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Sábado, 15 de septiembre de 2007
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“EL EXTERIOR”, DOCUMENTAL DE SERGIO CRISCOLO, EN EL MALBA

Escenas de la vida en Barcelona

El film evita las generalizaciones y se concentra en contar la historia de un puñado de argentinos empujados al exilio.

Por Horacio Bernades
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El director fue a su vez un exiliado tras la crisis de 2001, que documenta la decisión del regreso.

Entre la voluntad de exilarse, el país que expulsa y la permanente añoranza del terruño, la cuestión de la emigración parece haber sido desde siempre, para los argentinos, un nudo gordiano armado con tentaciones y rechazos, sueños y terrores, ilusiones y frustraciones. Desde los propios padres de la patria, muchos de quienes se formaron en el extranjero volvieron, se exiliaron y terminaron su vida radicados en el exterior, hasta ayer nomás, cuando decenas de miles partieron tras la crisis del 2001, la historia así parece demostrarlo. No sólo la historia sino el tango, con esas letras que hablan de partidas, nostalgias y regresos. De esa misma materia está hecho El exterior, documental de Sergio Criscolo que documenta la situación de un puñado de argentinos radicados en Barcelona a lo largo de esta década y que a partir de hoy se exhibe en el Malba, todos los fines de semana de septiembre y octubre.

Grabada en un digital de gran calidad visual, ampliada a 35 mm gracias al Fondo Cultura BA y exhibida en la edición 2006 del Bafici, la inscripción de Criscolo –como narrador en off y personaje en cámara– deja claro que El exterior es un documental en primera persona. Dado el protagonismo coral al que la película se abre, lo que resulta más difícil de precisar es si esa primera persona es la del singular o plural. Tras una trayectoria de varios años en periodismo (incluyendo la revista La Maga), a fines de los ’90 Criscolo decidió partir a España, radicándose en Barcelona junto con su mujer e hijo de año y medio. Allí y mientras ejercía el periodismo, estudió cine y realizó varios cortos, hasta que hace un par de años él y su esposa resolvieron volver. Antes de hacerlo y consciente de que su situación era la de muchos, testimoniaron la experiencia de varios compatriotas que también habían ido a parar a Barcelona, la mayoría para los mismos años. El resultado es una película que, tal vez sin pretender serlo, es, de modo parcial, un documento generacional.

Lo de parcial tiene que ver con que Criscolo, con muy buen criterio, reniega de toda voluntad generalizadora y se concentra en lo pequeño, lo próximo, aquello que conoce de cerca y lo involucra. Los protagonistas de El exterior son sus amigos, todos viven en la misma ciudad y ninguno funciona como entrevistado sino como simple contertulio, en livings, reuniones, festejos y, de más está decirlo, asados. “Nunca en mi vida comí tanto asado como cuando estuve en Barcelona”, dice Criscolo desde el off, haciendo eco tal vez con aquello de que es en el exilio donde se comen Criollitas, se toma mate y se descubre el tango. Pero si hay eco, es en el espectador donde resuena. Nunca en la película, que –salvo alguna peligrosa recaída en generalizaciones del tipo “los argentinos somos así”, por suerte circunstancial– se limita a exponer algunos fragmentos de algunas vidas, como apuntes que se asientan en un diario, dejando que sea el espectador el que eventualmente relacione, conjeture o sistematice.

Entre quienes circulan por la película –ligados con total fluidez por el montaje de Alejandra Almirón– están Hernán, periodista con una novia radicada en Francia; Susana, también periodista, que llegó a Barcelona huyendo de un marido golpeador, y Juan, hijo de ex militantes montoneros, que pasó por la famosa guardería cubana de fines de los ’70/comienzos de los ’80. Eduardo, economista de 65, representa a la otra gran corriente emigratoria reciente: la de los que buscaron refugio durante la última dictadura. Finalmente, Ana, que partió para cursar un doctorado, y Pablo, que se la rebusca en una panadería, representan el costado más dramático de El exterior: ella quiere volverse y él no. En un film que se estructura de modo circular, con sus personajes desapareciendo y volviendo a aparecer, la historia de Ana y Pablo, que crece y se desarrolla, constituye uno de los ejes narrativos. El otro es la propia historia de emigración de Criscolo y familia, que abre y cierra la película de un modo aristotélico, algo infrecuente en un documental: con imágenes tomadas en Ezeiza, poco antes de la partida, y en el aeropuerto de Barcelona, poco antes del regreso.

En un final de alta emotividad y arrancándole recursos al cine de ficción, en medio de la imaginable turbación de la partida Criscolo se ha hecho tiempo para registrar el departamento que acaban de vaciar, y que durante los 110 minutos anteriores el espectador vio llenarse de cosas, de gente, de amigos y afectos. En una palabra: de historia. ¿De historia argentina? Sin dudas.

7-EL EXTERIOR

Argentina, 2006

Dirección y guión: Sergio Criscolo.

Fotografía: Tayo Cortés.

Montaje: Alejandra Almirón.

Se exhibe en el auditorio del Malba, los sábados a las 18.30 y domingos a las 19.

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