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Martes, 21 de junio de 2011
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Entrevista a Melina Berkenwald, organizadora del proyecto URRA

Sobre residencias e intercambios

Una artista plástica y gestora cultural que organiza anualmente residencias de artistas internacionales en Buenos Aires cuenta el tipo de experiencia que supone esta práctica formativa en la vida del artista.

Por Fabián Lebenglik
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Vista parcial de los talleres compartidos entre los participantes de la residencia.

Como artista visual, Melina Berkenwald (Buenos Aires, 1972) se formó en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y luego completó su formación en Londres (con un doctorado en Arte y Comunicación por la Universidad de Westminster). Su última exposición local fue el año pasado, en la galería Vasari. En 2010 participó de una exposición grupal en Porto Alegre y su última exhibición individual fuera del país fue en 2008, en Estados Unidos (Wandering Visions, Boltax Gallery, Shelter Island, Nueva York). Fue cofundadora de la residencia RIAA en 2006, que codirigió durante cuatro años junto a otros artistas. En junio del año pasado fundó el proyecto URRA, que actualmente dirige, dedicado a intercambios culturales y residencias de arte.

–¿Por qué empezaste a organizar proyectos de residencia de artistas en Buenos Aires?

Melina Berkenwald: –Esto surgió porque como artista participé en este tipo de proyectos. Empecé en Escocia en 2003 en una residencia. Después participé de otra en Banagalore, India, también en 2003. El tipo de obra que comencé en estas residencias terminó siendo la matriz de parte del trabajo artístico que estoy haciendo hoy. En 2005 fui a una residencia en Daytona, Florida, y en 2007 en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, hice una residencia de dos meses y después vino otra en Rotterdam, Holanda, entre fines de 2007 y principios de 2008. Estas me dieron las herramientas para comenzar aquí con este tipo de actividades. Las residencias permiten revisar el propio trabajo y conocer artistas y gente del mundo del arte que resulta luego muy importante en el futuro.

–¿Qué es URRA?

–Es una plataforma desde la cual realizar emprendimientos relacionados con las residencias de arte y los intercambios culturales. El segundo que se hizo acaba de terminar en Buenos Aires. Es una residencia que convoca alrededor de 15 a 20 artistas, de otros países y también argentinos que viven en el interior de nuestro país y en el exterior. Todos vienen para estar un mes en Buenos Aires compartiendo un programa de actividades pensadas en función de este formato de vivir un mes en una ciudad grande. Es un proyecto grupal en el que se privilegia la libertad de cada artista. El grupo no está todo el tiempo junto sino que se encuentra en función del programa y del deseo de los participantes.

–¿Hay un criterio específico para invitar a los participantes?

–No, no hay un criterio específico. Son artistas de distintas generaciones, trabajan con distintos medios, en distintos países; vienen de distintas formaciones. Se los elige a través de un comité de selección muy variado y abierto. Lo principal es que tengan un trabajo sólido, y un buen trabajo artístico. Se los convoca por un grupo asesor armado en base a sugerencias y consultorías que yo hago previamente. Como los artistas son auspiciados por distintos sponsors, a veces a través de una beca de una institución extranjera me proponen una lista de artistas para que acá se haga la selección. Hay un trabajo continuo de contrapartes. Casi siempre hay un aval institucional o privado que convalida a uno u otro artista. La consigna básica es que deben participar del proyecto que busca privilegiar la idea de que el artista profesional, si tiene un espacio y actividades adecuadas, va a trabajar. En la web (www.urraurra.com.ar) están consignados todos los que han sugerido artistas o participado de la selección. El proyecto es amplio y democrático, pero no es completamente abierto. Por ahora seguirá siendo por invitación, porque hacer concursos supone un gasto enorme. Y en el caso de los artistas argentinos busco que no sean artistas siempre convocados a todo. Hasta ahora son dos residencias en Buenos Aires. Axel Strachnoy y Enrique Jezik, en esta última convocatoria, son artistas argentinos que viven respectivamente en Finlandia y en México, pero lograron volver a vincularse muy bien con el medio local. Este año participaron además Alfredo Márquez (Perú), Andrés Bedoya (boliviano que vive en La Paz y Nueva York), Anne Sauser-Hall (Suiza), Bernardo Ramalho (brasileño), Carolina Illanes (chilena), Christian Vinck (venezolano), Cynthia Kampelmacher (argentina), Endre Aalrust (de Noruega, residente en Berlín), Florencia Bohtlingk (Argentina), Geli González (argentina, de Tucumán), Guillaume Constantin (de Francia), Halina Kliem (de Alemania), Mako Ishizuka (japonesa), Niamh McCann (de Irlanda), Raúl Flores (argentino), S Mark Gubb (de Gran Bretaña) y Tamir Lichtenberg (de Israel).

