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Martes, 13 de mayo de 2008
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Arte contemporáneo de Corea en el Museo Nacional de Bellas Artes

El consumismo contra el comunismo

Peppermint Candy es una exposición donde arte y política se cruzan lúcidamente para que, a través de la obra de 23 artistas, el público argentino pueda introducirse en la vida, costumbres, cultura e ideología coreanas.

Por Fabián Lebenglik
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Marinero, 2004; obra en arcilla, lata, aceite, de dimensiones variables, de Lee Dongwook.

En el Museo Nacional de Bellas Artes se inauguró una exposición de arte contemporáneo coreano, que no sólo ofrece un panorama del arte actual de aquel país a través de las obras de 23 artistas, sino que introduce al público argentino en los temas centrales de la vida y la cultura coreanas de los últimos años.

La exposición, organizada por el Museo de Arte Contemporáneo de Corea y patrocinada por la Embajada de Corea, el Centro Cultural Coreano en América latina y empresas privadas, lleva el título de una de las películas clave del cine coreano: Peppermint Candy (“Caramelo de menta”).

La película de Lee Chang-Dong, de 1999, comienza con la imagen de un joven que sale de un túnel y se suicida arrojándose a las vías del tren, mientras grita “¡Volveré otra vez!”. A partir de ese momento la narración avanza de adelante hacia atrás para mostrar las causas del suicidio y de ese anhelo de volver... ¿hacia dónde? El relato cinematográfico revisa con mirada retrospectiva no sólo el pasado del joven y su entorno sino también cada uno de los hitos políticos, económicos y sociales que marcaron al país y a toda una generación en los últimos años.

En este sentido, el buen cine coreano –uno de los platos fuertes para difundir la cultura coreana en el mundo– sirve como punto de partida, como prólogo tácito, para introducir al espectador en el clima de la muestra.

“El fin de esta película y punto de partida del relato –explica la curadora de la muestra, Seungwan Kang– sucede cuando el protagonista, que acaba de cumplir veinte años, se siente muy feliz por recibir los caramelos de menta de su primer amor. Ese momento es para él el tiempo más puro, pero a su vez un momento perdido, al que siempre sueña con regresar.”

La exposición intenta dar cuenta de los acontecimientos centrales de la Corea moderna, desde los ecos de la guerra de Corea hasta el presente. La división del país, la ocupación norteamericana, las influencias culturales de Occidente, la modernización vertiginosa, la tensión entre tradición y modernidad, el régimen militar, la explosión de la cultura de masas, el dominio casi absoluto de las reglas del mercado, reconfiguración de la ciudad, tensión entre vida rural y vida urbana, etc. Cada una de las obras presentes en la exposición evocan y analizan algunos de estos momentos de la historia reciente.

La muestra se divide en tres secciones: “Hecho en Corea”, “El fantasma de la nueva ciudad” y “El paraíso plástico”.

La primera sección supone una evocación visual de la ideología coreana, pensada no sólo como una plataforma para la percepción, conocimiento e interpretación del mundo, sino también como sistema de ideas. En este sentido, desde la división de las dos Coreas, la del Sur sostuvo una ideología anticomunista militante y constitutiva. En este sentido, la fortísima y acelerada modernización, la industrialización y el impulso competitivo tienen que ver con la compulsión por diferenciarse de la otra Corea. Con la globalización casi absoluta que vivió el país se diluyó en parte el anticomunisimo en la vida cotidiana, aunque siguió presente en el campo político.

En esta parte de la exposición se incluyen las obras de Kang Yong-Suk, Song Sanghee, Jo Seub, Bae Youngwhan, Suh Do-Hu, Gimhongsok, Oak Jung-Hoy Jeon Joonho. Los dos primeros presentan fotografías tomadas en la isla de Maehyang-ri, un territorio simbólico durante la Guerra Fría y la división de Corea, que estuvo ocupada por una base norteamericana entre 1951 y 2005. Allí hacían pruebas y bombardeos los aviones norteamericanos. Mientras Kang fotografía en blanco y negro los vestigios de bombas y esquirlas en una tierra arrasada, Song lleva a cabo una dramatización entre dos mujeres que evoca la tragedia de dos niñas aplastadas por un tanque norteamericano en 2002.

Suh Do-Ho exhibe un conjunto de uniformes que por estar formados como en un acto patriótico oscilan entre lo escolar y lo militar y remiten de un modo inquietante al autoritarismo.

