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Martes, 31 de enero de 2006
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RETRATOS EN EL TEATRO AUDITORIUM DE MAR DEL PLATA

Cincuenta retratos con historia

Una muestra que se presenta en Mar del Plata permite acercarse a muchos de los m谩s significativos retratos y autorretratos de la colecci贸n del Museo de Bellas Artes.

Por Fabian Lebenglik
Desde Mar del Plata
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Ram贸n G贸mez Cornet: Retrato de Rosario, 1934.

El retrato, marco de identidad es una exposici贸n itinerante que la Direcci贸n Nacional de Patrimonio y Museos de la Secretar铆a de Cultura de la Naci贸n organiza en un recorrido por varias ciudades del pa铆s, a partir de la colecci贸n del Museo Nacional de Bellas Artes.

La muestra, curada por Mar铆a Jos茅 Herrera y dise帽ada por Tam Muro, incluye medio centenar de obras, entre pinturas y fotograf铆as y se exhibe junto con la proyecci贸n del film Retrato de una Colecci贸n, colecci贸n de retratos, dirigido por Heinz Peter Schwerfel. En cada ciudad del pa铆s se incluye la obra de un artista local, relacionada con el g茅nero del retrato. En Mar del Plata, donde la exposici贸n se presenta en el Auditorium 鈥搈ontada con la colaboraci贸n del artista y curador Daniel Besoytaorube鈥, el artista invitado es Ra煤l La Cava, que muestra un autorretrato repetido y seriado, con distintos t铆tulos.

El g茅nero del retrato en la Argentina tiene un relato de origen, algo as铆 como una escena de iniciaci贸n, que funciona tan bien como una ficci贸n.

El escenario es perfecto: una de las tertulias top de la primera mitad del siglo XIX, el sal贸n de Mariquita S谩nchez de Thompson, en el que se reun铆a 鈥渓o m谩s granado鈥 de la sociedad argentina y donde, en 1813, se cant贸 el Himno Nacional por primera vez. Aunque Mariquita S谩nchez fue un modelo de luchadora libertaria y una suerte de feminista avant la lettre, tan patriota como solidaria 鈥揷osa que queda demostrada en su diario y cartas鈥, sin embargo aquella escena primaria del himno cantado en su casa es la que congel贸 su imagen para la historia de los manuales escolares.

Hacia 1810, el Sal贸n de Mariquita S谩nchez albergaba a la intelectualidad revolucionaria e independentista. All铆 fue a dar, en 1829, el culto y refinado saboyano Charles Henry Pellegrini, nacido en 1800, que se hab铆a recibido de ingeniero en Par铆s y estaba en la Argentina por un contrato de obra p煤blica que finalmente 鈥損or esas delicias de la Argentina鈥 no se realiz贸. Su contratista, el presidente Rivadavia, hab铆a sido expulsado del sill贸n que luego llevar铆a su nombre y eso forz贸 al joven ingeniero a buscar trabajo en Buenos Aires y Montevideo.

Se dice que un buen d铆a, con el ingeniero de Saboya presente en su mundana tertulia, Mariquita S谩nchez se quej贸 por la falta de retratistas en Buenos Aires y que ah铆 nom谩s, a pedido de los contertulios, el ingeniero le hizo un retrato a mano alzada a la anfitriona, en menos de dos horas, arranc谩ndole un 鈥溌ravo, maestro!鈥 y un aplauso cerrado a la concurrencia. Ese fue el punto de partida de la nueva profesi贸n del joven ingeniero europeo desempleado y el comienzo de la fiebre del retrato en estas pampas.

La noticia corri贸 por todos los salones porte帽os y en poco tiempo el retratista no daba abasto con la cantidad de pedidos. El tout Buenos Aires fue a inmortalizarse a lo de Pellegrini. El maestro lleg贸 a realizar casi un millar de obras, entre retratos, paisajes rurales y urbanos y cuadros de costumbres, pintados o dibujados. El esquema de los retratos era m谩s o menos siempre el mismo: los varones laicos posaban escribiendo, pluma en mano, ante un biblioteca, con la mirada desafiante o so帽adora, seg煤n de qui茅n se tratara; los religiosos se plantaban ante el templo, y las damas, fajadas hasta la asfixia, con peinados y tocados a cual m谩s barroco y peinetones extra large, sosten铆an la mirada sentadas en un canap茅, enfundadas en atuendos que lucen como un gran esfuerzo de producci贸n escenogr谩fica, m谩s que como vestidos. Los retratos 鈥搃nscriptos en los rigurosos c谩nones del realismo que la 茅poca y la profesi贸n de ingeniero le hab铆an imbuido a don Pellegrini鈥 son de una calidad notable y, como dicen las vecinas, 鈥渃apturan el alma del retratado鈥.

Para entrar de lleno a la muestra en cuesti贸n, durante el r茅gimen rosista, Pellegrini sigui贸 dibujando y pintando, pero desde una suerte de exiliorural, ya que se hizo agricultor y ganadero. Uno de los retratos m谩s peque帽os 鈥搈ide s贸lo 22 x 15,5 cent铆metros鈥, m谩s antiguos y al mismo tiempo m谩s significativos de la exposici贸n es, precisamente, el retrato de Juan Manuel de Rosas, quien por entonces ostentaba el cargo y t铆tulo de brigadier general: en rigor no es un retrato tomado del original, sino de una efigie. Y esto da un car谩cter imperial al 鈥淩estaurador de las leyes鈥, visto de perfil, como acu帽ado para la posteridad. Es conocida la afici贸n de Rosas por hacerse retratar y su c铆nica aversi贸n a ser fotografiado. A pesar de que en su tiempo ya exist铆a la fotograf铆a (en realidad, el daguerrotipo), el jefe de la Mazorca dec铆a que la fotograf铆a 鈥渆s cosa de gringos鈥, como si el origen del g茅nero del retrato pintado fuera otro que el gringo.

