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Sábado, 26 de enero de 2008
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FASSBINDER EN LA LUGONES

El gran inquisidor del cine alemán

Una amplia retrospectiva y la versión restaurada de Berlín Alexanderplatz reactualizan la fuerza de su obra.

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Fassbinder con una de sus musas, Hanna Schygulla.

A veinticinco años de su fallecimiento, el alemán Rainer Werner Fassbinder (1945-1982) sigue siendo un cineasta-faro, capaz de iluminar de manera implacable las relaciones de poder y explotación internalizadas en la sociedad contemporánea. Creador fuera de norma, más que prolífico profundamente dionisíaco (innumerables puestas teatrales con su compañía antiteater, 41 films en apenas trece años de actividad), Fassbinder concebía a su obra –influida tanto por Bertolt Brecht como por la nouvelle vague francesa y los melodramas románticos de Douglas Sirk– como un laboratorio, un campo de experimentación permanente, en el que un film podía complementar o contradecir al anterior. “Hay que producir películas actuales –decía Fassbinder, citando a Godard–, trabajando lo más rápido posible y al costo más bajo.”

Eso mismo fue lo que en 1980 le propuso a la televisión pública alemana, cuando le explicó su imperiosa necesidad de hacer una nueva adaptación de Berlín Alexanderplatz, la novela de Alfred Döblin, que ya había sido filmada en 1931 por Phil Jutzi. El resultado fue un caso único en la historia del cine, un film de quince horas y media divididas en trece capítulos y un epílogo. Esta obra monumental, que se convirtió en la summa artística de Fassbinder, fue restaurada digitalmente el año pasado para el Festival de Berlín y esa misma versión –bajo la supervisión de Xaver Schwarzenberger, director de fotografía de los catorce episodios– será la que ocupará hoy, mañana y el lunes (ver recuadro) la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avda. Corrientes 1530).

Protagonizada por Gunther Lamprecht y tres de las más consecuentes musas de Fassbinder –Hanna Schygulla, Barbara Sukowa y Elisabeth Trisenaar–, Berlín Alexanderplatz narra el calvario personal de Franz Biberkopf, en el contexto de la Alemania de fines de los años ’20, cuando se desmorona el sueño de la República de Weimar y comienza a anidar el huevo de la serpiente del nazismo. Ex ladrón y proxeneta, Biberkopf sale de la prisión de Tegel, donde purgó cuatro años por matar accidentalmente a su amante, con la intención de convertirse en un hombre honrado. Pero sucesivas traiciones y desengaños lo irán empujando una vez más hacia la tragedia y la locura, de las que no puede escapar.

Como reconoció el propio Fassbinder, la novela de Döblin fue de una importancia capital en su formación artística y personal, al punto de que él mismo se llegó a ver reflejado en la figura triste y siniestra de Biberkopf. “Yo, y creo que todo lector, estaba constantemente obligado a volverme sobre mí mismo, sobre mi propia realidad, sobre mi análisis de la realidad. Una exigencia que le impondría a toda obra de arte. Tal vez Berlin Alexanderplatz me ayudó a reconocer esta exigencia respecto del arte, a formularla y, sobre todo, a ponerla en práctica en mi propio trabajo. Había encontrado una obra que no sólo era una ayuda para vivir, sino que ayuda a elaborar lo teórico sin ser teórica, que obliga a actitudes morales sin ser moral, que ayuda a aceptar lo banal como esencial, como sagrado, sin ser banal ni sagrada, sin pretender ser una exposición sobre lo esencial y sin ser, pese a todo, cruel, lo que no es habitual en obras de esta envergadura.”

A partir del martes 29, la Sala Lugones –siempre en colaboración con el Goethe Institut y la Fundación Cinemateca Argentina– pondrá en marcha una amplia retrospectiva que se extenderá durante todo febrero y parte del mes de marzo. El ciclo estará conformado por 26 largometrajes del genial realizador alemán –incluyendo varios títulos poco vistos dentro de su filmografía– y ha sido subdividido en seis programas que reflejan sus núcleos temáticos y estéticos a lo largo de trece años de intensa actividad cinematográfica.

La primera parte se titula “La estética antiteater” e incluye títulos como Katzelmacher y Las lágrimas amargas de Petra von Kant. La segunda se denomina “Acción política, reflexión histórica” (con Alemania en otoño y La tercera generación, entre otros títulos); la tercera “En el reino del melodrama” (la más extensa, presidida por títulos fundamentales como En un año de trece lunas y La ley del más fuerte); la cuarta “Documentales y curiosidades” (entre ellas los films que protagonizó para otros directores, como Volker Schlöndorff); la quinta “La trilogía de República Federal Alemana” (María Braun, Lola y Verónika Voss) y finalmente, como cierre, nuevamente la versión restaurada del Berlín Alexanderplatz.

Como ha señalado el ensayista alemán Thomas Elsaesser: “Fassbinder despliega en sus películas una versión particular de Alemania que ningún otro director pudo o supo ofrecer, una mirada que abarca toda la geografía del país, desde el Norte hasta el Sur, y que cubre diferentes clases sociales y categorías de ciudadanos –aristócratas, trabajadores, delincuentes, desclasados, prostitutas, gangsters, empresarios–, el espectro total de los tipos sociales. Pero también nos ofrece algo más: una visión de la historia de Alemania, desde 1880 hasta 1980, cien años de historia. Resumiendo, sus películas comprenden todo el espectro geográfico, social e histórico de Alemania. No puedo pensar en otro director que en tan poco tiempo de actividad y a lo largo de cuarenta films haya logrado crear semejante ‘archivo’ de un siglo de vida alemana”.

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