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Jueves, 31 de mayo de 2007
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BONG JOON-HO HABLA DE “THE HOST”, LA MEJOR PELICULA DE MONSTRUOS EN MUCHO TIEMPO

“Sólo intento transmitir placer”

El cineasta dice que su objetivo es hacer el cine que le gusta ver. “Pero cuando tengo que atender a intereses de marketing debo ensayar alguna justificación, como decir que voy a reinterpretar el género.”

Por Kim So-Young *
desde Seul
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Bong Joon-ho durante el rodaje de su película, que transcurre a orillas del río Han, en Seúl.

Nacido el 14 de septiembre de 1969, Bong Joon-ho decidió ser director de cine mientras cursaba la secundaria, influido tal vez por haber nacido en una familia con inquietudes artísticas (su padre era diseñador y su abuelo, un escritor muy conocido). Tras graduarse en Sociología a fines de los ’80 –cuando el movimiento prodemocracia alcanzaba su pico en Corea–, unos años más tarde dos de sus cortos fueron invitados a festivales. Filmada en 2000, en el edificio donde Bong vivía por entonces con su esposa, su ópera prima, la comedia negra Barking Dogs Never Bite (podrá verse a fines de junio en un ciclo del Centro Cultural Ricardo Rojas) participó de la competencia oficial del Festival de San Sebastián y ganó premios en los de Slamdance (la competencia del de Sundance, en Estados Unidos) y Hong Kong.

La segunda película de Bong pudo haber sido Old Boy. Al mismo tiempo, su colega Park Chan-wook estuvo a punto de filmar el caso de un asesino serial que en los años ’80 sembró el pánico en la campiña coreana. Finalmente, en una curiosa permutación, Park terminó abordando Old Boy, a la vez que Bong se puso al frente del proyecto del serial killer. Con el título de Memories of Murder, ésta resultaría, en 2003, una inmediata sensación de público y crítica, además de valerle el premio al Mejor Director en el Festival de San Sebastián (en Argentina se edita la semana próxima en video, rebautizada Memorias de un asesino). Realizada con un presupuesto de 12 millones de dólares, altísimo para los estándares de la industria coreana, The Host fue recibida de modo exultante en mayo de 2006, cuando se estrenó en el Festival de Cannes. Terminó batiendo todos los records de asistencia en su país, llevando a las salas un total de 13 millones de espectadores.

–¿Se ha modificado su percepción acerca de qué significa hacer cine desde que filmó sus primeros cortos hasta ahora?

–El principio al que siempre me atuve es el de hacer la clase de películas que me gusta ver. Tanto en Barking Dogs Never Bite como en Memories of Murder o The Host, mi motivación es siempre la misma. No obstante, en el caso de una película más comercial, tengo que atender a otros intereses, más realistas, como por ejemplo los de los inversores, el casting o el marketing. En esos casos, mi impulso no basta para hacer la película. Entonces tengo que adornarla, rodeándola de alguna clase de justificación, como por ejemplo decir que en The Host voy a reinterpretar el género. Sin embargo, en lo que hace al público, simplemente intento transmitirle placer.

–Usted se considera un cinéfilo. ¿Qué clase de films lo atraen?

–Si ser cinéfilo significa ver muchísimo cine, entonces no puedo considerarme como tal. Más bien, yo tiendo a ver una y otra vez las mismas películas, las que más me gustan. Cuando estaba en la primaria, disfrutaba mucho viendo El salario del miedo, de Henri Georges Clouzot, que en mi país la pasaban en TV. También me gustaban mucho La pandilla salvaje y La cruz de hierro, de Sam Peckinpah, o El gran escape y Papillon. Después empecé a ver películas de directores asiáticos como Hou Hsiao-hsien, Shohei Imamura y Kiyoshi Kurosawa. Pero ya con la intención de estudiarlos, pensando que sería bueno tener esa clase de cine en Corea.

–Barking Dogs Never Bite y Memories of Murder tienen en común la presencia de aspectos muy poco familiares, que colisionan entre sí. En ese sentido, ¿qué pasa con The Host?

–Si en Barking Dogs... el eje estaba puesto en la colisión entre la vida mundana y la fantasía al estilo manga, con el protagonista queriendo asesinar a un perro que no lo dejaba dormir, Memories of Murder era como un choque entre el thriller norteamericano y el pandemónium de la campiña coreana de la década del ’80. En The Host el choque se produce cuando el monstruo aparece de golpe en el río Han, en Seúl, convirtiendo toda la zona en un mar de sangre. Con la excepción de la serie de películas japonesas de Godzilla, el género de monstruos es muy norteamericano. Aparentemente, The Host sigue las convenciones y el tipo de excitación propia de otros films de género, pero tiene escenas que nunca hemos visto antes en el cine occidental, como por ejemplo los cuerpos yacientes alrededor del sector donde los familiares de las víctimas se reencuentran.

–En la película hay una constante dinámica de situaciones extremas, que resultan a la vez terroríficas y cómicas.

–Así fue como salieron las cosas. Quizá todo fue una cuestión más bien instintiva. Una catástrofe es algo terrorífico y trágico, y a la vez suele estar acompañada de elementos cómicos. Reaccioné con mucha angustia y desesperación cuando me enteré del derrumbe de unas grandes tiendas en mi país, y a la vez resultaba casi grotesco ver cómo los saqueadores irrumpían entre los escombros para llevarse palos de golf y la mercadería más cara de la Sección de Importados. Cuando tiene lugar una catástrofe de esa magnitud, la tragedia y la comedia siempre aparecen juntas. Es algo inevitable, porque la gente se sale de control. Pero, por sobre todo, The Host es sobre una familia que pelea contra un monstruo. Es algo curioso, porque no pelean con las pistolas láser más cool del mundo. A la vez, no era mi intención incitar a la risa fácil. Pero en Corea las catástrofes son siempre así; siempre están al borde de parecerse a una pieza de teatro del absurdo.

–El título de la película en coreano es La criatura. Pero en el mercado internacional pasó a llamarse El huésped, lo cual le aporta un sentido diferente.

–Espero que se perciba un doble sentido en ese título. Por un lado, tiene una connotación biológica. Por otro, lo de “huésped” admite una referencia sociopolítica.

–En Memories of Murder la policía distaba mucho de verse como una fuerza articulada. A su vez, los personajes principales de The Host pertenecen por lo general a la clase trabajadora, y quienes luchan contra el monstruo son los miembros de una familia dueña de una tienda aledaña al río Han. ¿Elige usted a sabiendas gente de clase media baja como personajes principales?

–Simplemente, es la clase de gente que me atrae (risas). La gente del poder es lo menos. ¿Qué drama podemos encontrar en gente que lleva una vida acomodada?

–¿Y qué pasa en The Host en relación con el comic, teniendo en cuenta que usted es un gran consumidor de ese formato?

–The Host no tiene la menor relación con el comic de ciencia ficción. La naturaleza de la catástrofe que se narra es sobrenatural, pero el ambiente es el del río Han, en medio de Seúl. Los personajes pertenecen a la clase trabajadora. Excepto la catástrofe, todo lo demás es común y corriente. Señales, de M. Night Shyamalan, es una película que tuve muy en cuenta durante el guión de The Host. La película de Shyamalan transcurre en un sembradío de maíz y sigue siendo un sembradío cuando allí sobreviene lo extraño. Eso es lo que hace que el incidente parezca tan real. Es lo que busqué hacer en The Host.

* Especial de la revista Cine 21. Traducción y adaptación: H. B.

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