Viernes, 7 de octubre de 2005

El realizador salteño Ricardo Preve se metió en una encrucijada. Quería, de algún modo, filmar una historia de amor y terminó haciendo un documental sobre el flagelo del Chagas, algo –por cierto– muy difícil de mostrar en imágenes. No sólo por lo específico de la materia, sino también por lo complicado de mediatizar el mal. Cambió cuando descubrió que un amigo de Salta estaba infectado con la enfermedad. Bien puede pensarse que el Chagas está amparado por la pobreza de los pueblos olvidados de América latina, y se encuentra expandiéndose de la mano de las migraciones económicas dentro de la sangre de los que buscan un destino mejor. El documental Chagas, un mal escondido intenta contar la historia de una enfermedad silenciosa que se está instalando en el Primer Mundo y que cuenta con más de 20 millones de personas infectadas. Chagas... fue filmada en el interior de la Argentina por Preve, un argentino radicado en Estados Unidos quien se puso a dirigir después de haber coproducido el laureado documental Mondovino, de Johnatan Nositter.
La película sobre la enfermedad ya se dio en la NBC de Estados Unidos, se estrenó en el Cosmos y en el Malba, fue comprada para ser distribuida en España y participará del III Festival de Cine y Derechos Humanos de España, que comienza el 17 de octubre en Barcelona, y del Virginia Film Festival de Estados Unidos.
El Chagas-Mazza es una enfermedad endémica que afecta a 2 millones 300 mil personas en Argentina y a 18 millones en América, provocando 50 mil muertes anuales. “Por lo general, la gente que sufre Chagas es humilde, no le gusta quejarse y tiene poco acceso a los medios y al poder político. En general, a los gobiernos no les interesa el problema y la gente rica tiende a no ocuparse del Chagas porque no los afecta.”
El film hace un recorrido por el Noroeste argentino, mostrando la situación de la enfermedad y las carencias de los hospitales. Las cámaras de Chagas... viajan después a Estados Unidos y Europa, donde actualmente existe muy poca información y no se la testea en los exámenes de sangre. “Es un síntoma de la pobreza que vive toda esta gente”, cree Peve. Lo de Preve es desafiante: sabe que los países centrales se ocuparán del tema sólo cuando comprendan que están siendo infectados por los inmigrantes. “Llamar la atención sobre este hecho podría ser un disparador para que aparezcan más fondos para el tratamiento.” Y, también, puede ser una forma de visualizar el problema de los indocumentados. “Los sectores más reaccionarios de esos países encuentran nuevos motivos para restringir la inmigración aduciendo problemas sanitarios”, cuenta Preve, quien sugiere que la única solución es la educación.

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