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Jueves, 15 de noviembre de 2007
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“MUSICA NOCTURNA”, DE RAFAEL FILIPPELLI, CON ENRIQUE PIÑEYRO

Cuando la ciudad se vuelve protagonista

La nueva película del director de Esas cuatro notas vuelve a temas recurrentes en su obra –la ciudad, la música– que ahora reaparecen decantados, con una concisión y una sobriedad nuevas, en este pequeño film de cámara de un rigor formal y una inteligencia infrecuentes en el cine argentino.

Por Luciano Monteagudo
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Piñeyro encarna la voluntatis defectio de Federico, su falta de voluntad, su abulia.

Aunque su producción en los últimos tres lustros –una docena de films-ensayos y retratos de personajes de la cultura– fue casi tan prolífica como secreta, Rafael Filippelli no encaraba una ficción en 35mm desde los tiempos de El ausente (1989), sobre la desaparición de un dirigente obrero cordobés, en quien se podía inferir la figura de René Salamanca. En este sentido, Música nocturna –que en el último Bafici le valió a Filippelli el premio al mejor director argentino (ex aequo)– no podría ser más distinta a aquel film y, al mismo tiempo, tan fiel al mundo intelectual y a las preocupaciones estéticas que siempre han estado en el centro de su obra. La ciudad, la música y la reflexión sobre la noción de interpretación han sido temas recurrentes y ahora vuelven decantados, con una concisión y una sobriedad nuevas, en este pequeño film de cámara de un rigor formal y una inteligencia infrecuentes en el cine argentino.

La anécdota de Música nocturna es mínima y remite –como el propio Filippelli ha reconocido– a la de su primer cortometraje: la crisis de una pareja durante un fin de semana. A partir de ese núcleo narrativo básico, el film se irá internando en los intersticios de la trama, en los pensamientos de sus personajes, en esos espacios en blanco donde la única acción es la reflexión. El guión escrito por Filippelli y David Oubiña tiene la paradójica virtud de mostrarse lo suficientemente seguro como para permitirle al film una puesta en escena abierta, relajada, donde nunca se siente la coerción del autor sobre sus personajes, que van cobrando vida propia.

De Federico (Enrique Piñeyro) se sabe que escribe y que quizás es crítico musical, porque es su voz en off la que va pautando el relato, con una serie de reflexiones sobre formas y autores musicales que abren sucesivos segmentos del film como si fueran capítulos. Insatisfecho con su trabajo (acaba de tirar un libro a la basura), vive una crisis larvada, se refugia en la ironía, el whisky y unas largas caminatas nocturnas que le permiten a Filippelli mostrar a Buenos Aires de madrugada bajo una luz extraña y solitaria, de una belleza seca y moderna. En un personaje que le va muy bien, Piñeyro encarna –como define alguien– la voluntatis defectio de Federico, su falta de voluntad, su abulia, que no alcanzan a esconder sus pequeñas manías de celoso obsesivo.

A Cecilia (Silvia Arazi) se la ve, en cambio, mucho más segura. Está por estrenar una obra teatral de su autoría, pide la opinión ajena pero no la paraliza ni la amedrenta. Y se permite enfrentar el reencuentro con Sergio (Horacio Acosta), un escritor que ha triunfado en Europa y que da la impresión de ser algo más que un viejo amigo, con una serena naturalidad. A Sergio le deja el deporte del galanteo y a Federico –que juguetea con la idea de tomar una habitación frente a su propia casa, como efecto de su propio distanciamiento– los celos. Total, ella parece indiferente a ambos.

En un pasaje de la película, Federico menciona que el compositor Morton Feldman concebía su música en dos dimensiones, el tiempo y la superficie. Sobre esas mismas coordenadas parecería moverse Música nocturna, como si la definición de Feldman se ajustara mejor al cine que a la música. Con solidez, con elegancia, Filippelli filma las superficies –los peregrinajes de sus personajes por las calles vacías de Buenos Aires, los diálogos acerados de Federico y Cecilia en su ascético departamento–, pero les inscribe significación y profundidad a partir de su relación con el tiempo, con la duración justa de cada plano. Y si –como comenta Federico una madrugada, en la barra de un bar, en una de las mejores escenas de la película– algo siempre se pierde con la obra terminada, Filippelli decide no perder nada: elige concluir Música nocturna en un momento cualquiera, como si el film en verdad nunca hubiera tenido principio ni pudiera tener fin.

8-MUSICA NOCTURNA

(Argentina/2007)

Dirección: Rafael Filippelli.

Guión: Filippelli y David Oubiña.

Intérpretes: Enrique Piñeyro, Silvia Arazi, Horacio Acosta.

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