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Son días intensos para el cine argentino. Al anuncio, la semana pasada, de la participación de nueve películas nacionales en distintas secciones del inminente Festival de Cannes (entre ellas, en un hecho inédito, dos en la competencia internacional: La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel, y Leonera, de Pablo Trapero) se sumó el notable éxito de público para El nido vacío (foto), la película de Daniel Burman protagonizada por Oscar Martínez y Cecilia Roth. Por primera vez en más de siete meses (desde septiembre del año pasado, cuando La señal, dirigida y protagonizada por Ricardo Darín, encabezó las preferencias del público), el cine argentino volvió al primer lugar de la taquilla, desplazando a sus competidores extranjeros y convocando (hasta el martes pasado) 62.409 espectadores en 37 salas, con un impresionante promedio de más de 20.000 pesos y de 2300 personas por cine. El sexto largometraje de Burman no solamente trabajó muy bien en Capital Federal –desplazando a un lejano segundo puesto a su competidor inmediato, la comedia británica Muerte en un funeral, que reunió 32.000 espectadores en el fin de semana pasado–, sino también en plazas del conurbano y del interior del país. En ese escenario, se inscriben ahora los tres estrenos nacionales que se consignan en estas mismas páginas, pero que a diferencia de El nido vacío salen con muy pocas copias y no están dirigidas a un público masivo: La orilla que se abisma, de Gustavo Fontán; La rabia, de Albertina Carri, y Construcción de una ciudad, de Néstor Frenkel. A estos títulos se suman también dos documentales: Evita, otra mirada, de María Teresa Mazzorotolo, y Corazón de fábrica, de Virna Molina y Ernesto Ardito.

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Cine argentino, de parabienes