La colocaci贸n social y pol铆tica del pintor Pellegrini fue tal, que logr贸 ubicar a uno de sus cinco hijos, de nombre Carlos, en el coraz贸n de la clase dirigente argentina. Fue diputado y senador nacional, ministro de Guerra de los presidentes Avellaneda y Roca, vicepresidente de Ju谩rez Celman y cuando 茅ste renuncia por la debacle de 1890, pasa a ser presidente de la Naci贸n entre 1890 y 1892, en una transici贸n que consisti贸 en 鈥減oner en orden鈥 la econom铆a y las finanzas del Estado, en los t茅rminos del conservadurismo de la 茅poca.

La producci贸n de Carlos Pellegrini padre se enmarca en la tradici贸n del pintor viajero que, desde los c谩nones de la est茅tica europea, mira con ojos de extranjero las particularidades de los rostros, paisajes y costumbres rioplatenses. La historiograf铆a de la pintura local fija esos cruces est茅ticos y culturales, tanto como la contaminaci贸n entre las miradas, como el parad贸jico inicio de una pintura nacional.

Hasta que se impuso la fotograf铆a, los retratos pintados ten铆an una funci贸n entre est茅tica y documental: el retratado pod铆a reconocerse en el cuadro y decir para la posteridad 鈥渆se/esa soy yo鈥. Con el tiempo, los retratos tambi茅n se dedicaron a explorar cierta trama secreta del rostro; algo as铆 como su estructura profunda, su verdadera naturaleza. Hay una sintaxis de las l铆neas de la cara que incluye una morfolog铆a, un sentido, la atracci贸n, la distancia, la armon铆a o el desarreglo de sus escasos componentes. Se perciben min煤sculos campos de fuerzas, expresiones y actitudes predominantes, que van d谩ndole forma al rostro. Con los a帽os se van teniendo diferentes caras, hasta que, pasado cierto tiempo, cada uno tiene la cara que se merece 鈥搒eg煤n sentencia la sabidur铆a popular鈥, hasta llegar al rictus final, a la mueca mortuoria. Los retratos no s贸lo hablan de los retratados sino tambi茅n de quien los pinta, dibuja o fotograf铆a.

En la muestra se incluye obra que parte de Pellegrini y Prilidiano Pueyrred贸n, pasando por Eduardo S铆vori, G贸mez Cornet, Walter de Navazio, Emilio Centuri贸n, Miguel Carlos Victorica y Eugenio Daneri, hasta llegar a Berni, No茅, Maccio y Testa, entre otros.

Entre los fot贸grafos, hay obras de Grete Stern, Annemarie Heinrich, Humberto Rivas, Anatole Saderman y Sara Facio, hasta llegar a Alejandro Kuropatwa y Marcos L贸pez, entre otros.

La exposici贸n se divide en seis n煤cleos: 鈥淓l poder y su imagen鈥 鈥揷on obras del siglo XIX鈥, 鈥淟as edades鈥 鈥揺n donde se busca fijar al retratado en un momento real o idealizado鈥, 鈥淓l espejo鈥 鈥揳utorretratos y retratos entre colegas鈥, 鈥溌縍etratos?鈥 鈥揷on obras que cuestionan el retrato tradicional鈥, 鈥淓l otro鈥 鈥損inturas europeas donde los retratados no pertenecen a la clase dominante ni son notorios鈥 y 鈥淟a fotograf铆a, imagen m煤ltiple鈥, con personalidades, aspectos sociales o, m谩s ac谩, construcciones ficcionales de identidad.

En las pinturas, el terreno del realismo que domina la muestra se quiebra con No茅, Macci贸 y Testa, donde aparece la tachadura de la mirada y la ruptura de la organizaci贸n compositiva cl谩sica, al mismo tiempo que se impone la insistencia del gesto, la densidad de la materia y la dimensi贸n t谩ctil de la obra. Sin embargo esas tres piezas resultan tan 鈥渇echadas鈥 como las obras realistas. Las marcas del tiempo y de sus respectivas 茅pocas resultan ineludibles. De alg煤n modo aqu铆 se puede ver que a pesar de los estilos y del tiempo transcurrido entre la m谩s antigua y la m谩s actual de las obras, el g茅nero del retrato, desde la ortodoxia hasta su explosi贸n visual, goza de una suerte de inmunidad a las transformaciones, tal vez porque en alg煤n punto se conecta con un rostro. La imagen de una cara es algo conocido para todo espectador. Todos estamos especializados en ese territorio extra帽o y familiar al mismo tiempo.

鈥淓l retrato鈥 no s贸lo permite mirar 鈥揷omo dice Mar铆a Jos茅 Herrera鈥 鈥渁 nuestros pr贸ceres y personalidades ilustres, las familias criollas, las etnias aut贸ctonas y los inmigrantes, las costumbres, los mitos como han sido vistos por nuestros artistas鈥, sino tambi茅n permite acercarse a un g茅nero desde el punto de vista est茅tico, filos贸fico, psicol贸gico, hist贸rico e ideol贸gico. (En el Teatro Auditorium de Mar del Plata, hasta el 3 de marzo. Entrada gratuita).

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