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Viernes, 16 de octubre de 2009
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COSTHANZO DIBUJA LOS CABLES CRUZADOS ENTRE MUSICA E ILUSTRACION

IPods que despiden colores

El ilustrador celebra los veinte años de su primera publicación con una muestra titulada AC/DC (Augusto Costhanzo/ Dibujos & Caricaturas), en la que los sonidos toman forma y se plantan en las paredes del Centro Cultural Recoleta.

Por Roque Casciero
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La muestra AC/DC evidencia el amor de Costhanzo por la música.

Las carcajadas de Costhanzo son difíciles de empardar. Las lanza con alto volumen y ganas, pero con total naturalidad. Y aunque siempre se ría mucho, por estos días en ese gesto se le mezclan la ansiedad con la alegría, los nervios con el placer. Costhanzo es uno de los mejores ilustradores de la Argentina, presencia constante en Olé y G7, con publicaciones en Página/12, Rolling Stone, Playboy México, El País de España, Les Inrockputibles de Francia y el Wall Street Journal. Y ahora que se cumplen veinte años de su primera publicación, decidió festejar con una muestra que pone en evidencia los cables que, en su mente, se cruzan entre el dibujo y la música. Eso se nota desde el título: AC/DC (Augusto Costhanzo/Dibujos & Caricaturas). La inauguración es hoy a las 19, con show de Gabo Ferro, cuyo último disco tiene tapa del ilustrador, y hasta el 15 de noviembre, en la sala Prometeus del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930), se verán doce ilustraciones digitales en gran tamaño –el restaurante gourmet de vinilos que acompaña esta nota, un DJ cuya bandeja tiene un lápiz por púa, un cellista que toca sobre un atril de dibujo y un iPod que es un lapicero, entre otras–, además de “remixes” y bocetos en lápiz que muestran el proceso para llegar al resultado final. “Es como poner los demos y el disco terminado”, continúa con la analogía Costhanzo, que eligió definirse, parafraseando a Divididos, como “el dibujante que se muere por tocar”, aunque ante Página/12 diga que a él le gusta plantearse cosas que puede hacer bien y que no sabe “qué tan buen músico podría ser”. “No la veo, ¿eh?”, suelta. Y dispara una carcajada más.

–Si su trabajo fuera como el de músico, su estudio sería su sala de ensayo.

–Pero faltaría la devolución directa de la gente, que únicamente se encuentra en una muestra. Ahora se abrieron más canales gracias a Internet, con un blog o Facebook, donde nos dicen cosas, pero el trabajo del dibujante es totalmente solitario. De hecho, ya me cuesta mucho pensar que se viene la inauguración y voy a tener que ver gente. No soy fóbico ni nada, pero me cuesta el tema del merecimiento... Me parece que eso va para gente más pesada, no para mí.

–Hace veinte años que publica en todos lados, algo debe tener, ¿no?

–Qué sé yo... Uno está tan ensimismado en su trabajo que no ve lo que puede estar provocando afuera. Pero la muestra es un lugar donde puedo ver qué reacciones hay. Tengo la suerte de que no me conoce mucha gente, entonces, como me pasó la vez pasada en el Recoleta, voy a mirar los cuadros y escucho hablar a los que están viendo la muestra.

–¿Cómo se dio cuenta de que la ilustración iba a ser su vida? ¿Era el típico que en la primaria se sacaba 10 en Dibujo?

–Para nada, no gané ningún concurso de manchas. De hecho, de todos los grupos en que estuve durante mi formación, nunca me destacaba. Pero dibujaba todo el día. Era una cuestión de amor. Ojo, si hubiera tenido un poco menos de autoestima, con la cantidad de golpes que me di, estaría trabajando de barrendero.

–¿Cuán difícil es encontrar el estilo propio?

–Uff... Para mí, va totalmente en paralelo con mi vida personal. Cada escalón que uno avanza en el dibujo ayuda a estar más seguro en la vida, y eso ayuda a subir otro escalón en el dibujo... Son cosas que se entrelazan. Robert Crumb arrancó siendo muy inseguro, pero a esta altura, con lo bien que dibuja, ya debe actuar ese papel. La búsqueda del estilo es todo un desafío y fue algo que me planteé desde que empecé a estudiar: quería distinguirme y agregar algo nuevo. Me incomoda la comodidad, ver a algún dibujante muy parecido a otro: si yo fuera así, no podría dormir tranquilo.

–¿Qué cree que es lo que aportó?

–Trato de zafar de la tendencia, aunque por cuestiones técnicas mi dibujo está anclado en 2009. Hoy está muy de moda lo trash, con bicharracos por todos lados, pero yo quiero generar otro espacio. No sé, cuando quiero equilibrarme, pienso en Sinatra: él canta y parece que caminara, no está demostrando que es un virtuoso. Eso es lo que me gustaría que me pase: ser natural, no cantar cuatrocientas notas por segundo para demostrar el talento. Y otra vez busco a la música para dar un ejemplo que tiene que ver con el dibujo...

–En su trabajo llama la atención el acento que pone en las ideas.

–La primera vez que viajé a España a mostrar mi material, antes de la crisis de 2001, charlé con un director de arte y le dije que no sabía bien por qué estaba ahí, porque en España hay muchísimos buenos dibujantes. Y lo que me contestó fue: “Sí, son buenísimos, pero no todos tienen buenas ideas”. Por eso a veces tardo más pensando las ideas que en hacer el dibujo en sí. Primero va el tronco, después las hojitas del árbol.

–¿Cómo es el proceso por el cual llega a una ilustración digital?

–Hay algunas que tienen muchos pasos antes de llegar a la computadora. A veces los bocetos tienen mucha mugre, tengo que cambiarles las posturas o la actitud a los personajes. La compu me ayuda a lograr cosas parejas que quiero, aunque trato de que el 90 por ciento esté resuelto en el lápiz. Ojo, lo digital ofrece accidentes: una línea que se me escapa quizá queda mejor que lo que me había propuesto. Algún día volveré a hacer una muestra con métodos convencionales...

–Bueno, a esta altura habrá que cuestionarse acerca de qué es lo convencional, ¿no?

–Es verdad. Quizás ahora lo raro sería volver al papel... No sé, me siento muy conforme llegando a los lugares a los que me lleva este método. En los primeros años de lo digital, a mediados de los ’90, tenía muchos complejos, sobre todo porque tenía la posibilidad –que no tuvieron mis maestros– de corregir errores, de no tener que romper el original y empezar de nuevo. Fue todo un proceso... ¡Años de terapia! Pero con la computadora, por ejemplo, aprendí muchísimo sobre el color. Y entonces decidí dejar de hacerme tanta mala sangre, porque llegaba al mismo lugar por distinto camino. Por eso, cuando vuelva al papel, será para divertirme, no para torturarme.

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