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Martes, 30 de abril de 2013
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Paisajes de la memoria, de Norberto Puzzolo, en el Parque de la Memoria

Fotos, del registro a la metáfora

La muestra de fotos del artista rosarino, que comenzó su carrera con la participación en Tucumán arde en 1968, presenta paisajes apacibles –e inquietantes– relacionados con su trabajo de décadas anteriores, también exhibidos.

Por Fabián Lebenglik
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Paisaje residual XII, 2012, foto de Puzzolo. Abajo: una de las hojas de la serie Elegía.

La obra última de Norberto Puzzolo (Rosario, 1948) se compone de fotografías de gran tamaño en las que se ven apacibles paisajes boscosos, filtrados por la bruma. Escenas intemporales que parecen citar composiciones bucólicas o, más cerca en la historia del arte, remiten a cierto romanticismo pictórico. En aquellos géneros (que atravesaban la literatura, la pintura y la música), el paisaje tenía un sentido simbólico, ideológico y estético; en varios casos constituían una idealización que venía a generar (amable) disputa con el contexto artístico de la época.

Por su parte, la estética romántica logró dar un giro a la mirada sobre el paisaje y la naturaleza, transformando en central algo que hasta entonces tenía una pura función compositiva.

El carácter “brumoso”, presente en varias de las piezas de Pu-zzolo, también constituye todo un género. En este sentido, el fotógrafo busca dialogar desde el presente con géneros de larga tradición, para hablar al mismo tiempo de otra cosa, de una memoria sobre la ausencia y sobre la violencia.

En buena parte de las fotos, el primer plano está centralmente dominado por una imagen inquietante: enormes hojas sujetas sobre troncos, con cadenas, sogas, clavos o alambres. Según cada imagen, el violento modo de sujeción de las hojas está tan bellamente tramado que podría quizá pasar inadvertido, camuflado en la profusión vegetal o en la textura de los troncos. Y es precisamente esa inscripción de la violencia, ampulosa y al mismo tiempo camaleónica (por los colores, la belleza, la elocuencia del entorno) lo que llama la atención. El hecho de que la metáfora violenta esté y no esté perdida en el paisaje es el que produce sentido. Este dato se complementa con otros elementos compositivos que van especificando el tipo de violencia evocada poéticamente por el artista. En varios paisajes hay una silla vacía, también hay humo. Más allá de que la ausencia es algo claramente tematizado como efecto de la violencia política que atravesó la historia argentina, las obras recientes de Puzzolo se van cargando de contenido a medida que se recorre (y que la muestra ofrece) la producción anterior del artista.

La exposición, curada por Adriana Lauría, se abre con un trío de fotos históricas en blanco y negro, Tucumán 1968, reproducidas sobre soportes translúcidos que penden del techo. Así, obra con la que el artista participó en Tucumán arde en aquel año, funciona como prólogo sutilmente visible, porque habla de su coherencia y de las distintas aproximaciones formales a un compromiso artístico. En estas imágenes evanescentes se ve a un changuito cortando y cosechando trabajosamente caña de azúcar.

Otra zona retrospectiva recorre muy someramente la tarea de Puzzolo como reportero gráfico a partir de los años ’70.

Los años finales de la década del ’60 (marcados por acciones de arte político como Tucumán arde) y los comienzos de los ’70 significaron para muchos artistas un límite, una reconsideración o incluso el abandono del arte, para pasar a compromisos directos con lo político y social.

Puzzolo se dedicó a la prensa gráfica y aquí hay un muestrario que, junto con el registro en imágenes de situaciones reveladoras –que hablan y muestran la violencia de la época–, se agregan los epígrafes de referencia, elocuentes en su neutralidad descriptiva. Aquí se transcriben tres:

- Reclamo por el Comedor Universitario (3 de abril de 1974). Desde los hechos de Corrientes y Rosario de 1969, las movilizaciones en la calle por los comedores universitarios eran uno de los ejes de las luchas de los estudiantes, las pintadas, las denuncias.

- Bombas en la sede de FORA, Villa Constitución, provincia de Santa Fe (1º de agosto de 1974). La Lista Marrón de la UOM de Villa Constitución, encabezada por Alberto Piccinini, que ganaría la seccional en noviembre de ese año, se reunía en la sede de la mítica Federación Obrera Regional Argentina (FORA). El local fue volado en la madrugada del día siguiente en el que la Triple A por primera vez firmó una acción: el asesinato en Buenos Aires del diputado Rodolfo Ortega Peña.

- Sobrevivientes de la masacre de Trelew en el Monumento a la Bandera de Rosario (22 de agosto de 1973). Ricardo René Haidar, Alberto Camps y María Antonia Berger, en un acto en el primer aniversario de la masacre de Trelew donde fueron fusilados otros 16 militantes. Tiempo después, los tres serían muertos o desaparecidos. Detrás de ellos se distingue la figura de Constantino Razzetti, dirigente peronista que sería asesinado el 14 de octubre de ese año.

En el tramo final de su ensayo, la curadora invitada Adriana Lauría repasa el sentido de la exposición, relacionando la fotografía reciente con la obra “histórica” de Puzzolo: “No dejemos que ninguna solicitación física interrumpa nuestra meditación y descansemos el peso de nuestra existencia en el solitario asiento, permitiendo que nos invadan los frescos y umbrosos paisajes. Compartamos el gozo melancólico del bosque y el murmullo del río que golpea las orillas y corre fragoroso, a veces con fuerza intimidante. Atravesemos la neblina de los atardeceres en los humedales santafesinos, que con sus plateados velos resalta el esplendor de una miríada de verdes. Pongamos atención al árbol que, convertido en columna de suplicio, interrumpe, conmoviéndonos, la visión de conjunto de sus congéneres. Luego retomemos las imágenes del comienzo, aquellas de los años ’60 y ’70 que marcaron el origen del drama, sin olvidar la lucha ni sus motivaciones, sostenidas por certezas amasadas en la necesidad imperiosa de conquistar libertades y derechos reiteradamente conculcados. Y como el precio pagado ha sido alto –aún humean los restos de los fuegos desatados por el furor–, no olvidemos lo hasta aquí alcanzado. Sirvámonos de estos paisajes que han adquirido densidad significativa como resultado de una particular reflexión y conciliación con el pasado, como espacio propicio, a la vez profundo y acogedor, para nuestro propio ejercicio de memoria”.

* Hasta el 12 de mayo, en la sala PAyS del Parque de la Memoria, Avenida Costanera Norte, Rafael Obligado 6745. Entrada libre y gratuita. De lunes a viernes de 10 a 17 y los fines de semana y feriados de 12 a 18.

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