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Martes, 30 de septiembre de 2014
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A propósito del libro antológico sobre la obra de Guillermo Iuso

La vida. Instrucciones de Iuso

En su obra, que genera de todo menos indiferencia, el cuerpo del artista (con autodefiniciones, exhibición de la intimidad, autorretratos y especulaciones sobre la vida) se muestra como una máquina en estado de necesidad.

Por Gustavo Bruzzone *
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Fragor disciplinado (2009), de Iuso. Esmalte, poliuretano y otros materiales sobre chapa.

Difícil ubicar a Guillermo Iuso dentro de las categorías de Los sorias, de Laiseca: no es un Soria ni un Iseka; tal vez, podría pertenecer a la Zona Intermedia –territorio fronterizo que separa a unos de otros en “la” novela de la literatura argentina–, pero en calidad de voyeur. Iuso sobrevuela la vida como un flaneur. Un dandy contemporáneo. Y, sobre todo, un bon vivant. De haber vivido en aquella París, no me caben dudas de que hubiera sido compañero de tertulias y juergas de Baudelaire.

Muchos piensan que es un pelotudo. También, que resulta innecesario el despliegue que hace de su intimidad, generalmente con crudeza. ¿Para qué?

Que muchos piensen que es un pelotudo no puede sorprender a nadie. El mismo se definió así en un cuadro donde está con una rubia nórdica pasado de alegría. ¡Iupi!

Su obra es, centralmente, un perfil de Facebook llevado a la náusea.

Recuerdo que después de comprar un cuadro en su muestra iniciática en Braga Menéndez & Schuster (2001) me invitó –como buen bon vivant– a cenar en Su-destada. Habitué de ese lugar, me explicó con esa cadencia de clase que tiene para articular movimientos –no exento de histrionismo ítalo-porteño– qué íbamos a comer y con qué vino íbamos a acompañar la cena, hasta cómo lo íbamos a hacer: “Las manos son el mejor cubierto para determinados platos”, me explicó. La charla fue encantadora. De discurso variopinto, sabe escuchar, es un buen interlocutor. Te pregunta y se interesa en lo que le contás. Quedé deslumbrado. “¡Con razón –reflexioné– se ha levantado las minas que se ha levantado!” Si nuestra orientación sexual fuera otra, esa noche nos habríamos amado; pero somos irremediablemente heterosexuales.

Cuando releo lo que acabo de escribir, me acuerdo del tema (sub)central de La causa justa, de Osvaldo Lamborghini, y me pregunto por qué me estaré acordando de O.L. cuando escribo sobre el libro que Mansalva está sacando sobre la obra del artista Guillermo Iuso.

Hay crudeza en la obra de los dos. Eso. Y entre los personajes hay puntos de contacto. No sé. Es una intuición.

Lo cierto es que ambos estuvieron con muchas mujeres. Y uno de los puntos más álgidos sobre los que Iuso dirige los reflectores a su intimidad ha sido y es sus parejas. [...]

A todo esto, Iuso tiene, además de modales elegantes, algunas obsesiones.

Por ejemplo, lleva la contabilidad de las cuestiones más triviales: cuántos caramelos Sugus se comió en un año, cuántas botellas de Dom Perignon se escabió en igual período, cuántos forros usó la primera semana de noviazgo con..., cuántas pavas de mate, cuántas veces fue a cenar a... y qué comió y cuánto gastó y...

Allá por el 2000, nos volvimos más cercanos. Fue cuando los chicos de Duplus (y no puedo omitir rendirle un breve homenaje al divino y siempre presente Lucio Dorr) le estaban por editar y montar su obra-libro-performance Estado de Boarding Pass. Objeto hermoso en diseño y cuyo contenido es una declaración de principios, su título sintetiza en qué estado se puede transitar la vida cuando la pelechás dulcemente.

Una historia de niño bien, malcriado, que manejó –derrochó– guita cuando no tenía conciencia de lo que valía ganarla. Fueron años donde, al llegar a esas fiestas, ser El hombre del Papel lo llenaba de satisfacción y orgullo. ¿¡Qué más podía pedirle a la vida que ser el dueño del pelpa, cuando era –según él– un pelotudo!?

Ese libro, que es el origen de todo lo que vendría después, fue el mejor ejemplo de lo que estoy diciendo. Un verdadero festín para psicoanalistas.

Si los funcionarios de la AFIP buscan un buen ejemplo a seguir, exijan de los contribuyentes una sinceridad como la de Guillermo. Iuso cuenta todo.

Al contar todo, uno puede volverse paranoico con razón. ¿Quién anda contando su vida abiertamente como lo hace Iuso? Preocupados por ese alarde de sinceridad me vinieron a ver, entonces, pensando que el libro podía traerle consecuencias penales (!). Por suerte, los tranquilicé. [...]

Usted se preguntaba por el arte conceptual (?). Bueno, Iuso va por ese lado. Creo que fue Nicolás Guagnini quien lo ubicó en una genealogía con Alberto Greco y Federico Manuel Peralta Ramos.

Greco le dedicó un tango “a la madre de mi hermano, mi vieja”. Iuso tiene cuadros donde se ve a su madre cocinando en televisión, en Buenas tardes, mucho gusto el día que internaban a su hermano por un brote psicótico. El parentesco con Federico no sólo viene de la caligrafía irrepetible, sino de una cuestión de estilos de vivir. Nos compramos un toro campeón en la Sociedad Rural Argentina o nos desnudamos hasta lo indecible y nos ponemos una camisa hawaiana para salir a romper el mundo cuando no tenemos un mango. [...]

Iuso es distinto. Lo de pelotudo (que no es incompatible con ser un distinto) va también por ahí.

Cosas peores se han dicho de Osvaldo Lamborghini. Geniales los dos, pero a diferencia del Lamborghini vividor, ególatra y depresivo de la biografía de Ricardo Strafacce, Guillermo es un cultor del buentipismo y siempre transmite estar viendo la copa medio llena. Un gentleman que vive hoy en Buenos Aires y que se puede tomar un bondi con la misma naturalidad que una limousine. [...]

Para finalizar, quiero destacar que la obra de Iuso es objetivamente bella. Sus objetos son variados porque juega todo el tiempo con el soporte para decir lo que quiere contar. Los colores que combina siempre devuelven armonía: están bien plantados y son jugados. Y la caligrafía es, como ya he dicho, irrepetible. Formalmente Iuso es de esos artistas que con poco logran mucho. Forma, en su obra, es casi tan importante como contenido. Si sólo nos hubiera contado lo que le pasó o lo que piensa de cualquier cosa, no sería más que un caso (médico) entre tantos, o un caso (artístico) entre tantos otros del mainstream conceptual. Pero él resuelve bien desde lo formal.

Igual, en este tema no puedo (no quiero) ser imparcial. La subjetividad manda. Su obra lo muestra todo. Y este libro es buena muestra de todo lo que digo. Es un libro para ver y disfrutar; y también para leer, putearlo, quererlo y reflexionar.

Insisto: muchos piensan que Guillermo Iuso es un pesado, un perverso y un pelotudo. Yo no.

* Coleccionista y jurista. Fragmentos del prólogo del libro Guillermo Iuso (editorial Mansalva), publicado recientemente.

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