Gimhongsok realizó un video en el que cinco personas cantan los himnos de Gran Bretaña, Rusia, Japón, EE.UU. y Francia... pero los cantan en coreano, de modo que surge toda una serie de sutiles tensiones apenas sugeridas.

Oak Jung-Ho también exhibe fotografías en las que se presenta luciendo tocados que se burlan muy ingenuamente de ciertos edificios emblemáticos como el Capitolio y una iglesia. En otra serie de fotos ironiza sobre el nacionalismo.

Jeon Joonho expone un video en el que la imagen fija de un billete de veinte dólares incluye en su interior una delicada animación por medio de la cual la Casa Blanca (el motivo del reverso del papel de US$ 20) es literalmente blanqueada por un empleado que borra sus ventanas y puertas. Una divertida y morosa ironía contra el poder norteamericano.

La segunda sección incluye obras de Park June-Bum, Lim Minouk, Kong Sunghun, Jung Yeondoo, Kim Kira, Kim Oksun y Oh Inhwan.

Aquí el tema central es la vertiginosa y continua transformación de la ciudad coreana: en Seúl y alrededores vive casi la mitad de la población coreana.

El grupo de artistas seleccionado –nacidos en las décadas del ’60 y ’70– da cuenta de las metamorfosis de algunas zonas de la ciudad, de la contaminación visual de la publicidad en la vía pública, de las ciudades satélite y la vida cotidiana de las familias en pequeños departamentos de plantas idénticas; así como de los lugares simbólicos de la comunidad gay y de la vida de relación en las parejas mixtas (constituidas por hombres blancos que conviven con mujeres orientales).

La tercera parte de la exposición está dedicada al consumo como aspecto central e ineludible de la Corea actual. Un consumo que generó una ideología propia que arrinconó la vida tradicional o arrasó con ella.

Los artistas de esta sección son Lee Dongwook, Gwon Osang, Kim Dujin, Choi Jung-Hwa, Koo Sung-Soo, Hong Kyoung-Tack, Kim Sang-Gil y Lee Yong-Baek.

Dongwook presenta miniaturas en las que el cuerpo humano se comercializa enlatado, embotellado, empaquetado, dentro de blisters, etc. Miniaturas de cuerpos y cabezas que pasan a integrar la maquinaria consumista.

Choi Jung-Hwa exhibe un conjunto de figuras de plástico de gran tamaño que representan diferentes divinidades de las tradiciones religiosas coreanas. Y a cada figura le coloca una máscara que toma de la cultura de masas: personajes de La Guerra de las Galaxias, Teletubbies, etc. El cruce entre religión y consumo está en el centro de los debates culturales y sociales, allí el artista ubica las tensiones de la Corea actual.

Koo Sung-Soo muestra fotografías en las que hace foco sobre el absoluto artificio barroco de la decoración kitsch. Interiores de micros de transporte turístico, salones para casamientos, juegos de parques de diversiones, stands de galerías comerciales, etc. Las fotos generan una ineludible fascinación por su horror al vacío y por la mezcla de una heterogeneidad absoluta entre estilos, épocas, motivos, diseños, etc. Una estetización del artificio y endiosamiento del plástico a la enésima potencia.

Kim Sang-Gil se mete con las comunidades de Internet. Grupos cerrados que construyen y refuerzan sus identidades, supuestamente “contraculturales”, a través del fanatismo consumista por marcas, estilos, tendencias, películas, grupos musicales... así, en estas fotos desfilan grupos de fans de las prendas Burberry; cultores de la película La novicia rebelde, nostálgicos del punk, motoqueros fascinados con las Harley Davidson, etc.

Según la curadora de la exposición, “las nuevas generaciones de coreanos recibieron la llegada de una sociedad informatizada gracias a la revolución microelectrónica y la era de la globalización del capital y la cultura. Mientras la velocidad del progreso mecánico sigue avanzando, el desarrollo de la tecnología ya no puede proponer una visión utópica del futuro de la humanidad. Los problemas entre pueblos, el terrorismo, la destrucción del ecosistema por la contaminación ambiental y la clonación crean incertidumbre acerca del futuro de la humanidad y del mundo que nos rodea. La generación de estos artistas no sólo experimentó de cerca esta serie de cambios revolucionarios, sino que compartió las huellas de su tiempo, participando de su formación y de-sarrollo. Por lo tanto sus obras hablan de esta época, mostrando varios acercamientos y distintos puntos de interés”. (En el MNBA, Libertador 1473, hasta el 6 de julio).

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