obsesional que alimenta el modelo y diluye todo protagonismo individual en las anónimas, burocráticas aguas de lo colectivo e institucional. ¿Policial coral de época? Tal vez así pueda definirse a una película que, como su héroe, víctima o monstruo, resiste victoriosamente su captura. Tras una primera aparición a fines de 1968, en un paraje del norte de California en el que ejecutó a una chica y dejó gravemente herido a su acompañante, el monstruo replicó a las orillas de un lago, cambiando esta vez la Luger por un cuchillo de carnicero. Comienzo de la psicosis que, durante más o menos un año, tendría en vilo a San Francisco y alrededores, siendo prontamente evocada por la propia Harry el Sucio (1971), en la que el asesino pasa a llamarse Scorpio.

A ese período se aboca Zodíaco durante dos tercios del metraje, saltando varios años y cambiando de protagonista y hasta de tono en el último tercio. Apelando a las típicas notaciones de fecha y lugar, Fincher y su guionista, James Vanderbilt, localizan ese primer movimiento en los espacios cerrados de la central de policía de San Francisco y la redacción del diario San Francisco Chronicle. Espacios hermanados por la voluntad del asesino, que les hace llegar, desde un primer momento, cartas en las que describe los crímenes en detalle y de paso anuncia los próximos (detalles macabros que la cámara sistemáticamente esquiva, burlándose casi de quienes hayan ido a ver Seven 2). Firma esas cartas como Zodíaco, se identifica con un signo hermético y agrega un mensaje en código, aparentemente indescifrable.

Aunque muestre la suficiente habilidad como para desorientar a la policía, el aura mística y sobrehumana del killer va decreciendo a medida que se lo conoce, exactamente a la inversa de lo que sucedía con Kevin Spacey en Seven. El signito resulta provenir de una vulgar marca de relojes, el código es rápidamente descifrado (¡por un docente y su esposa!) y hasta muchos de los crímenes que se atribuye no fueron cometidos por él: sólo los aprovecha para incrementar su popularidad. En paralelo con la vulgarización del monstruo va la de los héroes, que no aparecen revestidos por el menor aura de tales. Dos de ellos son simples detectives que no se revelan como particularmente brillantes, psicopáticos, aunque más no sea obsesivos. Otro, periodista de la redacción del San Francisco Chronicle, parece más preocupado por tragos y porros que por crímenes y criminales.

Inversamente, el que en toda esa primera parte es tratado poco menos que como un inútil por jefes y compañeros (Robert Graysmith, caricaturista del Chronicle y autor de la crónica en que se basa la película) terminará siendo, en su desprolija e inexperta obsesividad, una caricatura a su vez del héroe clásico del policial. Clásico es también el modo en que narra Fincher, con fluidez, predominio de planos largos y la menor cantidad posible de cortes, sin salirse de las puras acciones de protagonistas cuya intimidad mantiene bajo una deliberada opacidad. Lo cual no impide que Mark Ruffalo y Anthony Edwards (los detectives), Robert Downey Jr. (el periodista) y Jake Gyllenhaal (el caricaturista e investigador aficionado) rindan al máximo, como lo hace hasta el último integrante de un compactísimo elenco.

Opaca es también la iluminación del notable Harry Savides (el de Elephant y Last Days, de Gus Van Sant), que tiñe los interiores de una pátina amarronada y apastela los exteriores (la secuencia junto al lago es un buen ejemplo). La banda de sonido, exquisita, va desde el hit de época (“I Never Promise You a Rose Garden”) hasta la recuperación pop-rockera de “Hurdy Gurdy Man”, de Donovan. En algún momento de la película asoma alguien que, todo lo indica, debería ser el asesino. Pero es posible que toda resolución termine diluyéndose. Como las expectativas de quienes vayan a la sala a ver Zodíaco buscando en ella un thriller como cualquier otro.

7-ZODIACO

(Zodiac) EE.UU., 2007.

Dirección: David Fincher.

Guión: James Vanderbilt, sobre libro homónimo de Robert Graysmith.

Fotografía: Harris Savides.

Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Mark Ruffalo, Robert Downey Jr., Anthony Edwards, Brian Cox, Elias Koteas, Dermot Mulroney y Chloë Sevigny.

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