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Viernes, 28 de septiembre de 2007
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“SUEÑOS DE POLVORON”, EN EL CENTRO CULTURAL ROJAS

En la frontera del conurbano

El documental de Gabriel Alijo retrata a Willy Polvorón, cantante e inspirado compositor de letras que describen el material del que están hechos los sueños en Los Polvorines: empanadas y chorizos.

Por Karina Micheletto
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“Willy Polvorón nació para ser estrella”, dice sin dudar el director Gabriel Alijo.

Quienes la vieron en el Bafici, escondida adentro de la sección Panorama, seguro, seguro, recuerdan esta película entre la desorbitada y global oferta de la muestra. Sueños de Polvorón es una película que se recuerda. Quizá porque tiene, en principio, algo que en estos tiempos resulta un bien escaso: una buena historia y personajes que imponen con su sola existencia algo del orden de lo verdadero. Eso que hoy por hoy cotiza en el mercado como auténtico, y que sigue siendo el sostén del arte. Sueños de Polvorón es la ópera prima de Gabriel Alijo y todavía hay una oportunidad para verla, hoy a las 20 en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2038), con entrada gratuita.

Este documental presenta a Willy Polvorón, habitante de Los Polvorines, (“tercer cordón del conurbano”, se ilustra), eterno estudiante de Derecho que se gana la vida con changas como la de cortar pasto. Según se revela, Willy Polvorón supo torcer un mandato paterno que lo destinaba a vender garrapiñadas en el tren. Y se transformó en cantante e inspirado compositor de letras que describen el material del que están hechos los sueños en lugares como Los Polvorines: empanadas y chorizos (“falta el vino”, advierte la lírica); una chapita de gaseosa que un día aparece, después de haber vivido perdida en un cajón, y que desata un planteo ontológico; una bicicleta que simboliza un amor de infancia. Polvorón es toda una estrella de rock del conurbano, al modo y uso del conurbano.

Pero si el protagonista propuesto desde el título es el músico de Los Polvorines, el film pronto define otro superhéroe, acaso más preciso: su manager, Mariano Echenique, obcecado mecenas e impulsor de una carrera siempre al borde de caer por su propio peso. Un hombre tenaz en permanente busca de ese golpe de suerte que por el momento la realidad retacea. Es cierto: todo podría haber sido distinto con sólo un timonazo de destino, como casi todo en la vida. Palo Pandolfo –declarado admirador de este “poeta surrealista suburbano”– lo enuncia en el film: “Yo lo pongo en los asados y funciona. Willy podría ser hiperpopular”, arroja su balance. Pero no hay nada parecido al lamento en el relato de un derrotero profesional que no resulta como podría haber resultado. Lo que se abre, en cambio, es una eterna promesa de futuro.

Frente a este material, la mirada del director no es ni irónica, ni cínica, ni burlona. Alijo quiere a estos personajes –de hecho es amigo de Echenique– y no lo oculta. Y, con muy pocos recursos (la película se filmó en poco tiempo, con un equipo de tres personas, y la producción posterior de la productora Quatro) hizo una buena ópera prima, que terminó seleccionada en el Docupolis de Barcelona (el festival de documentales más importante del sur de Europa), y ganando el premio del público y una mención especial en el Tandil Cine, además de exhibirse en el Bafici. “A Mariano lo conozco desde el ’92, y desde ahí nos está taladrando la cabeza, a todos los que lo rodeamos, con su proyecto polvoroniano. Ya en ese entonces, Willy era un personaje interesante, de hecho uno de los primeros ejercicios que hice para la escuela de cine tenía que ver con él”, cuenta Alijo. “Dejé de verlo un tiempo, y hace unos años nos volvimos a encontrar. Pensé que ya estaría más tranquilo con el tema de Willy: todo lo contrario. Seguía planeando recitales, futuros CD y videoclips. Ahí supe que ésa era una historia que había que contar”.

Alijo tiene su propio top ten de los momentos más logrados de la película. O, al menos, los que más disfrutó del otro lado de la cámara. “Cuando Willy y Mariano van a la puerta de la Rock & Pop, a dejarle el CD a la Negra Vernaci (difusora espontánea de Willy en su programa), pasa de todo. Hubiese sido imposible guionar semejantes situaciones... ¡Hubiese sido imposible imaginarlas! Y de repente yo me encontré en la misma situación que ellos, esperando en la puerta de una radio a que pase algo... Eramos eslabones de una misma cadena: Willy era el guía, atrás iba Echenique, y atrás yo”, recuerda.

Ninguna escena de la película fue preproducida o ficcionalizada, fuera de las necesidades mínimas de filmación (dar paso a que la cámara se adelante para ingresar a un lugar, estar atentos a la luz). “No necesité ni modificar las cosas que pasaban, ni fingir que desaparecía, porque eso es imposible: soy amigo de Echenique, la relación está. Simplemente, actuamos todo el tiempo naturalmente. Lo que pasaba era tan bueno, que yo sólo tenía que estar ahí para registrarlo”, explica el director, también realizador de Cuatro Cabezas. “Traté de no involucrarme en el sentido de no modificar nada de lo que sucedía entre ellos, pero sí siento que la película tiene que ver con cosas mías: es obvio que la hice porque en determinados puntos me siento identificado con la historia.”

¿Y qué dijo el mismísimo Willy Polvorón cuando vio su documental terminado? “La primera vez que vio la peli, no le gustó porque dijo que Echenique era muy protagonista”, se ríe Alijo. “Es que Willy nació para ser estrella”.

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