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Miércoles, 6 de agosto de 2008
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La muestra que lleva el arte callejero a los salones

“Parias” en el palacio de las artes

La exposición Ficus Repens, integrada por 72 artistas sub-25 convocados por el Palais de Glace, jerarquiza una disciplina que acredita talentosos creadores e incluye enormes paredones de graffiti y un mapa del street-art porteño.

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El arte callejero ingresa al gran salón de la mano de Smoje.

La primera planta del Palais de Glace luce hoy convertida en un laberinto multicolor que está tan cerca del paisaje postapocalíptico como del museo participativo, como si las ruinas de una ciudad saqueada emergieran de la loza radiante del entrepiso decoradas con aerosol. De vuelta al plano de la realidad, la imagen se explica por el hecho de que 72 artistas sub-25 convocados por el Palais, con poco más que pintura, rodillos y talento, se unieron para dar forma a Ficus Repens (Enamorados del muro), una exposición que podrá visitarse hasta el domingo 24.

Ideada originalmente por Oscar Smoje, director de la institución y con el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Nación, Ficus Repens es, más que una muestra, una instalación de 500 metros cuadrados, fragmentada en siete murales y rodeada por una suerte de corredor introductorio a la estética y la temática del street-art. Un corredor que, en sí, es una oferta cultural aparte, con una galería fotográfica a cargo de Carlos Bosch que da cuenta de la interrelación entre la urbe, el citadino y el street-art; un cuarto invadido por los graffiti en pinturas fluorescentes y un espacio de lectura-relajación con material teórico e histórico sobre la heterogénea plástica callejera.

Y algo incluso más interesante: un mapa georreferenciado que documenta que el Norte y el Sur porteños vienen manifestando una emergente tradición de street-art, más ligada al mural en La Boca, San Telmo, Constitución y Barracas; y al stencil en Chacarita, Villa Crespo y Palermo. El cinturón graffitero de la ciudad, si es que existe tal cosa, bien podría ser la avenida Rivadavia, desde su nacimiento hasta Ramos Mejía y San Justo, porque en el Oeste está el agite (de aerosoles). En torno de Rivadavia está el grueso de las expresiones de una subcultura artística en expansión.

Al margen de estos anexos, la principal atracción es imponente. Se trata de cuatro “paredones” de 4 por 18 metros, montados en cada punto cardinal de la sala, y tres “paredes de obra en construcción” de 6 por 12, en el centro. Entre otros, los grupos Bs. As. Stencil (pionero de la reapropiación del stencil como instrumento de protesta a finales de la década pasada), Nazza Stencil, El Feder, Pum Pum, Bosque, Malatesta, Nasa y Gualicho revisitan al pop-art, a Solano Lima, a la revista Mad y al cine gore. Una Cristina Fernández de Kirchner bolche & gabbana, Dragon Ball Z, los Run-DMC, un San Martín rockero, todos conviven en armonía en el espacio. Al igual que todas las estéticas que abarca el street-art: desde el antecedente histórico de las pintadas de lemas del Mayo Francés a la relación identitaria entre el hip hop y el graffiti.

En rigor, las cuevas de Altamira darían cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol. Pero lo que aquí sucede es un doble juego interesante, que plantea el propio Smoje: “Los artistas callejeros están acostumbrados a que los corra la policía o que los vecinos se quejen de ellos, pero lo que están haciendo es de un carácter artístico tremendo y hay que abrazarlos. A la vez, sirve para acercar a un público joven a los museos”. En la misma línea, el artista y director del Palais del Glace aporta otro dato muy interesante: muchos autores de street-art han comenzado a producir su arte en la clandestinidad de una habitación, sobre un tipo de papel de manteca casi transparente que estampan en la vía pública en rápidas incursiones urbanas que, en el relato, hacen pensar instantáneamente en los “operativos” de la resistencia en tiempos de dictadura.

Un analista que se pretenda crítico hacia las filosofías de las artes podría indicar que el street-art, por institucionalizarse en esta muestra, pierde su carácter definitorio: aquello de ser callejero. Pero lo cierto es que el cobijo del Palais de Glace lejos está de vaciar de significado a este emergente conglomerado de disciplinas plásticas realizadas afuera. La avanzada del Palais va en la senda de las del Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York o la Tate Gallery londinense que, conscientes de la expansión de las expresiones plásticas urbanas, les dieron su correspondiente lugar en las galerías.

Claro que no es la llegada a la galería lo que las legitima sino el gesto aprobatorio de la propia crew. Pero sí es un guiño de apertura, por el que el artista callejero, el paria, ha llegado al Palacio de las Artes.

Informe: Luis Paz.

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