–¿La propuesta supone que los artistas produzcan obra localmente? ¿En qué consiste el programa de actividades de los residentes?

–No está la idea de producir localmente de un modo forzado. Los artistas comparten un espacio de talleres y está implícita la idea de producción. Pero este espacio es un elemento más durante el mes en que viven (en) la ciudad. Y dentro de ese mes tienen una exhibición con obra que ellos ya han hecho previamente. Es una presentación. Esto es precisamente para no exigir que concluyan una obra después. También participan de una conferencia dando una charla cada uno. El programa finaliza abriendo los talleres en estudios abiertos. La “producción” no es solo hacer obra, sino también pensar en obra futura.

–¿Cuáles son los resultados?

–Tanto por las residencias en las que participé como en las que organicé, se trata de un tipo de experiencia muy formativa que deja una impresión de por vida: contactos, producción, vivencias. Esto sucede sobre todo con los extranjeros. Los locales, por su parte, tienen una doble rutina porque además realizan o retoman actividades más cotidianas. Ellos no están en un hotel con los demás, sino que siguen viviendo en sus casas. Lo que sucede sí para el artista local es que la situación genera un contexto nuevo. Y también cumplen el rol de conectar a los artistas extranjeros a las cuestiones locales. Los artistas locales son nexos fundamentales.

-¿Qué tipo de experiencias pudiste relevar entre los participantes?

–Lo principal para los artistas puede ser un proyecto de obra y en general la mayoría aprovecha situaciones varias que se producen en la experiencia cotidiana: aspectos de la ciudad, de la relación con los demás artistas, de pensar su obra a la distancia. Se da mucho un intercambio de información y experiencias: muchas discusiones y charlas formativas e informativas acerca del mundo del arte de cada uno de los lugares. Surgen confrontaciones de ideas, tanto de cuestiones de sus propios países como del circuito del arte internacional. El grupo no se cierra en sí mismo sino que se conecta con otros artistas locales. Este año la artista chilena se quedó trabajando y es parte del staff de una galería de Buenos Aires. La residencia no sólo beneficia al artista que participa, sino que a su vez cumple un rol de oxigenar y movilizar la escena local. Algunos artista vendieron obra aquí. El artista belga, por ejemplo, comenzó a producir una obra acá y la terminó allá donde luego la exhibió en una galería. Los artistas se reencuentran aquí o en otras partes. Todos, de alguna manera, algo producen: pero no hay obligaciones en este sentido. Tampoco hay presiones para vender. El artista tiene un espacio muy distinto al de la fecha acuciante que supone una exposición.

–¿Qué cambios estás pensando para la próxima convocatoria?

–Para el año próximo vamos a alterar el orden del programa: vamos a comenzar por las conferencias en lugar de comenzar por las muestras. Serán charlas abiertas audiovisuales, con presentaciones, de dos, tres o cuatro días, para que el grupo se conecte y se escuche entre sí desde el mismo inicio de la residencia. Después vendrá la muestra inicial, al final de la primera semana. Durante el mes repetiremos el esquema de visitas informales a talleres, colecciones, museos, casas de artistas. A actividades a las que se invita a determinadas personas por fuera de los participantes. Busco ampliar el proyecto hacia situaciones de intercambio que no necesariamente entran en la categoría de residencia. Todo lo que implique generar diálogos y puentes con otros lugares del país o del exterior. Todo depende en parte de los apoyos y auspicios que se consigan. Me gustaría tener un lugar fijo para darles continuidad a los proyectos “chicos” durante el año, porque hasta ahora todo lo hago desde mi casa. Cuando hay una sede siempre se gestiona mejor.

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