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Martes, 8 de enero de 2013
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Antología retrospectiva de Miguel Ocampo en La Cumbre, Córdoba

La identidad entre pintura y pintor

Para celebrar sus noventa años el pintor presenta una antología de su obra, la cual parte de las vanguardias históricas de los años cincuenta y sigue hasta hoy, con el color y el paisaje, desde La Cumbre, donde se estableció hace 35 años.

Por Sonia Decker *
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Visa parcial de la exposición.

En esta muestra Miguel Ocampo resume en veinticinco obras los diferentes momentos de su trayectoria artística. Algunas son emblemáticas, otras inéditas y algunas son las que su público siempre quiere volver a ver. El recorrido, si bien une las diferentes décadas, tiene un sentido propio vinculado con la relevancia de cada obra. La muestra acaba de inaugurarse y permanecerá abierta todo el verano en la Sala Miguel Ocampo de La Cumbre.

En el taller de Miguel en La Cumbre, durante una lluviosa tarde de noviembre, en el día de su cumpleaños número 90, Miguel Ocampo habló de su pintura.

–¿Qué significa para usted esta muestra?

–Es un testimonio de diferentes momentos e intereses, que veo con un sentimiento casi benévolo conmigo mismo, recordando lo que significaron individualmente.

–¿Mirar hacia atrás es también mirar hacia adentro?

–Es un lindo elogio el que me hace. Yo veo aquí el resultado de un testimonio sincero, de una coherencia que marcó siempre mi camino en la pintura.

–¿Como explica la coherencia?

–La arquitectura influye mucho en mi orden interno. Pero mi pintura no es sólo racional. Responde a una intencionalidad, a un camino a recorrer, una dirección, un deseo informal. Una meta que no sé adónde me lleva.

–¿Esta actitud hacia la pintura existe desde siempre?

–Desde los siete años sabía que quería ser pintor. Es una vocación profunda, no adquirida. No fue una simple elección, sabía que no podía dejar de pintar. Hay dos formas de pintar. Una, cuando queremos concretar una imagen borrosa que podemos tener en la cabeza, en la imaginación; y la otra, que se conforma entre el diálogo real de la capacidad creativa y el resultado final que se logra mientras se está pintando. A veces, coincide con la idea inicial. Otras veces, lo que se logra es diferente pero superador. No dejándose llevar por la imagen sino por lo que uno tiene entre manos.

–¿Lo abstracto y lo figurativo son opuestos?

–No. Pienso que siempre funcionaron bien. Mi formación geométrica me hace ver esa rama que asoma por la ventana como una línea recta con curvas. Todo lo sintetizo en formas geométricas.

–¿Cómo influyeron en su pintura las ciudades en las que vivió?

–De todas tomé algo, pero tal vez las traduje en forma inconsciente, libremente. Siempre se reciben influencias de corrientes diversas, pero creo que los resultados han sido individuales.

–¿Considera que su pintura nace de la observación?

–Absolutamente. Lo que todos ven es lo que yo veo. La teoría existe, pero la experiencia pictórica nace con la mirada, con la observación. La teoría es inevitable, ayuda, pero es sólo un soporte del libre resultado. Un cuadro no es una casualidad. Va surgiendo de una idea inicial, y puede ser que la pasión esté en la manera de lograrlo. Yo he sido siempre fiel a mí mismo. No copio. Sólo pinto. Además hay que aprender de los propios errores y de los vaivenes que surgen a lo largo de la creación.

–¿Por qué no aparece lo urbano en su costado figurativo?

–Porque siempre me han interesado el paisaje y la figura, que son esencialmente creaciones naturales.

–¿Cómo influyó La Cumbre en su obra?

–Lo fundamental ha sido “vivir” la ciudad y no “visitarla”. Aprendí a conocer su naturaleza, los cambios climáticos... y me he sentido parte de estos fenómenos. Yo soy mi pintura.

* Curadora de la exposición, que sigue durante todo el verano en la Sala Miguel Ocampo, La Cumbre, Córdoba.

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